Iñaki SOTO @gara_isoto
BARCELONA

Un pueblo prodigioso

Barcelona es extraordinaria, es la ciudad de los prodigios. Y prodigiosa está siendo la jornada de «Aturada de Pais», también en la capital. No llega a ser una huelga general, pero eso no quiere decir que sea menos sino, como todo en este proceso apasionante, que es diferente.

La movilización popular va «in crescendo» con el paso de las horas. (Lluís GENÉ/AFP)
La movilización popular va «in crescendo» con el paso de las horas. (Lluís GENÉ/AFP)

Dependiendo de la zona la situación es distinta, pero la movilización popular va in crescendo según avanza la jornada. Muchos comercios han amanecido cerrados. Lo mismo el café hípster comandado por una familia china de debajo de nuestro piso-redacción que muchos talleres y tiendas de la zona. Algunos bares están abiertos, pero apenas tienen clientes.

Ha cerrado el Barça, La Pedrera se suma a la huelga en denuncia de la violencia y en defensa de los derechos fundamentales, los bomberos son los héroes nacionales y la gente les aplaude por la calle. No hay normalidad, porque nadie aquí cree que lo que pasó el domingo sea normal. Ni los que votaron –lo uno, lo otro o lo tercero–, ni los que no votaron. También muchos jóvenes, que no pudieron votar por edad, pero que son la generación de la independencia.

Esto no hay quien lo pare, ni a fuego ni a decretos. Es cuestión de tiempo, una perspectiva que no conviene perder en este momento de urgencias. Dependen, sobre todo, de sus aciertos. Los errores del adversario se dan por descontados.

El helicóptero policial sobrevuela la ciudad y marca donde se van formando concentraciones. Si lo sigues, los encuentras.

Columnas de sectores, por ejemplo de estudiantes, se juntan con otras movilizaciones espontáneas. El resultado no se conoce de antemano. O eso parece. Se improvisa, se decide en común y se toma una dirección. No hay control, pero no hay descontrol. El tono general es alegre, emocionado y vehemente. Cantan sin parar. De la mano van señoras de clase alta con tres hijos e hijas, portando claveles para colocar en los centros de votación donde la Policía española los masacró el domingo, junto con estudiantes con rastas.

Parece tópico, buscado o rebuscado, pero todo resulta espontáneo y genuino aquí hoy. Basta ver los vídeos de ayer, donde por un lado aparecen trabajadores encorbatados de La Caixa cortando una calle central de Barcelona y por otro la sentada popular delante de los cuarteles policiales.

La gente consulta permanentemente sus móviles. Llegan noticias de que otra columna viene al encuentro. Jóvenes portan carteles hechos a mano con lemas en inglés. Interpelan a la comunidad internacional. Tienen claro que les oyen, pero les piden que les escuchen. El editorial de ‘The New York Times’ indica que Catalunya tiene caja de resonancia mundial.

En el día de hoy se juegan mantener el foco en un mundo donde el escándalo dura muy poco. La Policía municipal abre las calles para que pase un pueblo en marcha. Por las alamedas, por las calles, por las avenidas… dicen los lugares comunes. Hoy aquí, el lugar común es la calle y su protagonista el pueblo.

Un pueblo extraordinario pidiendo justicia, democracia y libertad en una ciudad prodigiosa.