Beñat Zaldua

¿Hay suficientes rastreadores?

En Hego Euskal Herria hay 218 rastreadores, uno por cada 17.216 habitantes en Nafarroa y uno por cada 12.265 en la CAV. Cifras que distan de las registradas en Alemania, donde hay uno por cada 4.000.

En la CAV hay 180 rastreadores y en Nafarroa, según la última información disponible, 38. Son las personas encargadas de llamar a cada positivo confirmado por PCR para hacerle una pequeña encuesta y preguntarle sobre sus contactos en los últimos días. Después llaman a dichos contactos para pedirles que se aíslen y programarles una prueba PCR. Para controlar al coronavirus, es crucial que cualquier afectado, sea positivo o contacto, colabore y siga a rajatabla las instrucciones de estos rastreadores, que están viendo multiplicado su trabajo. Es fundamental mantener la cuarentena, se haya dado positivo en la PCR o no.

Retomamos la pregunta: ¿son suficientes? Una respuesta posible la podemos buscar en los contactos identificados por cada caso. Según el Instituto Carlos III, en el Estado español se identifican entre dos y siete contactos por cada positivo, situándose la media en cuatro. Nafarroa se sitúa ligeramente por encima de dicha media, identificando entre tres y ocho contactos –media de cinco– y la CAV, por debajo, con entre uno y seis contactos por positivo, situándose la media en tres.

¿Es mucho o poco? En el caso de la CAV, desde luego, se ve que hay margen de mejora. Pero también en Nafarroa, a tenor de lo que se lee en la guía del European Center of Disease Prevention and Control (ECDC), la agencia europea de prevención y control de enfermedades. Publicada en mayo, esta guía estima que, en periodos sin confinamiento, de cada positivo deberían identificarse entre siete y veinte contactos, añadiendo que «a veces los contactos pueden ser grupos más grandes de gente», como cuando estamos en ámbitos escolares y laborales. El margen de mejora, por lo tanto, parece grande.

La respuesta a la pregunta que guía esta pieza también se puede buscar comparando el número de rastreadores con los que cuenta un territorio. Los números tampoco favorecen aquí a Hego Euskal Herria. En Nafarroa hay un rastreador por cada 17.216 habitantes; en la CAV, uno por cada 12.265. Seguro que hay sitios, dentro y fuera del propio Estado español, con ratios peores, pero quizá convenga fijarse en países que lo están haciendo mejor. La ratio alemana, por ejemplo, es de un rastreador por cada 4.000 habitantes. En Escocia, el plan presentado por Nicola Sturgeon contempla contratar a un rastreador por cada 2.750 personas.

La comparación con Escocia, de hecho, da qué pensar. Prevén contratar 2.000 rastreadores para una población de 5,5 millones de habitantes. En Hego Euskal Herria, con 2,8 millones, trabajan ahora mismo 218 rastreadores.

¿A qué velocidad se rastrea? No solo importa cuántos contactos se rastrean por cada positivo, también es crucial hacerlo a la mayor velocidad posible. La razón es sencilla: si un contacto ha sido infectado, resulta crucial aislarlo cuanto antes para sacarlo de la circulación –queda feo decirlo así, pero ya me entienden– y romper toda posible cadena de transmisión. Por lo tanto, no solo se trata de saber cuántos contactos se identifican, sino también a qué velocidad se hace.

No hay datos concretos al respecto, pero los números de este fin de semana pueden sugerir algunas dificultades futuras. Según explicó ayer la consejera de Salud de la CAV, Nekane Murga, el fin de semana trabajaron 30 rastreadores por turno, de lo que cabe deducir que trabajaron al día cerca de 60 personas dedicadas a buscar contactos.

Seguro que es muy difícil establecer una media de cuánto tiempo requiere el rastreo de cada positivo, porque habrá algunos que tengan pocos contactos y esos contesten enseguida, y habrá otros que se eternicen, tanto por la cantidad de contactos como por la dificultad de comunicarse con ellos. Un organismo autorizado como el ECDC calcula que el rastreador necesita entre 45 minutos y una hora para hacer la entrevista inicial al positivo –puede alargarse a dos horas en casos complejos, advierten–. Vamos a poner que son 50 minutos. Después necesita entre 3,5 y 20 minutos para comunicarse con cada contacto –recordemos, entre 7 y 20, según este organismo europeo–. En pos de la simplificación, vamos a calcular que son 10 minutos de llamada a 10 contactos por cada positivo. En total, una hora y 40 minutos. Si añadimos la entrevista inicial, el combo queda en dos horas y media de trabajo por cada positivo. Es un cálculo bastante optimista, que cuenta con un número de contactos bastante limitado y con que todos contesten a la primera.

Pese a ello, si estos cálculos se acercan a la realidad, un rastreador podrá cubrir tres casos positivos en una jornada de siete horas y media. En un día, 60 personas podrán rastrear 180 positivos. En dos días, 360. El fin de semana pasado se registraron en la CAV 311 positivos. Los índices de contactos identificados por cada positivo –según el Carlos III– sugieren que este cálculo improvisado puede resultar demasiado optimista –probablemente lo sea–, pero sobre el papel, el número de rastreadores podría ser suficiente para el actual volumen de positivos. Eso sí, este fin de semana se estuvo al límite. Si los casos siguen creciendo, la respuesta a la pregunta inicial solo podrá ser negativa.

¿Formación más allá de los sanitarios? El lunes, el periodista de Gara Ion Salgado preguntó a Murga si esos 180 rastreadores son todos profesionales de Atención Primaria, un servicio que viene denunciando sus carencias, sobre todo en época estival, sin apenas sustituciones, y sobre el que ya recae el seguimiento de los casos –hay que llamar cada pocos días a cada persona aislada, para comprobar su evolución–. Murga contestó, sin demasiadas concreciones, que en parte sí que provienen de Atención Primaria. Las explicaciones fueron muy vagas también sobre posibles incorporaciones al equipo de rastreadores y sobre el origen de esas hipotéticas nuevas incorporaciones.

No se ha escuchado apenas nada todavía sobre la posibilidad de formar a personas ajenas al personal sanitario para ejercer como rastreadores, pero es algo que se hace en otros países y que ha funcionado. Al fin y al cabo, se trata de realizar encuestas telefónicas, siempre bajo supervisión de profesionales de la salud. La propia ECDC lo contempla expresamente en escenarios en los que los casos diarios superan los 250, añadiendo que basta con una formación que puede durar entre 4 y 20 horas. El centro Johns Hopkins, referencia mundial en salud pública, publicó un curso online de seis horas. En Massachussets (6,6 millones de habitantes), uno de los estados de EEUU que mejor está controlando la segunda ola, pusieron en marcha en un temprano mes de abril un plan para formar y contratar a 1.000 personas no sanitarias como rastreadores.

Si se comparte el hecho de que los rastreadores ahora operativos pueden ser insuficientes en un futuro próximo, y ante la evidencia de una Atención Primaria saturada y con pocos recursos, no parece lógico cerrar la puerta a mecanismos como este, que pueden ser también un paliativo parcial para una parte de la población afectada laboralmente por un verano atípico que golpea con fuerza sectores como el turismo y la hostelería, entre otros. De hecho, quizá sea la hora de abrir esta puerta de par en par.