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La reconstrucción del puerto de Beirut atrae la codicia de potencias y multinacionales

Ocho meses después de la explosión devastadora en el puerto de Beirut, grupos multinacionales bregan por encargarse de la reconstrucción. Hay en juego miles de millones de dólares en contratos, pero también la disputa por la influencia regional entre grandes potencias.

Ruinas de las instalaciones del puerto de Beirut destruidas el pasado agosto. (Nwar AMRO/AFP)
Ruinas de las instalaciones del puerto de Beirut destruidas el pasado agosto. (Nwar AMRO/AFP)

«Todo el mundo tiene la mirada fija en el puerto: rusos, chinos, turcos, franceses y ahora los alemanes», resume el director interino del puerto, Bassem al-Kaissi.

«Pero, por ahora sólo hay declaraciones de intenciones», indica a AFP.

El 9 de abril, un trust de compañías navieras alemanas, incluida Hamburg Port Consulting, reveló en Beirut un ambicioso proyecto de un monto de 30.000 millones de dólares (algo más de 25.000 millones de euros) para reconstruir el puerto y los barrios adyacentes arrasados por la explosión del 4 de agosto.
También está en pugna el gigante francés CMA-CGM, cuyo director general, el franco-albanés Rodolphe Saadé, acompañó al presidente Emmanuel Macron en setiembre durante su segunda visita a Líbano tras la explosión.

Fue la ocasión para presentar a las autoridades libanesas «un proyecto completo» en tres etapas, indica el director regional de CMA-CGM, Joe Dakkak.

Objetivo: reconstruir, ampliar y modernizar las infraestructuras para convertirlas en un «smartport», explica.

Lucha geopolítica

Más allá de las tramas comerciales, es una lucha geopolítica entre potencias regionales e internacionales por imponer su influencia.

«La prospección de gas en la cuenca mediterránea», pero también «la futura colaboración económica entre Israel y los países árabes», e incluso el «expansionismo ruso» en Oriente Medio son catalizadores de estas ambiciones, explica el politólogo Imad Salamey.

Un control del puerto de Beirut permite una influencia significativa sobre el gas offshore –el obtenido en el mar–, destaca este profesor de la universidad Líbano-estadounidense (LAU).

En 2018, Líbano firmó un primer contrato de prospección con un consorcio liderado por el francés Total, que incluía a Eni (Italia) y Novotek (Rusia).

Pero, Rusia ya explora gas offshore en Siria, recuerda Salamey.

En cuanto a China, su eventual anclaje en Líbano «reforzaría su alianza con Irán (...) y obstaculizaría la influencia occidental», añade, en referencia al rol preponderante de Teherán y su aliado el Hizbulah libanés en Siria y Líbano.

Una reciente nota del Washington Institute también insistió en la necesidad estadounidense de trabajar en estrecha colaboración con Berlín y París en el asunto portuario, para frenar las ambiciones chinas.

Pero, la competencia también es intereuropea. El anuncio alemán en la pasada semana «molestó a Francia, que también ambiciona reconstruir el puerto», subraya.

Inercia y temores

Pero, la pregunta clave es: ¿cómo esto podría materializarse en tanto el Estado libanés está paralizado, enmarañado desde hace más de un año en una profunda crisis política y económica?

Las autoridades libanesas no tomaron  tomadas decisiones importantes respecto al puerto, como lanzar oficialmente una licitación.

Pero las autoridades portuarias trabajan en un plan que «será presentado al Consejo de ministros», afirma Bassem al Kaissi.

Pero, imposible avanzar antes de formarse un gobierno, el asunto sigue estancado desde agosto por un inagotable regateo político.

Además, algunos proyectos (Alemania y Estado francés) están condicionados a la transparencia y requisitos de reforma, en un país cuya clase política está acusada de corrupción generalizada.

La codicia extranjera además despierta desconfianza entre la sociedad civil, que teme una situación similar a la reconstrucción del centro de Beirut tras la guerra civil (1975-1990).