Marcel Pena
Elkarrizketa
Isabel Cadenas
Directora de 'De eso no se habla'

«El silencio sigue siendo parte de nuestra sociedad; reina la impunidad»

Isabel Cadenas (Basauri, 1982) es la directora de 'De eso no se habla', un proyecto de podcast que nace de los silencios y las historias que se esconden detrás de ellos, con el objetivo de romper el tabú arrastrado por las generaciones previas.

Isabel Cadenas, directora y creadora del podcast 'De eso no se habla'. (PUBLIC RADIO EXCHANGE, PRX)
Isabel Cadenas, directora y creadora del podcast 'De eso no se habla'. (PUBLIC RADIO EXCHANGE, PRX)

«De eso no se habla» es un podcast de «no ficción narrativa sobre silencios». ¿Qué significa?

«No ficción narrativa» quiere decir que usamos elementos asociados a la ficción, como una trama o diferentes personajes, para contar historias reales que enganchen al oyente de una manera diferente. Tiene mucho que ver con la crónica latinoamericana y el periodismo narrativo.

Por otro lado, de pequeña, en casa siempre me decían que «de eso no se habla», algo que ha sido una constante en muchos hogares del Estado español. Ese silencio sigue siendo parte de nuestra sociedad, en la que reina la impunidad mientras se callan muchas cosas. Lo que trata de hacer el podcast es unir los puntos entre los silencios individuales y colectivos para mostrar que no vienen de la nada, sino que existe un silencio sistémico impuesto porque conviene al poder.

Por tanto, ¿dónde situaríamos «De eso no se habla?¿En el periodismo o la literatura?

A veces es difícil resaltar las diferencias, porque, por ejemplo, lo que escribe Leila Guerreiro es a la vez literatura y periodismo. En mi caso, creo en el 'slow journalism', el periodismo de largo aliento, que va a la noticia después de que haya ocurrido para entender no sólo qué ha pasado, sino por qué ha pasado y qué es lo que sigue a esa historia. Cuando me pongo con un podcast no me paro a pensar qué es ni hago una distinción entre géneros, sino que siempre intento darle lo que necesita para que la historia sea contada de la mejor manera posible cuidando la escritura y el diseño del sonido. Es una mezcla de crónica, documental y ensayo, pero lo que es seguro es que no es un podcast de actualidad.

¿Qué clase de silencios tratas vuestras historias?

En la primera temporada, la mayoría de los silencios, directa o indirectamente, tienen su origen en la Transición, quizás excepto el capítulo de la cárcel. Todos tienen su perpetuación a partir de 1978 y de ciertos pactos que se hicieron en el Estado para perpetuar la impunidad. Pero para hablar del silencio que viene del pasado, también es necesario hablar de las cosas que seguimos silenciando en el presente. Por ejemplo, el episodio de las cárceles era muy necesario porque no hablamos de las cárceles, aunque están a nuestro alrededor. Yo soy de Basauri y he crecido viendo la cárcel, pero nunca he sabido qué hay detrás de los muros.

¿El tiempo favorece la predisposición a romper los silencios?

La tercera generación es la que suele atreverse a hablar. La segunda generación, la de nuestros padres, bastante tuvo con recibir todo aquello, procesarlo y convivir con ello. Una vez procesado, nosotras podemos recogerlo y contarlo de otra manera, como ha pasado en otros episodios de la historia: dictaduras en Argentina y Chile, el Holocausto... Por un lado, entiendo que para mí es mucho más fácil hablar de lo que era para mis abuelos, pero, por otro lado, siento una especie de ajuste de cuentas con la generación de mis padres cuando nos pedían que no nos significáramos. Como dice Emilio Silva, no significarse quiere decir «sé insignificante». Aunque provenga del miedo y del espíritu de supervivencia, eso no estuvo bien.

¿Es lo mismo recordar y reparar?

Como investigadora, en mi vida académica me pregunto mucho para qué sirven los monumentos; de qué manera recordamos y cómo decidimos recordar. Hay teorías que dicen que una placa o monumento hace el efecto contrario y que una vez colocado se tiende al olvido porque quita la responsabilidad del recuerdo a las personas y lo ponen en un cacho de madera.

El caso de «las once de Basauri», que tratamos en 'Una placa en mi pueblo', es un poco distinto porque la placa la colocaron los movimiento feministas, pero quizás lo que esas mujeres necesitan es otro tipo de reconocimiento, como un homenaje público, una compensación económica por el mal causado, que les llamen las autoridades para pedirles perdón... Tenemos que pensar estas cosas, que hay otras maneras de reparar.

'Una placa en mi pueblo' fue uno de los capítulos más sonados de la temporada.

Y las propias mujeres no quisieron participar. Tiene algo que ver la manera cómo ese silencio se ha perpetuado, perpetuando también el estigma. Aunque ese episodio ocurrió en los 70 y hasta el 85, siguen siendo «las mujeres que abortaron», no se las conoce por nada más. Sería muy diferente si fuera el caso de un hombre que hubiera participado en la Huelga de Bandas, por ejemplo. Decidí contar esta historia cuando me di cuenta de la doble vara de medir.

Además de 'Una placa en mi pueblo', ¿qué otros programas han causado más impacto en el público?

El tema del Sáhara tocó a mucha gente, por el formato en que era –decidí que mi voz no estuviera– y porque la existencia de refugiados que hablan castellano y que eran una herencia del imperialismo español era desconocido para muchos. En Euskal Herria, el que más impacto tuvo fue el de «las once de Basauri». En general, todos han tenido impacto en diferentes espacios y se han complementado muy bien. Eso era lo que quería conseguir: una constelación de silencios. Aunque parezcan casos aislados, si los pones en contacto unos con otro forman una constelación que evidencia que en este país hay un problema.

¿Cuánto trabajo requiere un capítulo de 'De eso no se habla'?

Cada historia tiene detrás meses de investigación, trabajo de producción, tiempo para escribir el guión... No hay un molde en el que metamos las historias, sino que cada episodio requiere una manera de ser contado. Es la marca de la casa, y no quiero renunciar a ello. Por eso, cuando me preguntan por la segunda temporada, respondo que, si conseguimos que vuelva, va a tardar en hacerlo.

Todo este trabajo ha sido reconocido, por ejemplo, con una mención especial en los Premios Ondas.

Sí, sin duda el reconocimiento viene de todo el trabajo que hay detrás. A parte de escribir el guión y del diseño de sonido, también dirijo un equipo, un enjambre de personas, que ayudan a que el podcast sea posible. En el caso de «las once de Basauri», tuve la suerte de contar con la ayuda del movimiento feminista de Basauri, de Euskal Herria y estatal. Yo le doy forma, pero a mi lado hay mucha gente que me acompaña.

Antes de eso, fue elegida por PRX Google Podcast Creator para crear un proyeto de podcasting. ¿Cómo fue el proceso?

Aunque ya llevaba tiempo trabajando en programas de audio, cuando salió éste flipé porque ofrecía dinero para hacer una temporada. Estuve un mes entero sin salir de casa para postular, y gané. Con eso, me permitieron crear un equipo e irme a Boston cada mes y medio para tener clases. Pero lo más importante es que pasé a formar parte de una comunidad de gente que contaba sus historias en audio. La mención en los Ondas y esto fueron la confirmación de una intuición: existía un espacio para contar historias de no ficción en podcast, pero hacía falta crearlo.

¿Cuál es la situación actual del podcasting en el Estado español?

Estamos en un momento muy importante porque se está definiendo cómo es el género, pero existe el peligro de que sean las grandes corporaciones las que lo determinen. Ante eso son necesarias voces independientes que digan que las cosas se pueden hacer de otra manera. No se puede hacer una serie de 10 episodios en cinco meses, igual se necesita un año o dos. Hay que remarcar que las cosas bien hechas requieren tiempo.

¿Qué diferencia a los podcast de la radio tradicional?

Hay dos tipo de podcast: los nativos digitales, creados para escuchar en internet, y los programas de radio a la carta. Ambos son podcast, pero hay una gran diferencia entre el formato de 'El Larguero', por ejemplo, y 'De eso no se habla'. No veo que la radio esté cambiando, no veo nuevos contenidos. Sigue habiendo demasiadas tertulias, fútbol y noticias contadas de la misma forma. Si la radio no se renueva y sigue dando tertulias de cinco horas, la gente va a dejar de escucharla porque el podcast nativo aporta mayor libertad de formato y duración para contar historias.