Iñigo Garcia Odiaga
Arquitecto

Rojo vernacular

La palabra vernacular proviene del latín vernaculus, que significa nacido en la casa de uno, es decir, propio del lugar. Un término que, aplicado a la arquitectura, reivindica la arquitectura vinculada al territorio y, especialmente, la tradicional. Un tipo de arquitectura que emana del saber hacer acumulado por generaciones, de los materiales de proximidad y de los artesanos cercanos. En definitiva, de las lógicas más íntimas que cada lugar impone a sus construcciones.

Los arquitectos suizos Daniela Kröss y Rainer Köberl han finalizado la obra de un pequeño edificio que, como una pequeña fortaleza monolítica, se levanta en una ladera de la región alpina de Pitztal, en Austria. El edificio alberga el Museo Ibex St Leonhard, un equipamiento que repasa la historia de una especie nativa de cabra montesa que se extinguió en la región, pero que fue reintroducida con éxito en la década de 1950.

Los arquitectos, y especialmente los promotores del edificio, buscaron desde el principio que la nueva construcción se situase en el valle como un hito, como un nuevo punto de referencia. Dada su escasa dimensión, el proyecto se esfuerza por crecer en la vertical, por lo que fue diseñado como una torre de cuatro plantas, conectado a la ladera por un puente monumental.

Siguiendo la misma lógica, también eligieron una paleta de materiales en tonos rojos, que van desde el hormigón pigmentado, hasta el acero pintado al horno, para permitir que el edificio destaque sobre su telón de fondo verde, que la exuberante naturaleza que lo rodea le impone.

Tal y como Kröss y Köberl han explicado, el color rojo-marrón sitúa el edificio en una coexistencia armoniosa con la naturaleza que lo rodea, confrontándolo con una ladera de una montaña boscosa, sobre la que destaca una construcción rojiza, que de alguna manera parece una pieza de arquitectura contemporánea y, al mismo tiempo, una edificación vernacular. Se trata de una granja de montaña de arquitectura tradicional. Y es que el Museo Ibex se encuentra en la parroquia de St Leonhard, junto a una de las granjas más antiguas del valle, precisamente sobre el solar que anteriormente albergaba un granero.

Esa relación que hace referencia a la casa de campo de madera, así como al granero original, se refuerza gracias a la textura de la fachada de hormigón prefabricada, que ha sido encofrada con un molde de silicona texturada que asemeja el aspecto final de la fachada a las tablas de madera.

En la primera visita de los arquitectos al lugar descubrieron un conjunto construido muy armonioso entre los edificios históricos y el antiguo granero que se encontraba en estado ruinoso. Esa visita puso de manifiesto la posibilidad de desarrollar el nuevo edificio en el mismo lugar y en el mismo espacio que el viejo granero, y la idea de mantener la estructura de madera del granero llevó al molde de encofrado, que tatúa hoy los elementos prefabricados de hormigón de la fachada.

Los dos niveles inferiores del museo tienen entradas a nivel del suelo, gracias a la forma en que el edificio se encaja en la pendiente. Una cafetería y un bar completan la planta baja, mientras que la planta superior contiene la recepción principal. Los visitantes ascienden y encuentran los principales espacios de exposición en los dos niveles superiores. El puente se apoya en la terraza del último piso, lo que lleva a los visitantes a un recinto en la ladera donde pueden encontrar siete íbices.

Accesible y vertical. La distribución estuvo influida en gran medida por el deseo de hacer que el museo fuera accesible para todos los públicos. Ya que la idea fue ayudar a todos los visitantes a escalar las montañas y ver a la cabra montesa cara a cara, convirtiendo el propio edificio en el mecanismo para trepar por la empinada ladera. Esta verticalidad del edificio permite que muchas de las ventanas estén ubicadas en zonas altas, ofreciendo vistas sobre el paisaje y los edificios circundantes.

Los acabados interiores siguen la paleta de colores del exterior, con suelos de terrazo realizado in situ, con incrustaciones de áridos rojos, conductos de instalaciones pintados también en rojo y paredes de color gris suave. El bar es el único espacio que se escapa de esta rigurosa estética, y presenta una imagen más parecida a la de una cabaña, con paredes revestidas de madera de pino de origen local.

El museo es en definitiva una pieza de arquitectura contemporánea que reinterpreta los modelos tradicionales de construcción, y que homenajea las lógicas del lugar como si se tratase de una arquitectura vernacular más.