Elkarrizketa
Iñigo Mijangos
Presidente de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario y primer oficial del Aita Mari

«Vuelven a dejar personas a la deriva con un futuro incierto por rédito político»

El buque Aita Mari rescató el martes en el mar Mediterráneo a 105 personas. Tanto Malta como Italia les han denegado el desembarco. NAIZ ha hablado con Iñigo Mijangos, presidente de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario y primer oficial del Aita Mari.

Imagen tomada durante el rescate de ayer. (SMH)
Imagen tomada durante el rescate de ayer. (SMH)

Transcurridas mas de 24 horas del rescate en zona SAR (siglas en inglés para Búsqueda y Salvamento) de Malta, a 24 millas al sur de la isla italiana de Lampedusa, el Aita Mari continuaba este miércoles sin tener asignado un lugar de desembarco seguro.

La ONG ha recordado que el bote se encontraba a la deriva imposibilitado para llegar a su destino, con 105 personas, algunas menores y otras enfermas, sin medios de salvamento ni manera de enviar una señal de socorro. Pero Malta califica esta operación de «intercepción de migrantes en alta mar», mientras que Italia se escuda en que se produjo fuera de su zona de responsabilidad SAR

Desde SMH-Aita Mari apelan, por citar solo alguno de los convenios internacionales vigentes, al reglamento (EU) 656/2014 del Parlamento Europeo y del Consejo de 14 de mayo de 2014 por el que se establecen las normas para la vigilancia de las fronteras y la obligación de los estados de tener establecidos los mecanismos de coordinación y asistencia humanitaria.

Y por ello instan a los gobiernos español, maltés e italiano, así como a la Comisión Europea a que cumplan lo establecido en el citado reglamento y asignen a la mayor brevedad un lugar de desembarco.

NAIZ ha entrevistado a Iñigo Mijangos, presidente de Salvamento Marítimo Humanitario (SMH) y primer oficial del Aita Mari.

¿Han recibido respuesta de Malta?
Hemos recibido respuesta. Nos ha remitido a nuestro país de bandera e incluso nos ha sugerido que mientras no tengamos un puerto de desembarco en la zona deberíamos dirigirnos a nuestro puerto de origen ya que llegamos, según ellos, en un tiempo razonable, que son cuatro días y medio o cinco. Y que allí hay los medios necesarios para realizar el desembarco. Esto es una respuesta estándar de Malta.

También nos ha contestado Italia, donde en cuanto obtuvimos la respuesta de Malta también realizamos la solicitud. También nos ha denegado el puerto y nos ha remitido a nuestro país de bandera para que sean ellos los que coordinen el desembarco.

Así pues, nos encontramos en este momento en la encrucijada típica que en otras ocasiones ha supuesto una espera de 4-5 días y así hemos informado a España, lógicamente. Y estamos a la espera de instrucciones, pero también tenemos que considerar que el barco es pequeño y no podemos estar esperando eternamente un puerto de desembarco. Así que también nos planteamos todas las posibilidades.

¿Y cómo valoran esta situación de espera?
Se produce sistemáticamente. El Sea Watch, con 400 personas a bordo, tampoco les tiembla el pulso a los gobiernos responsables para tener esas personas en el barco esperando a facilitar el desembarco. Nos parece una situación inadmisible. Nosotros atendimos este bote que llevaba tiempo a la deriva en alta mar. Se informó a las autoridades de Malta e Italia y ninguna se hacía cargo de la asistencia en el bote y tuvimos que intervenir. Y nuevamente vuelven a dejar a estas personas a la deriva con un futuro incierto por una cuestión puramente de rédito político. Nos parece indecente eso en una Europa que dice defender los derechos humanos. Esto no debería suceder.

La solución es obviamente resolver los problemas en origen, pero aún así todas las personas tienen el derecho a migrar, a desplazarse, a solicitar asilo porque tu país de origen es un país en guerra o en violencia. No puede ser un problema de debate. Esta regulado cómo se tienen que hacer las cosas. Lo que pedimos es que se cumpla la ley en todos sus términos.

¿Cómo se encuentran esas 105 personas?
Dentro de lo que cabe, en buenas condiciones. Estas personas han estado viviendo en unas condiciones deplorables. Muchos de ellos tienen sarna, se les ve que han estado mal alimentados, están muy débiles por la navegación y por cómo estaban anteriormente, algunos tienen quemaduras… Hay una persona también con problemas para andar, sospechamos que alguna rotura mal curada. Están muy cansadas, somnolientas. Pero dentro del contexto general, relativamente bien. Pero nuestra experiencia nos dice que puede deteriorarse. Sobre todo desde el punto de vista sicológico, emocional. La incertidumbre de mantenerles en el barco… Suelen empezar a pensar que son devueltos, comienzan los temores de volver a Libia. Y en un barco tan pequeño pueden causar problemas en muy pocas horas.

«Cada bote es un mundo y nunca sabes lo que te vas a encontrar»

¿Cómo fue ese rescate?
Entre comillas, estándar. Lo iniciamos a la noche, con un poco más de dificultad, pero las condiciones de la mar no eran complicadas y no hubo gran dificultad técnica. Nos produjo bastante nerviosismo cuando nos acercamos al bote y vimos tantas personas tumbadas en el fondo, ya que no sabíamos en qué situación estaban. En un principio pensábamos que eran menos. Estaban cansados, con mucha fatiga y deshidratados, pero sin grandes problemas. Hace no mucho vimos cerca de Libia 15 personas fallecidas en el fondo del bote porque se habían intoxicado con la gasolina. Cada bote es un mundo y nunca sabes lo que te vas a encontrar.

¿Y los miembros del Aita Mari cómo están?
La tripulación se encuentra bien. Se ha realizado el rescate nada más llegar a la zona SAR, lo que nos ha permitido estar muy frescos, no tuvimos mal tiempo. La gente está fresca pero tras 24 horas a bordo y el rescate que fue de madrugada, ha sido una jornada larga. Ahora hemos descansado y es una cuestión de paciencia y de administrar energías y aprovechar todos los momentos de descanso.

Como ha dicho, el Sea Watch lleva a 400 personas, ¿cuál es la situación en el Mediterráneo?
La que viene siendo desde hace años. Lo que pasa que hay una consigna de no contar lo que sucede y desde el 2015 la situación se ha ido degradando más. Sigue habiendo miles de personas en Libia en los centros de detención, donde se les tortura, maltrata extorsiona para que pidan dinero a sus familias y pagar a los traficantes y secuestradores para liberarlos de esos campos de detención ilegales. Y la gente intenta huir de esas condiciones de vida. Por eso, muchos de ellos se echan al mar con ese anhelo de mejorar su vida en Europa.

Europa ha financiado un cuerpo de guardacostas, que es un eufemismo llamarlo así, para que intercepte los botes al salir de Libia y devolverlos. Es decir, encargar el trabajo sucio a los libios y hacer unas devoluciones en caliente que son del todo ilegales. Esta semana, un juez ha determinado que un capitán que hizo una devolución de 101 personas por orden de los centro de coordinación sea condenado a un año de cárcel.

Incluso para la ley, Libia es un lugar de desembarco no seguro y que no cumple las condiciones de los acuerdos internacionales al devolver a esa gente.

Pues uno no se puede explicar como Italia financia unos guardacostas libios para ese trabajo. Una financiación que, no seamos ingenuos, viene también desde Europa. Esa es la política de Europa, una política de contención y de mantener a la gente fuera de Europa al precio que sea. Y en este caso el precio son los derechos humanos.

«El juego es tan grosero que Marruecos deja pasar los cayucos, abre las fronteras y entonces España se calla y acepta todo»

¿Qué mensaje lanzaría?
En Europa mantenemos que somos un baluarte de derechos humanos y nos jactamos de ser una sociedad moderna y plural y democrática. Pero la realidad es esta. En Grecia vimos como disparaban a los botes de refugiados los guardacostas griegos y a los pocos días Ursula Von der Leyen felicitaba a Grecia ‘por ser nuestro escudo’.

Ahora vemos en la situación de Afganistán como se apuesta por reforzar los países limítrofes para que nos hagan de barrera y evitar el flujo de personas hacia Europa. Se quiere blanquear un régimen de talibanes que históricamente nos ha demostrado unas acciones brutales contra su propia población.

También lo vemos en Marruecos donde España mantiene una actitud tibia en la guerra del Sahara Occidental para que Marruecos actúe de tapón y no juegue a lanzarnos gente. El juego es tan grosero que Marruecos deja pasar los cayucos, abre las fronteras y entonces España se calla y acepta todo. Un dictador en toda regla.