Filippo ROSSI
Kandahar

Menores y malnutrición, espejo de la crisis humanitaria

Miles de menores están a punto de morir por malnutrición aguda en Afganistán. Un problema que ya existía durante la ocupación pero que se ha agudizado. Organismos humanitarios han dado la voz de la alarma: «Si el problema no se resuelve, en diciembre 3 millones de niños sufrirán de malnutrición».

Madre y abuela ocultan su rostro y la niña trata de entender al lado de su hermanito malnutrido. (Filippo ROSSI)
Madre y abuela ocultan su rostro y la niña trata de entender al lado de su hermanito malnutrido. (Filippo ROSSI)

En el último mes se han doblado los casos de malnutrición en los menores de hasta 5 años y aunque el hospital tiene un soporte de Cruz Roja internacional, que nos ha suministrado comida y remedios para seis meses trayéndolos de otros países, los abastecimientos podrían acabarse pronto», advierte el doctor Mohammed Sadiq, responsable de guardia de pediatría del hospital Mirwais de Kandahar. Sufre con la sonrisa en los labios mientras pasa entre las camas del turno y observa sus pequeños pacientes, que lloran y gritan, evidenciando falta de nutrición y anemia. Algunos pierden pelo, otros tienen problemas cutáneos.

Con las caras demacradas, parece que sean solo un esqueleto. Un niño llora, tumbado boca abajo y con la parte baja de su espalda abierta y sin piel. Sadiq sonríe mientras explica el problema de algunos de ellos: «Este niño ha llegado aquí casi muerto. Pero va a sobrevivir», sin ocultar su contenida alegría.  Charla, departe, consulta a colegas y revisa las sondas que mantienen con vida a sus pequeños pacientes.

Imágenes desoladoras

Las camas son compartidas por más de un menor. Las madres están a su lado. Algunos con una mascarilla enchufada a un tanque de oxigeno, otros tienen goteo. Una madre nutre a su propio hijo con una cucharita, otra pone un biberón en la boca de su recién nacida, que la mira con unos ojos que se le salen de las órbitas. Otras madres se agachan al lado de las camas y rezan. Las hermanitas de los enfermos se apoyan en las camas fijándose en sus hermanos con mirada de amor, intentando distraerles del sufrimiento con algunas bromas. Osman, un bebé de solo 20 meses, está como paralizado, no se mueve. Tiene los ojos revueltos hacia el techo. No tiene fuerzas. «Tenía fiebre. Lo traje aquí hace cuatro días. Ahora está mejor, lo salvaron»,  habla la madre, agradecida, cubriéndose la cara preocupada. El doctor Sadiq mira al niño, sonríe y dice: «va a superarlo».

Es el espejo de la crisis económica devastadora que está sufriendo hoy el país, aislado a nivel internacional, sin aeropuertos, sin fronteras. Una cárcel sin techo, abierta, que está destruyendo la población, sin salarios, sin trabajo. El hambre crece. Es esto lo que más preocupa el nuevo Gobierno, sin recursos económicos y que hasta ahora solo puede contar con las pocas entradas de las pocas aduanas aún abiertas. Un círculo vicioso que pone en peligro a los afganos y que incrementa la pobreza hasta niveles aquí nunca vistos. De hecho, según algunas estadísticas, casi el 98% de la población de Afganistán  viviría en una situación de extrema pobreza. Los últimos meses de dura guerra, el cambio de régimen repentino y el caos estallado en el país, muestran ahora sus marcas indelebles sobre una población agotada.

Y si la crisis alimentaria se agrava cada día que pasa, la ONU ha dado la voz  de alarma, advirtiendo de que si la situación no cambia, a finales de este año 14 millones de personas (de un total de 34 millones) podrían estar en situación de inseguridad alimentaria. Además, Unicef advierte de que en diciembre más de 3 millones de menores de hasta 5 años sufrirá de malnutrición aguda. Números que asustan y que son visibles no solo en Kandahar, sino en todos los hospitales del país.

Según el Doctor Sadiq, hay mucha desinformación a nivel internacional: «No es culpa de este Gobierno. Para desarrollar un problema de semejante amplitud como la malnutrición se necesitan entre 3 y l6 meses. Y los talibanes están en el poder desde hace solo 3. El problema ya existía antes, pero, como mucha gente vivía en distritos y provincias remotas, no podían moverse por causa de la guerra. Muchos de estos niños ya estaban enfermos antes. Ahora, con el mayor acceso a los hospitales regionales, los casos han ido aumentando. Este es un factor importante, junto a la falta de educación en los pueblos y la fuerte crisis económica. La gente ya no tiene dinero para comer».

Sadiq señala que, de momento, «solo» muere menos del 10% de los pacientes internados. Un dado que tranquiliza. A pesar de ello, según Taiba, una joven enfermera, «con el aumento de los ingresos, no tenemos personal suficiente. Muchos de nosotros no hemos reciobido el salario  desde hace 5 meses (...). Pero somos afganos y tenemos que trabajar para la gente», añade.

En la sección de curas intensivas, una planta más abajo, los casos mas graves están bajo control. «Esta niña estaba a punto de morir», dice Sadiq, indicando a la pequeña Asma. «Vomitaba y tenia diarrea, por lo que la traje aquí», comenta la madre Malika, cubriéndose la cara.

«Además de los salarios, el hecho de que muchos hospitales de los distritos no sean operativos porque las ONG internacionales los abandonaron en agosto agrava la situación. En el sector de la sanidad, las cosas no cambiaron con la llegada del nuevo Gobierno –declara el doctor Musa Jan Sultani, vicerresponsable del Ministerio de la salud en Kandahar desde hace años–. Ya estaba trabajando aquí con el anterior Gobierno. Los talibanes no son culpables, sino las agencias extranjeras, que ya no nos soportan. ¿Por qué no nos ayudan? La crisis económica no permite a la gente comprar comida, comen mal y poco, hay escasez de agua y está sucia. Además, muchos campos ya no se pueden cultivar porque están destruidos por la guerra. En fin, antes, quien podía se iba a Pakistán o India para curarse con pocos recursos. Ahora, con las fronteras cerradas, sin dinero, todos se agolpan en los hospitales regionales como el Mirwais. No tenemos los recursos necesarios».

Saniidad a punto del colapso

La sanidad es uno de los primeros sectores que está a punto del colapso en Afganistán. En el hospital pediátrico Indira Ghandi de Kabul, un doctor admite que «los pacientes tienen que comprar la medicinas en las farmacias de fuera y llegar al hospital porque aquí solo tenemos un abastecimiento del 5%». Siempre según el doctor Sadiq, los talibanes «han permitido a todos, mujeres y hombres, trabajar normalmente, como antes, sin tocar a nadie», pero Musa Jan Sutlani advierte de que «si la gente sigue sin cobrar sus salarios, puede ser que se vayan. Muchos médicos ya lo han hecho».

EEUU ha prometido 144 millones de ayuda humanitaria para el país a través de organizaciones internacionales y otros países y organizaciones has seguido su estela. Pero no parece ser suficiente. El país se hunde en el caos. No solo esta atrapado por una ofensiva yihadista de atentados –que, paradójicamente, cometían en su día los talibanes– reivindicados por el Estado Islámico (ISIS), que sigue fuera de control, sino también tienen que hacer frente a una crisis humanitaria económica y social sin precedentes que va a sumarse a un aislamiento total preocupante. Los niños lloran, tienen hambre. Y sus progenitores son capaces de cualquier cosa para darles un pedazo de pan, hasta de vender a algunos de sus hijos para alimentar a los otros.