Angélica y Moussa, víctimas mortales de la exclusión social fuera del radar institucional

Angélica en Bilbo y Moussa en Irun. Dos personas sin hogar han muerto en apenas una semana en Euskal Herria sin que los respectivos ayuntamientos se hayan tan siquiera pronunciado. Asociaciones han pedido una reflexión «profunda y compartida» y una estrategia conjunta entre instituciones.

Movilización de la plataforma BesteBi para denunciar la situación que viven las personas sin hogar.
Movilización de la plataforma BesteBi para denunciar la situación que viven las personas sin hogar. (Aritz LOIOLA | FOKU)

El 31 de diciembre y el 2 de enero dos personas sin hogar fallecieron en las calles de Euskal Herria. Unos casos que son la punta del iceberg de una situación dramática que viven miles de personas, especialmente inmigrantes.

Angélica, de 40 años, llegó a la capital vizcaina hace algo más de dos años desde Sudamérica. Tras contactar con la asociación Bizitegi, logró plaza en un albergue, que solo utilizó un día, por razones que se desconocen. Desde hace tiempo pernoctaba en la céntrica Plaza del Ensanche de Bilbo, donde apareció muerta el pasado domingo, 2 de enero.

Según informó el Departamento de Seguridad de Lakua, el suceso se produjo sobre las 7.30 cuando la mujer se sintió indispuesta. Hasta el lugar se desplazaron efectivos de la policía local, Ertzaintza y sanitarios que intentaron reanimarla, pero murió en el lugar.

Moussa, que vivía en la calle en Irun, murió el pasado 31 de diciembre. (SOS Racismo Gipuzkoa)
Moussa, que vivía en la calle en Irun, murió el pasado 31 de diciembre. (SOS Racismo Gipuzkoa)

La plataforma Beste Bi contra la exclusión residencial y a favor de las personas sin hogar conocía a Angélica desde hace poco más de dos años, «lo suficiente como para conocerla y quererla, pero demasiado poco a la hora de apoyarla para tener unos buenos cimientos sobre los que construir un nuevo proyecto vital».

«Tenía solo 40 años, pero su cuerpo, castigado por una vida muy dura, no aguantó más», señaló la plataforma en un homenaje realizado el miércoles. En el acto, denunciaron que las instituciones «no llegan a atender de manera óptima a todas las personas que lo necesitan».

Asimismo, lanzó un mensaje para toda la sociedad: «el fracaso es colectivo, tanto de las instituciones, como de quienes vivimos cómodamente siguiendo unos valores que arrinconan a algunas de las personas más débiles».

Moussa

Tan solo un día después de la muerte de Angélica, diferentes colectivos sociales gipuzcoanos informaron a través de las redes sociales de la muerte de Moussa el 31 de diciembre en Irun.

Moussa, de origen senegalés, llegó a Irun hace varios años, tras haber pasado una temporada en Iruñea. Pernoctaba entre el recinto ferial Ficoba y el Stadium Gal y era una persona bastante conocida en el municipio guipuzcoano y «tenía muy buena relación con vecinas y comerciantes».

«Era una persona buena y pacífica. No quería ir a vivir a casa de nadie porque sentía que iba a molestar. Murió entre sus pertenencias sin que los servicios sanitarios pudieran hacer nada», señaló un comunicado hecho público por SOS Racismo Gipuzkoa.

El cuerpo de Moussa fue llevado al tanatorio de Usurbil, y la comunidad musulmana de Irun, al igual que ha hecho con otros migrantes muertos, puso en marcha una recogida de fondos para poder repatriar su cuerpo a Senegal. En apenas tres días se ha logrado la cantidad necesaria.

En este caso, el Ayuntamiento de Irun, cuatro días después de la muerte de Moussa, no tenía noticia sobre lo sucedido. Así se lo comunicó a NAIZ los días 3 y 4 de enero. Una vez ha salido la noticia en diferentes medios de comunicación, tampoco ha habido un comunicado institucional, ni consta ningún tipo de ayuda a la repatriación.

«¿No hay recursos en Irun para evitar que personas residentes desde hace años en la ciudad y que viven en situación de vulnerabilidad puedan enfermar hasta el punto de morir en la calle?», se pregunta SOS Racismo Gipuzkoa.

Responsabilidad institucional

Las personas que duermen en las calles de Irun han ido en aumento en los últimos años. Esta cuestión fue debatida en un Pleno de febrero del pasado año, después de que la Asociación Zambra presentara una moción aprovechando el turno popular. No se aprobó finalmente su texto, sino uno alternativo que presentaron PSOE y Podemos-IU (miembros del Gobierno municipal), y que apoyó el PP.

El escrito de Zambra exigía al Ayuntamiento ampliar las plazas para personas sin hogar de manera que nadie tenga que dormir en la calle. El que finalmente se aprobó instaba al Gobierno municipal a, «dentro de sus competencias, poner en marcha nuevos recursos residenciales para paliar los efectos de estas crisis». En definitiva, el texto que se aprobó quitaba peso a la responsabilidad municipal, apuntando a instancias superiores, como la Diputación o el Gobierno de Lakua. Un clásico desgraciado en estos casos.

Beste Bi considera necesaria una reflexión «profunda y compartida» y les plantea la necesidad de elaborar esta estrategia conjuntamente entre el Gobierno, las diputaciones y los ayuntamientos, con la colaboración del Tercer Sector; desarrollar los servicios y las actuaciones necesarias con un «presupuesto adecuado»; una implantación adaptada a los diferentes lugares del territorio y no solo en las tres capitales; y hacerlo con «perspectiva de género y sistemas de seguimiento y evaluación».

Pide a las instituciones públicas que «incluyan en los planes de recuperación la lucha contra la desigualdad» y que «se tengan en cuenta el Compromiso Social de Oporto del 7 de mayo de 2021». En especial, aboga por «desarrollar políticas públicas que fortalezcan la cohesión social y luchen contra todas las formas de discriminación», a la vez que «promuevan la igualdad de oportunidades para todos».

Cierre de las canchas de Atxuri

Sin embargo, la realidad nos muestra que estamos lejos de esto. El 3 de enero, un día después de la muerte de Angélica en Bilbo, el Ayuntamiento de Bilbo colocó vallas en las canchas del polideportivo de Atxuri para impedir que los jóvenes sin hogar que ahí pernoctaban puedan seguir haciéndolo.

Moussa, que vivía en la calle en Irun, murió el pasado 31 de diciembre. (Marisol RAMIREZ/FOKU)
Moussa, que vivía en la calle en Irun, murió el pasado 31 de diciembre. (Marisol RAMIREZ/FOKU)

«Decenas de jóvenes norteafricanos llevan ocho meses durmiendo en las canchas de Atxuri. Ante la inoperancia del Ayuntamiento para conseguir un recurso habitacional, el vecindario comprometido de este barrio les ha ofrecido un espacio para guardar sus pocas propiedades y un espacio para dormir. Ante la injusticia, apoyo mutuo entre vecinas», señalaron varios vecinos y vecinas del barrio bilbaino que llevan tiempo ayudándoles.

«Nosotros sabemos que no le gustamos al Ayuntamiento. Vemos que la policía viene todos los días a despertarnos a las 7 de la mañana. Y ahora, lo que hace el Ayuntamiento vemos que es un acto racista. No nos gusta. Y pensamos que a mucha gente buena de Bilbao tampoco le va a gustar, porque este mes va a haber mucho frío y lluvia. Nadie merece dormir en la calle. Lo principal no es sólo que nos cierren la cancha. Lo principal es que nos den albergue o una vivienda para no estar en la calle. Pero el Ayuntamiento no mira hacia nosotros», señalaron los jóvenes que dormían habitualmente en las canchas de Atxuri en una movilización este miércoles.