Jaime Iglesias
Elkarrizketa
Jessica Chastain
Actriz

«En EEUU existe un peligroso vínculo entre la religión y la política»

Nacida en 1977 en California, 2011 fue el año de su consagración con el estreno de ‘El árbol de la vida’, ‘Take Shelter’ y ‘Criadas y señoras’. Ha recibido dos candidaturas al Oscar y en unos días podría caer la tercera con ‘Los ojos de Tammy Faye’, que le valió la Concha de Plata en Zinemaldia.

Jessica Chastain, en la última edición de Zinemaldia.
Jessica Chastain, en la última edición de Zinemaldia. (Gorka Rubio | FOKU)

​Lleva una década siendo una de las intérpretes más prestigiosas de Hollywood combinando su participación el filmes con clara vocación comercial y en proyectos de mayor riesgo. En ‘Los ojos de Tammy Faye’, que llega ahora a las salas tras su paso por el último Zinemaldia (donde la actriz consigió el premio a la mejor interpretación protagonista ex aequo con la danesa Tea Lindburg), Chastain interpreta a la famosa cantante y telepredicadora estadounidense que levantó un conglomerado empresarial en los años 70 y 80 junto con su marido, el líder evangélico Jim Bakker, antes de ser procesados por fraude. Uno de esos personajes que ponen a cualquier intérprete en Hollywood a las puertas del Oscar. Para confirmarlo deberemos esperar al próximo martes, que es cuando se anunciarán las nominaciones.

​Entiendo que ‘Los ojos de Tammy Faye’ es un proyecto muy personal para usted en la medida en que, además de protagonizarlo, también figura como productora del mismo. ¿Qué la llevó a apostar tan fuerte por esta película?

La verdad es que yo nunca he tenido vocación de productora. Además, en 2012, cuando adquirí los derechos de esta historia, no solo no carecía de esa vocación sino que tampoco tenía experiencia y mi posición dentro de la industria no era la que tengo ahora. Pero por alguna extraña razón sentí que debía poner todos los medios a mi alcance para llevar a buen puerto este proyecto, asumiendo incluso funciones que excedían mi desempeño profesional como actriz.
 
Pero ¿por qué? ¿Qué fue lo que le cautivó de esta historia? ¿Fue el hecho de inspirarse en hechos reales o acaso la propia fuerza del personaje de Tammy Faye?

Más que la fuerza del personaje fue su ambigüedad y su complejidad lo que me cautivó de ella y también esas tensiones entre su manera de ser y el modo en que era percibida por los demás. Yo crecí viendo a Tammy Faye; cuando yo era niña ella era un rostro muy popular en la televisión de EE.UU. Sin embargo, desde que empecé con este proyecto, cada vez que intentaba recordar al personaje, me di cuenta de que únicamente me venían a la cabeza las bromas que se hacían sobre ella, sobre su físico, sobre su maquillaje y su estilismo, pero apenas recordaba nada de su personalidad.

Investigando sobre ella, me fui dando cuenta de que fue un ser lleno de contradicciones pero, al mismo tiempo, lleno de amor. Además se trataba de un amor sincero, no había nada de impostado o calculado en esa empatía y en ese afecto que siempre mostró hacia sus semejantes incluso si iban en contra de las corrientes de pensamiento dominantes o de aquellas que defendían quienes producían sus shows que, por lo general, era gente bastante reaccionaria. En ese sentido, la famosa entrevista que le hizo en 1985 al pastor Steve Pieters, enfermo de SIDA, contribuyó a derribar muchos prejuicios sobre esta enfermedad.
 
De hecho, tal y como aparece retratada en la película, Tammy parece ser el único alma pura dentro de toda esa pléyade de líderes religiosos que se sirven de la fe de los demás para hacer negocio. ¿Cómo asumió ese carácter dual del personaje?

Yo creo que esa dualidad no es algo específico de este personaje sino que está en todos los papeles que he interpretado dado que se trata de seres humanos y los seres humanos estamos llenos de contradicciones. Dicho lo cual, es cierto que la religiones, más allá de ese sentimiento de fraternidad que las inspira, son, ante todo, un negocio, y siempre lo han sido.

Cuando tú vas a la misa, la liturgia siempre se clausura pasando el cepillo para que los fieles hagan su contribución económica a la Iglesia y en caso de EE. UU esa explotación de la fe como negocio se ve amplificada por el poder de los medios de comunicación y, especialmente de la televisión. Tammy Faye fue una figura destacada de toda esa parafernalia y no solo en calidad de telepredicadora sino que, además, grabó veinte discos y publicó cuatro libros. La proyección pública del personaje hacían de ella en una figura fascinante, pero a mí lo que me interesaba era explorar lo que había detrás de ese perfil público, de la religión y del oropel. Sobre todo porque no me hubiese sentido cómoda ofreciendo una versión superficial del personaje, a mí como actriz no me toca juzgar a Tammy Faye sino encarnar todas esas contradicciones que la fueron definiendo y hacerlo de manera honesta.
 
Pero ¿qué opinión le merece esa mercantilización de la fe?

Es algo que siempre me ha incomodado, claro. Para mi la fe es algo que pertenece a la esfera íntima de cada persona. Convertir la religión en un negocio es algo que resta credibilidad a las iglesias. La fe y el dinero deberían estar disociados.
 
En este sentido ¿cree que una película como ‘Los ojos de Tammy Faye’ puede ser interpretada en clave de sátira política?

Yo no percibo la película como una sátira pero sí que es verdad que el film pone de manifiesto ese peligroso vínculo que existe en EE. UU entre religión y política, no hay más que ver el papel que jugaron entonces, y continúan jugando, algunos predicadores como líderes de opinión o participando, directamente, en la actividad política, presentándose a ocupar distintos cargos públicos valiéndose de su posición como líderes religiosos. Esto no deja de ser gracioso en un país donde la aconfesionalidad de las instituciones viene garantizada por nuestra Constitución. En este sentido, yo creo que más que una sátira, lo que plantea el final de la película es un contraste entre el modelo de país que nos gustaría que fuera EE. UU y lo que, en realidad, es.
 
¿Cree que hoy en día las redes sociales han venido a ocupar ese poder que antaño tenían los telepredicadores a la hora de prefijar una moral y unos modelos de conducta?

Puede ser, pero hay una diferencia sustancial entre lo que era la televisión en los años 80 y 90 y el fenómeno de las redes sociales y es que estas están abiertas a todo el mundo y los mensajes que circulan por ellas no están tan sujetos a intereses. El poder de la televisión estaba concentrado en unas cuantas corporaciones y aún hoy lo está. Como tal, hay un núcleo reducido de personas que nos impone al resto su opinión determinando quien tiene que aparecer en sus programas, a quienes ha de entrevistarse y a quienes no.

Frente a esas dinámicas, en las redes sociales todo el mundo tiene una voz. Ahí está el ejemplo del #MeToo. Dudo mucho que este movimiento hubiera podido ver la luz de alguna manera de no haber existido las redes sociales. Por eso me resulta preocupante que se restrinja el acceso a las redes a determinados colectivos o a determinadas personas, porque eso equivale a excluirlas del debate público. Hay que estar vigilantes para que las redes no terminen por asumir el funcionamiento restrictivo de los medios tradicionales.