Carlos Gil
Analista cultural
CRíTICA: ‘MI HIJO SOLO CAMINA UN POCO MáS LENTO’

La soledad y el desamor

Obra: ‘Mi hijo solo camina un poco más lento’. Autor: Ivor Martinic. Intérpretes: Miren Arrieta, Anne Gabarain, Klara Badiola, Mireia Gabilondo, Asier Hernández, Ander Iruretagoiena, Xabi ‘Jabato’ López, Maria Redondo, Martxelo Rubio, JR Soroiz. Dir.: Fernando Bernués. Prod.: Tanttaka. Dferia.

Imagen de una escena de la obra.
Imagen de una escena de la obra. (Tanttaka)

Una familia desestructurada, mantenida en la superficialidad de la costumbre y la nostalgia, donde los estratos de edades van señalando las distintas capas de soledad y desengaño, cuando la desmemoria parece ser la mejor herramienta para reconstruir un pasado imaginario que empuja en el presente hacia una muestra de desamor que se intenta camuflar en los globos cumpleañeros de una posibilidad de salvación a base de amores juveniles formados en el contraste de las necesidades inherentes a soledades y complejos, donde la esperanza no alcanza casi ni para un sueño húmedo. 

Un joven con un enfermedad que le va inutilizando su movilidad, condenado a moverse en una silla de ruedas para toda su vida se muestra el ser más equilibrado dentro de esa familia, en donde la abuela ya ha perdido la memoria, el abuelo es una suerte de zombi, la madre se muestra absolutamente destrozada por la realidad, la imagen de la soledad total, con un marido que huye de sus compromisos, sin más aliciente que sobrevivir a unas frustraciones personales y a unos sentimientos de. culpa que asume de manera patológica por esa situación castrante de un hijo inhabilitado físicamente y encerrado mentalmente en su mundo.

En esta situación descorazonadora no existen muchas posibilidades de salvación más allá que la de sustituir las esperanzas por el conformismo. La obra de Ivor Martinic es cruel y realista, el montaje de Tanttaka se enmarca en una puesta en escena limpia, moderadamente realista, con interpretaciones canónicas. Deja transcurrir la acción, se acopla a la narración para que todo quede explícito, añade un punto de exoneración de la tristeza con un final que apunta a un posible felicidad ejecutada por una joven enamorada del hijo que camina más lento. Es un montaje solvente, y destaca un reparto con actrices y actores de gran trayectoria en el teatro donostiarra, junto a la de nuevos valores, que le dotan de ese contraste de energías que tanto se agradece. Un aplauso generacional.