Iñaki  Iriondo
Cronista político

Lehendakari: ¿cuestión de clase?

Se había dicho, incluso desde Lehendakaritza, que Iñigo Urkullu no acudiría por problemas de agenda a la Asamblea de Cebek, lo que se interpretó como una muestra de enfado con el empresariado por algunas de su posiciones, pero al final todo acabó arreglándose.

Iñigo Urkullu, en la Asamblea de Cebek
Iñigo Urkullu, en la Asamblea de Cebek (Irekia)

Se había repetido que el lehendakari, Iñigo Urkullu, no acudiría a la asamblea que el pasado miércoles celebró la Confederación Empresarial de Bizkaia, Cebek. De hecho, fuentes de Lehendakaritza, confirmaron con una semana de antelación a EITB que había «problemas de agenda» que impedían esa asistencia. Era algo extraño, puesto que Cebek, salvo en tiempos de pandemia, celebra su asamblea presencial más o menos en las mismas fechas en torno a la semana del 15 de mayo.

Así que comenzaron las elucubraciones, no faltas de certezas, sobre el malestar que en Lehendakaritza había con algunas actuaciones de parte del empresariado de la CAV. Por un lado, el informe elaborado por la plataforma Zedarriak, certificando que «Euskadi no ocupa ya posiciones de liderazgo», había hinchado las venas del cuello en Ajuria Enea y en las plantas altas de Sabin Etxea. Por otro, determinados mensajes de Confebask no habían gustado tampoco nada en Palacio, a pesar de que lo dirige Eduardo Zubiaurre, quien fuera presidente municipal del PNV en Eibar y que ahora está de baja por una enfermedad de la que hay que desearle una pronta recuperación. Y, para más Inri, no faltaron las cabezas visibles de empresas punteras vascas que corrieron a acompañar a la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso –acusada de dumping fiscal oficialmente por Urkullu– en un acto que convocó el PP de Carlos Iturgaiz en Gasteiz el ocho de abril, con la indisimulada intención de atraerlos a sus prácticas ultraliberales (y antisociales) y a ser posible a que trasladen su sede a Madrid.

Especialmente definitorio del talante de la cúspide jeltzale fueron las presiones que los miembros de Zedarriak recibieron. Según denunciaron algunos de sus componentes, recibieron llamadas para dejarles constancia clara de la «indignación» del lehendakari con la publicación del informe, puesto que se había sentido «traicionado». Les reprocharon que el mensaje es «catastrofista», se había hecho público en «el peor momento» y que esas cosas se dicen en privado y no en público. A esto, uno de los firmantes replicó que «a lo mejor si se hace en público es porque no se nos ha hecho nunca caso en privado». Tampoco faltaron las críticas a Zedarriak de consejeros del Gobierno y de burukides del EBB en los medios. Ni las durísimas en privado, según ha conocido este diario.

La polémica pública suscitada hizo que la mayoría de los miembros de Zedarriak, varios muy cercanos a Lakua, se reafirmaran en las conclusiones de su informe. Pero otros, como el catedrático de Derecho Internacional Privado, Juanjo Álvarez, considerado un “asesor privado” del lehendakari, y la economista Elena Zarraga, presidenta de Gaia y directora general de LKS Next, empresa con numerosos contratos públicos, anunciaron que dejaban la plataforma.

Pero la sangre no llegó al río. El miércoles, finalmente, el lehendakari hizo todos los esfuerzos necesarios para apretar su agenda y llegar al cierre de la Asamblea de Cebek, donde incluso pronunció un discurso, en el que se explicó diciendo que «no siempre es fácil, a veces es imposible, gestionar la agenda dando respuesta presencial cuando todos los eventos son importantes». Después respondió a quienes le acusaban de desoír las críticas afirmando que «estoy convencido de que superaremos esta situación. ¿Es autocomplacencia? No. Es confianza. Confianza basada en el compromiso individual y la corresponsabilidad colectiva». Y a reglón seguido volvió a repetir la pregunta cuando alardeó de la estabilidad de su gobierno y de la colaboración publicó-privada lograda. «¿Es autocomplacencia? No. Es trabajo desde la autoexigencia».

Se ve así que su aireado enfado con el empresariado no era por una cuestión de fondo, sino de formas. Le habían criticado.

Porque históricamente el lehendakari siempre ha estado  cerca del empresariado. En ocasiones, incluso con polémica, como cuando en enero de 2019, en plena huelga del metal en Bizkaia, afirmó en un acto público que «estoy seguro también de que por parte de las empresas, por parte de la Federación Vizcaina de Empresas del Metal, se ha hecho todo lo posible en estos meses para intentar alcanzar acuerdos». Lo llamativo –y denunciable– fue que después lo negó en el Parlamento, cuando sus afirmaciones estaban grabadas, como demostró NAIZ (https://www.naiz.eus/eu/info/noticia/20191011/urkullu-niega-en-el-parlamento-haber-dicho-lo-que-si-dijo-sobre-la-huelga-del-metal).

El caso es que en estos días de enfrentamiento con la Patronal, el lehendakari, Iñigo Urkullu, ha recibido también algunas invitaciones de sindicatos y trabajadores. Por ejemplo, el mismo día de la Asamblea de Cebek, LAB le recordaba la muerte de un trabajador de Pepsico y denunciaba que «hemos visto al señor Urkullu salir recientemente de la mano de la patronal contra el absentismo, ¿cuándo saldrá contra los crímenes laborales?»

No ha habido respuesta. Hasta el momento, al lehendakari se le ha visto más encararse con sindicalistas incluso físicamente y en público, como con los de Osakidetza, que ponerse a su lado.

El malestar de Lehendakaritza con la patronal ha durado poco. Y aunque Iñigo Urkullu trufó su discurso en la Asamblea de Cebek de pellizcos a quienes le habían criticado, también se sintió reconfortado porque dijo haber leído a su presidenta, Carolina Pérez Toledo, «que la empresa siempre había sentido la cercanía de las instituciones». Le respondió en su intervención que «esta es hoy también una cara del Modelo Vasco de Desarrollo Sostenible: la ayuda desde las instituciones en la generación de riqueza, empleo y bienestar», que es lo que hacen los empresarios, al parecer ellos solos.