Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

«L’ombre d’un mensonge»

Es una película muy importante en la filmografía como director del actor belga Bouli Lanners porque supone un cambio de trayectoria, movido por el deseo de hacer algo diferente y salir de su rutina de premios y festivales frecuentados desde el comienzo. Con su ópera prima ‘Ultranova’ (2005), recibió en la Berlinale el importante premio de la sección Panorama C.I.C.A.E., que concede la Confederación Internacional de Cinemas de Arte y Ensayo, además de triunfar en Xixón como Mejor Película. Su segundo largometraje, ‘Eldorado’ (2008), le llevó a la sección Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, donde obtuvo el FIPRESCI de la crítica internacional y el Europa Label. De vuelta a Cannes, con ‘Los gigantes’ (2011) recibía otra vez el C.I.C.A.E., y en los premios Magritte del cine belga se hacía con dos estatuillas a la Mejor Película y Mejor Dirección. Galardones que repitió de nuevo con ‘Les premiers, les derniers’ (2016).

Al menos su quinto largometraje ‘L’ombre d’un mensonge’ (2021) le ha permitido atravesar el océano, yendo a parar al Festival de Chicago, consiguiendo hacerse con los premios interpretativos a la Mejor Actriz para la irlandesa Michelle Farley y al Mejor Actor para él mismo. Si lo que quería era abrir horizontes, ya lo está llevando a cabo. Lanners considera que sus anteriores realizaciones eran obras de autor y, su nueva película, que también lo es en el fondo, busca una audiencia más amplia. Es consecuencia de que hasta ahora había contado historias de amistad, y esta es su primera historia de amor con mayúsculas. El haber sido rodada en inglés facilita aún más si cabe su salida al exterior, fuera de su habitual mercado francófono.

El título original desaparece en la versión doblada que veremos, debido a que la distribuidora ha creído más oportuno promocionar su evocación paisajística y romántica con ese ‘Un amor en Escocia’, aunque las remotas localizaciones en las que transcurre son todo menos turísticas. Por eso le gusta tanto a Lanners hacer una escapada todos los años a las Hébridas Exteriores y, a medida que ha ido familiarizándose con las islas norteñas, ha ido sintiendo la necesidad de hacer una película que reflejase el ambiente inhóspito y extremadamente bello del lugar.

Cuando se puso a escribir el guion pensó que le iba a salir un thriller, pero de dicha idea inicial lo que ha quedado es el misterio que envuelve al romance. La inclinación amorosa en una tierra tan extrema se la sugirió el tema musical del dúo Soulsavers ‘Wise Blood’, incluido finalmente en la banda sonora, en la que no falta la aportación local de bandas gaélicas.

Lanners acertó en la elección genérica porque le ayuda a sacar fuera su lado más sensible, al igual que supone un doble acierto su decisión final de interpretar al extranjero de la pareja, asumiendo así su postura tanto delante como detrás de la cámara con respecto a su país escocés de acogida. Como quiera que se trata de una relación de madurez, la experimentada actriz irlandesa Michelle Fairley completa el emparejamiento, dentro del cual ella vive su última oportunidad para dejarse llevar por la pasión y los sentimientos.

El protagonista es trasladado a un hospital de Inverness cuando sufre un derrame cerebral que le provoca una laguna mental. De vuelta a Lewis Island, es reclamado por la familia McPherson, pues trabajaba en su granja. La hija de su patrón se ofrece a cuidarle mientras trata de recuperarse, pero ella aprovecha su vacío de memoria para hacerle creer que fueron amantes en secreto, aunque él no termina de entender por qué han de ocultar a los demás su idilio.

Millie halla en Phil su ventana al exterior, teniendo en cuenta la forma de existencia aislada y cerrada para las mujeres de Lewis Island, una comunidad presbiteriana en la que conservan costumbres de otras épocas, como la de asistir al culto religioso cubiertas con sombreros y largos abrigos totalmente negros.