Daniel   Galvalizi
Periodista

Lula gana impulso ante un final errático de Bolsonaro

Los errores en el espacio del actual presidente dan oxígeno al líder del PT, en una elección que probablemente gane con más esfuerzo del que se preveía. El reparto de los votos obtenidos en primera vuelta por Gomes (izquierda) y Tebet (centro) serán la clave de la jornada de este domingo.

Lula se mide con Bolsonaro este domingo en el decisivo segundo asalto.
Lula se mide con Bolsonaro este domingo en el decisivo segundo asalto. (Carl DE SOUZA | AFP)

Nadie pensaba que el histórico líder del Partido dos Trabalhadores (PT) y dos veces presidente iba a tener que contener la respiración hasta el final en su camino de regreso al poder en Brasil. Es probable que Lula da Silva gane la elección, pero el actual presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro (Partido Liberal), ha mostrado un músculo que ninguna encuesta previa a la primera vuelta preveía.

Ambos candidatos se disputan diez millones de votantes que eligieron a otras fuerzas políticas el 4 de octubre y además tienen una cantera de más de 38 millones de ciudadanos que no votaron. También alguna vez habría que analizar qué ha pasado con los cinco millones y medio de votos nulos que se registraron, que pueden ir desde personas que no entendieron lo que votaban (Brasil todavía tiene un 7% de población analfabeta) o errores en las máquinas de voto electrónico.

Como su amigo e ídolo Donald Trump, Bolsonaro elige sobre el final redoblar sus intentos de poner en duda los resultados y manchar el camino hacia su posible derrota. No solo ha solicitado una postergación basada en unas quejas porque tres radios del estado de Bahía faltaron a la ley electoral y no pusieron al aire sus anuncios (algo que fue rechazado por la justicia, pero su equipo dijo que iba a intentar posponer los comicios hasta último minuto) sino que incrementó sus presiones al poder judicial. De hecho, el diario más leído de Brasil, ‘Folha do São Paulo’, publicó, citando fuentes directas de los magistrados del Supremo Tribunal, que los mismos dejaban filtrar que creían que Bolsonaro iba a copiar el «modelo Trump» y preparaba un escándalo final y una campaña de desacreditación de los resultados. Algo similar, cuestionando la validez de las máquinas de votación electrónica, hizo días previos a la primera vuelta.

Campaña errática

«Hoy no sabemos, ya no se puede asegurar el margen, pero hace diez días había un escenario de victoria potencial de Lula. Hoy puedo decir que es un ‘momentum’ pro Lula y si hay que hacer un pronóstico es que lo más posible es un triunfo de Lula, pero no se puede descartar completamente uno de Bolsonaro», dice a NAIZ el politólogo especialista en Brasil, Patricio Gómez Talavera.

Así lo afirma porque en los últimos diez días «la campaña de Bolsonaro ha tenido incidencias con impacto en el electorado, quebrando burbujas de comunicación, y está en peores condiciones, es el clima instalado sobre el final». Se refiere a errores en la campaña del candidato bolsonarista en São Paulo, Tarcísio Gomes, quien denunció un ataque a balazos en Paraisópolis en el que nadie fue herido y lo asoció inmediatamente a violencia política, aunque nada de ello se demostró.

Otro error de comunicación política fue el del ministro de Economía, Paulo Guedes, conocido por su retórica insensible y neoliberal, que a pocos días de la segunda vuelta anunció que el Gobierno iba a dejar de reajustar el salario mínimo por la inflación y que quitaría unas deducciones impositivas a la clase media y media alta por servicios de salud y educación.

Otro de los goles en contra que ha sufrido la campaña de Bolsonaro ha sido el de Roberto Jefferson, un amigo personal de la familia del presidente y socio político, quien arrojó una granada a los policías federales que iban a controlarlo cuando violaba su prisión domiciliaria, en las afueras de Río de Janeiro. Condenado por corrupción durante su colaboración con el gobierno del PT de Lula, luego se acercó a Bolsonaro y volvió a la actividad política. La tibia condena a la violencia y la ilegalidad de Jefferson por parte del bolsonarismo no fue de lo mejor que pudo hacer en el sprint final de campaña.

«El pedido de postergación de la segunda vuelta es un acto de desesperación del bolsonarismo, cuya ala más ideológica lo impulsa y su ala más política lo ve con recelos. Quien lidera al núcleo duro más radicalizado es el ministro de Comunicación, Fábio Faria. Quieren apelar a la pelea frontal con el Tribunal Electoral porque en las encuestas, el 42% de la gente dice creer que la judicatura se excede en sus facultades», señala Gómez Talavera.

Sobre la fortaleza que dejará el espacio del actual presidente, considera que «hay movimientos que se cristalizan en un símbolo, y Bolsonaro es un vehículo para ellos. El trumpismo existirá sin Trump y el bolsonarismo existirá sin Bolsonaro. Es posible que sobreviva de la mano de gente como Romeu Cema (gobernador electo por Minas Gerais) o del propio Tarcísio».

De todas formas, ha recordado que «el compromiso de Lula es hacer un gobierno socio-liberal, porque otra cosa no podría hacer dadas las circunstancias, y además anunció que va por un solo mandato por su edad, y eso contrasta con el discurso bolsonarista, que dice querer una pervivencia en el poder por 20 años».

El reparto de la primera vuelta

La media de los sondeos ubica a Lula cerca del 51% y a Bolsonaro en torno al 46%. La participación será clave para acabar definiendo la elección, aunque aún más el reparto de los diez millones de votos que no fueron a la polarización entre ambos. Allí ocurre una situación muy peculiar: según la encuestadora Ipespe, solo el 52% de los votos del izquierdista Ciro Gomes (PDT) van para Lula y el 42% van para Bolsonaro, mientras que el 70% de los de la centrista Simone Tebet (PMDB) serán para el candidato del PT y solo el 18% para Bolsonaro.

¿Cómo es posible, siendo Gomes emblema de progresistas urbanos y jóvenes? «El 40% del electorado del PDT se define de centroderecha, además es un partido que lleva tiempo perforado por grupos de extrema derecha, negacionistas, antifeministas, negadores del Holocausto y antivacunas», explica Gómez Talavera.

El PDT nació a partir del liderazgo de Leonel Brizola en los años 50 para representar un voto de izquierda urbano, que con el crecimiento del PT entró en un proceso de achicamiento en su poderío electoral. En los últimos años fue infiltrado por el grupo Nova Resistencia. El presidente del PDT federal, Carlos Lupi, ha amenazado con expulsarlos, pero estos elementos ultra siguen en el interior del partido e incluso lograron imponer a uno de sus referentes como candidato estatal en Sao Paulo. Nova Resistencia es especialmente fuerte en Rio de Janeiro.

Esto hace que casi la mitad de sus más de tres millones de votos vayan al bolsonarismo, mientras los cinco millones de la candidata del PMDB, un partido que fue aliado de Lula y es nítidamente demócrata, serán el flujo de sufragios que podría llevar hoy a la victoria al PT, a quien le esperará, en caso de ganar, un Congreso adverso, en minoría y con un centrão, como se llama a las fuerzas minoritarias de centro y centroderecha, con fuerza en ciertas regiones y que se vuelven ineludibles en la gobernabilidad.

La otra gran batalla de este domingo se llama São Paulo, con una segunda vuelta entre el bolsonarista Gomes y el petista Fernando Haddad. Las encuestas favorecen al primero, pero lo más destacable es un hito histórico: será la primera vez en un cuarto de siglo que el PSDB, el partido de centroderecha de Cardoso y Serra, pierda la gobernación del estado más poblado (44 millones) y más rico de Brasil. La radicalización a la derecha de sus bases fue funcional al bolsonarismo, mientras que su icono, el dos veces presidente antes que Lula, ha militado a favor del petista. Refleja el sentimiento de parte de la élite intelectual brasileña y su temor por el retroceso democrático en Brasil.

Lula tendrá que lidiar con varios opositores con fuerza territorial. De los seis estados más grandes (São Paulo, Minas Gerais, Rio de Janeiro, Bahía, Rio Grande do Sul y Paraná) solo el del nordeste acabará teniendo a un petista en el gobierno.

Así las cosas, es bastante probable que mañana la cuarta democracia en población del mundo amanezca con un presidente electo que no sea de extrema derecha. Pero también dejará la elección un mensaje inequívoco: la fortaleza del bolsonarismo. De hecho, Jair Bolsonaro ostentará el récord de ser el líder neofascista más votado en la historia moderna.