Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea / Redactor especializado en internacional

Esencialismo ucranio, impronta histórica e influencia actual de la extrema derecha

Asediada por fracturas de todo tipo, históricas, étnico-lingüísticas, religiosas e incluso socio-geográficas, Ucrania no ha salido de su laberinto nacional. Y su Gobierno sigue condicionado por un esencialismo con referencias históricas ultras que la invasión rusa, paradójicamente, alimenta.

Rendición de miembros del Batallón Azov en Azovstal.
Rendición de miembros del Batallón Azov en Azovstal. (MINISTERIO RUSO DE DEFENSA | AFP)

El Gobierno ucraniano de Volodimir Zelenski apela al apoyo occidental en nombre de la democracia contra el autoritarismo de la Rusia de Vladimir Putin.

Una tesis que queda ensombrecida y en entredicho por el protagonismo, desde el inicio de la invasión, de batallones ultraderechistas como Azov, que recibe el nombre del mar que baña el sureste de Ucrania, hoy en manos rusas.

Estos grupos armados, integrados en la estructura militar ucraniana a través del Ministerio de Defensa, fueron decisivos desde el inicio de la guerra del Donbass para mantener como punta de lanza el control de Kiev en ciudades como Mariupol y Melitopol.

Pero la presencia de la extrema derecha va más allá del ámbito militar. El activismo de partidos como el Pravy Sektor en la revuelta del Maidan de 2014 y la guerra posterior le otorgaron una influencia mucho mayor que su fuerza política y electoral (en las últimas elecciones el 2% de los votos).

El ascendiente del esencialismo ucraniano en la construcción del discurso patriótico tiene una impronta histórica.

El culto a Stepan Bandera, abiertamente fascista y líder del nacionalismo ucraniano en los años 30 y 40, es a día de hoy una realidad.

A principios de enero, la Rada tuvo que retirar una foto del comandante en jefe de las fuerzas armadas ucranianas, Valeri Zaluzhni, posando junto a un retrato del líder de la OUN (Organización de Nacionalistas Ucranios), cuyo brazo armado, el Ejército Insurgente Ucranio (UPA), perpetró las matanzas de judíos polacos de Volinia y Galitzia (100.000 muertos), y del que surgieron miles de policías carceleros en los campos de concentración nazis en Ucrania (1,5 millones de muertos).

Con las insignias rojinegras banderistas por todo el país, donde la festividad nacional es el aniversario de la fundación de la UPA, y con el «Gloria a Ucrania, Gloria a los héroes» de la OUN como lema de guerra, no es extraño que Putin, adalid de la derechización patriótica de Rusia, justifique su guerra como un proceso para desnazificar Ucrania. Y acuse a Kiev de limpieza étnica y genocidio en el Donbass rusófono. Lo cierto es que no lo hubo, por lo menos a gran escala, y seguro que no por falta de ganas de los ultras ucranianos.

Con las insignias rojinegras banderistas por todo el país, donde la festividad nacional es el aniversario de la fundación de la UPA, y con el «Gloria a Ucrania, Gloria a los héroes» de la OUN como lema de guerra, no es extraño que Putin justifique su guerra como un proceso para desnazificar Ucrania

Tras rebelarse contra el nuevo Ejecutivo ucraniano, las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk se convirtieron rápidamente en escenario de guerra, en el caso ruso por procuración, con sus excesos y exacciones desde ambos bandos, contra prorrusos pero también contra pro-ucranianos.

Comparar, como hacen algunos para denunciar el doble rasero occidental, el Donbass con Kosovo es inexacto. Y, puestos, lo que sí puede equipararse, salvando las distancias, es la posición política de Serbia respecto a Kosovo con la de Rusia hacia Ucrania. Kosovo es, para Belgrado, su mito fundacional (batalla de Kosovo Polje), como el Rus de Kiev lo es en el imaginario ruso.

Mitos y pecados

Toda construcción tiene sus mitos y pecados. También la ucraniana (que tire quien se atreva la primera piedra).  

El problema de Ucrania es que, por vicisitudes históricas que no ha lugar aquí a desgranar, sigue siendo un país joven en un proceso inacabado de construcción nacional.

Dividido por fracturas étnico-lingüísticas (ucranianos, rusos, tártaros...), religiosas (ortodoxos de obediencia rusa, ucraniana y uniatas), sociológicas (la Ucrania rural y la industrial)..., fracturas que además no son lineales, Ucrania fue Rus de Kiev, territorio polaco-lituano, ruso-zarista, austro-húngaro y soviético. En diferentes épocas y de forma geográficamente no uniforme.

Arrancó su independencia en 1991 con una apelación a la construcción nacional y a la reivindicación de la sojuzgada cultura ucrania que no tuvo continuidad y que fue sustituida, desde la revolución naranja de 2004, con una pulsión entre la visión esencialista ucraniana y su contrapunto, la visión eslavo-oriental.

Mientras, los ucranianos siguieron sojuzgados por la corrupción de una clase oligárquica que tomó el relevo de la nomenclatura comunista. Muchos veían la solución en la inserción en Occidente, otros en la vuelta a la Madre Rusia.

En esas llegó la revuelta del Maidan, que dio un claro impulso al alineamiento con Occidente, parejo con un refuerzo del esencialismo ucranio que se hizo efectivo cuando Kiev derogó la cooficialidad del ruso en el este rusófono.

El Parlamento ucraniano acaba de aprobar una ley que incluye la prohibición de estudiar en rumano y húngaro, lenguas maternas de comunidades rumano-moldavas (500.000) y magiares (156.000, en la Transcarpatia)

Un giro que persiste

En nombre de la lucha contra el ruso como instrumento para la expansión geopolítica de Moscú, el Parlamento ucraniano acaba de aprobar una ley que incluye la prohibición de estudiar en rumano y húngaro, lenguas maternas de comunidades rumano-moldavas (500.000) y magiares (156.000, en la Transcarpatia).

Un giro que la invasión rusa retroalimenta y que obliga asimismo a Ucrania a depender cada vez más de actores externos.

Resulta, en este sentido, paradójico que sea una canción de los fusileros de Sich, una legión ucraniana que luchó en el Ejército austro-húngaro en la Gran Guerra, ‘Oi u luzi chernova kalina’, la que se ha convertido en himno de la resistencia al invasor ruso.