David Meseguer

El reto chií en Irak: marcar perfil propio bajo la ocupación de EEUU y el pilotaje iraní

A los veinte años de la invasión, el chiismo iraquí busca fijar su propia hoja de ruta. Con un Gobierno estable, expertos y políticos destacan que es necesario curar las divisiones internas, redefinir la estrategia de confrontación con EEUU y sacar partido del acercamiento entre Teherán y Riad.

Puesto de venta de pósters de figuras clave del chiismo en los alrededores del santuario chií del imán Al-Kadhem, en el barrio de Kadhimiya.
Puesto de venta de pósters de figuras clave del chiismo en los alrededores del santuario chií del imán Al-Kadhem, en el barrio de Kadhimiya. (David MESEGUER)

En los alrededores del santuario chií del imán Al-Kadhem, en el barrio bagdadí de Kadhimiya, diferentes figuras clave del chiismo compiten por ser el póster más vendido entre los peregrinos. Retratos de clérigos locales como Muqtada al-Sadr o el ayatolá Al-Sistani, comparten espacio con iconos espirituales y militares iraníes como los difuntos ayatolá Jomeini o Qasem Soleimani, el general de la Guardia Revolucionaria Iraní muerto por EEUU en Bagdad tres años atrás.

Una amalgama de liderazgos, cuyas voces, posiciones e intereses llevan décadas condicionando la política iraquí. Desde la ciudad bañada por el Tigris, el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Mustansariya, Abdul Jabar, y, el jeque Yasim al-Yasari, uno de los líderes políticos de Hizbulah en Irak, analizan para NAIZ los retos que afronta el chiismo iraquí en clave interna y a nivel exterior.

La herencia de la ocupación de EEUU

«Tras veinte años, el sistema político iraquí sigue enfermo. Aunque la Constitución iraquí no lo establece así, todavía existe una distribución del poder según sectas y grupos étnicos. Esta sectarización fomentada por Washington la explotaron muy bien Al-Qaeda, primero, y el Estado Islámico, después», apunta el profesor Abdul Jabar desde el despecho de su casa en unos lujosos bloques de apartamentos de reciente construcción en las afueras de Kadhimiya. 

«Es indudable que el país ahora está mejor que con Sadam, pero no podemos cerrar los ojos ante el comportamiento de Estados Unidos en Irak. El Gobierno central no se ha liberado al cien por cien de la hegemonía estadounidense, cuya presencia e influencia obstaculizan la reconstrucción. El pueblo iraquí quiere la independencia económica y política de Estados Unidos», detalla el jeque Yasim al-Yasari, desde una sala repleta de libros contigua a una mezquita con una cúpula dorada que recuerda al templo de la Roca de Jerusalén.

«Es lamentable que durante estas dos décadas Irak se haya convertido en el tablero de juego entre EEUU e Irán. Teherán ha sido quien más rédito ha sacado con la caída de Sadam, pero tampoco podemos decir que Washington haya perdido», señala el analista político.

El miembro del buró político del Hizbulah iraquí sostiene que los estadounidenses lo prepararon todo para que Irak se viese sumergida en una guerra civil, pero gracias a clérigos como Al-Sistani y otros religiosos, el país consiguió alejarse de dicha deriva».

Yasim al-Yasari cree que los esfuerzos de las diferentes fuerzas políticas, así como de los líderes religiosos y tribales han fructificado y la reconciliación nacional es hoy una realidad. «Hay estabilidad política y la situación de seguridad ha mejorado ostensiblemente. La presencia de Estados Unidos en Irak ya no tiene sentido, pero Washington tiene proyectos con los sionistas en la zona», advierte el jeque chií.

Al-Yasari denuncia la cooperación entre estadounidenses e israelíes en los ataques periódicos a las milicias chiíes proiraníes tanto en territorio iraquí como sirio.

«Hashd al-Shabi, las Fuerzas de Movilización Popular, representan al pueblo iraquí y son fuerzas reconocidas por el Gobierno y el Parlamento, por lo tanto, EEUU debe respetarlas. Atacarlas significa una violación de la soberanía del país», indica el líder de Hizbulah subrayando que el conglomerado de milicias apoyadas por Teherán no va a desarmarse mientras Estados Unidos siga suponiendo un grave peligro.

En relación a la presencia reconocida por Washington de 2.500 efectivos militares estadounidenses en territorio iraquí, el jeque chií afirma tener informaciones que, en realidad, «se sitúan en torno a 10.000 teniendo en cuenta las numerosas bases existentes en la parte oeste de Bagdad, así como en el centro y norte del país».

En lo que se refiere a la muerte en enero de 2020 de Qasem Soleimani, general de la Guardia Revolucionaria Iraní, y Abu Mahdi al-Muhandis, comandante de las Fuerzas de Movilización Popular, Al-Yasari afirma que nunca olvidan a sus mártires y que «la venganza llegará tarde o temprano».

Al-Sadr y la división chií

Después de un año sin Gobierno tras las elecciones de octubre de 2021 y con enfrentamientos en las calles entre las diferentes facciones del chiismo, el paso a un lado del clérigo Muqtada al-Sadr tras la emisión de una fatua ha sido clave para la formación del Ejecutivo y la consecución de la estabilidad de la que goza el país actualmente.

«No hay que olvidar que Muqtada es líder religioso por herencia de su abuelo y padre, y su fuerza reside en el gran número de seguidores que tiene. La fatua emitida el pasado verano desde Irán por el gran ayatolá Kazem al-Haeiri le instaba a alejarse de las orientaciones políticas y le ha dejado en una situación muy crítica», explica Abdul Jabar, profesor de Ciencias Políticas.

«Mas allá del edicto religioso, Muqtada al-Sadr ganó unas elecciones en las que la participación fue sumamente baja y, sin apoyos, no podía formar Gobierno. Su estrategia política pasaba por dejar el resto de fuerzas chiíes en la oposición y esto fue rechazado por el ayatolá Al-Haeiri. El movimiento de Muqtada es una estrategia para alejarse de la primera línea, criticar desde la distancia y volver más fuerte en las próximas elecciones», apunta el jeque Yasim al-Yasari, visiblemente cansado por las cerca de doce horas de ayuno con motivo del Ramadán.

El académico cree que las últimas elecciones sirvieron para evidenciar muchas voces críticas dentro de la corriente sadrista y que «Muqtada está aprovechando la situación actual para limpiar sus filas de disidentes». Por su parte, Al-Yasari explica que «hay diálogo entre el resto fuerzas chiíes y la oficina de Al-Sadr y muchas discrepancias ya se han resuelto».

En relación al enorme peso del ayatolá Al-Sistani en la política iraquí, el profesor Abdul Jabar recuerda que no interviene en los asuntos de poder de forma clara, pero cuando plantea una opinión es muy tomada en cuenta por el poder político. «Al-Sistani declaró una vez que ‘los suníes no solo son nuestros hermanos, sino que son nosotros mismos. Hay que hablar de iraquíes, no de sectas», recuerda el académico para recalcar la importancia del ayatolá en la estabilidad de la que goza hoy el país.

El acercamiento Teherán-Riad y «Abu Ali»

«Irán y Arabia Saudí son dos de los países más grandes e influyentes de la zona y la normalización de las relaciones tendrá consecuencias positivas para la región y para Irak», explica el jeque afiliado a Hizbulah, que destaca que el Gobierno del primer ministro iraquí, Al-Sudani, ha jugado un papel clave para fomentar el acercamiento. En este sentido, Al-Yasari subraya que Oriente Medio ya ha superado la etapa de lucha sectaria y que los países han dejado atrás los prejuicios trabajando en pro de la estabilidad. «Compartimos siglos de convivencia y la guerra sectaria siempre ha tenido una mano extranjera detrás», añade. 

El jeque Yasim al-Yasari, uno de los líderes políticos de Hizbulah en Irak.

En lo que se refiere a las presiones ejercidas sobre el Gobierno de Irak para normalizar las relaciones con Israel, el miembro del buró político del Hizbulah iraquí, destaca que la mayor parte del pueblo iraquí rechaza dichos vínculos. «En el país existe una arraigada cultura de oposición a EEUU desde la caída de la monarquía iraquí y que se ha ido trasmitiendo de generación en generación. Con la invasión de Irak y la política de los estadounidenses en contra de las aspiraciones del pueblo palestino y a favor de Israel, dicha hostilidad no ha hecho más que aumentar», destaca Al-Yasari. 

Finalmente, el jeque militante en Hizbulah destaca que «Abu Ali», como los chiíes conocen popularmente al presidente ruso, Vladimir Putin, por su buena relación con Irán y con el dirigente sirio Bashar al-Assad, tiene legitimidad para defender la seguridad nacional al verse Rusia amenazada por la expansión de la OTAN en las repúblicas exsoviéticas, aunque advierte: «La guerra de Ucrania no tendrá ganador ni vencedor, solo un gran volumen de población civil pagando las consecuencias».