Hace años que uno de los focos de la lucha contra la contaminación está puesto en el plástico y son varias las medidas que se han tomado restringir su consumo. Por ejemplo, en 2018 se empezaron a cobrar las bolsas de plástico, lo que favoreció la proliferación de las bolsas de tela.
Se calcula que cada persona tiene de media entre cinco y diez. No en vano son muchas las marcas, instituciones o empresas que utilizan estos sacos como imagen de marca verde, ya sea como publicidad o packaging. Proyectan una imagen sostenible y al tener un recorrido mucho mayor que el de una bolsa de plástico, se percibe como un producto de mayor valor, lo que lleva a conservarla y reutilizarla.
El informe “Connecting with eco-concious consumers” apunta que en el Estado español el 63% utiliza bolsas textiles para ir a la compra, un 13% las de papel y un 15% las de plástico. Las bolsas de tela son la opción más cómoda, por su durabilidad y resistencia y porque se puede lavar. Sin embargo, el compromiso que se adopta con el planeta no es como piensa el consumidor; ya que la huella medioambiental de esta alternativa es superior al de la clásica bolsa de plástico, si se toman en cuenta aspectos como el uso del agua, las emisiones de CO2, gasto de energía o el empleo de agentes químicos.
Además, solo el 15% de los 30 millones de toneladas de algodón que se producen cada año llega realmente a los depósitos textiles para su tratamiento y no todo es reciclable. Según las tintas que se hayan utilizado, por ejemplo en un logo corporativo, su tratamiento es más difícil. La parte impresa no puede reciclarse y las impresiones en PVC no pueden descomponerse, lo que obliga a recortar y desperdiciar esa parte para poder transformar el resto.
Para compensar ese impacto, el Ministerio de Medio Ambiente y Alimentación de Dinamarca estima que una bolsa de tela debe utilizarse 20.000 veces, lo que equivale a usarla a diario durante 54 años. Mientras que para que su rendimiento ecológico sea superior al de una bolsa de plástico, la Agencia Medioambiental británica calcula que son necesarios al menos 131 usos. En ese sentido, la opción más sostenible para el uso diario serían las bolsas reutilizables de plástico, requieren menos consumos, menos agua y energía.
Por tanto, la difusión de las bolsas de tela podría constituir un nuevo ejemplo de «greenwashing» o uso oportunista de la sensibilización en temas medioambientales por parte de determinadas empresas para mejorar su reputación.