«Muchos jóvenes de la izquierda clásica están ahora un poco huérfanos»
Miembro de una familia de profesores, hijo de maestra y él mismo dedicado a la enseñanza hasta que se jubiló, en ‘El Palacio de Sotomayor’ (Atlantis Ediciones) Iñaki Bernaola (Bilbo, 1952) elige a un maestro rural como protagonista para tejer una novela muy histórica y que se lee como un thiller.

«Aún se recuerda de vez en cuando la noche en que los lobos bajaron casi hasta el centro del pueblo, y se pasaron el tiempo aullando hasta el amanecer». Con esta frase, que entronca con el realismo mágico, arranca ‘El Palacio de Sotomayor’, la cuarta novela en castellano de Iñaki Bernaola, en donde juega con los géneros para tejer el viaje iniciático de Antonio Solana, un maestro rural asturiano, hijo y nieto de comunistas, por la Asturias rural y, sobre todo, por nuestra historia reciente.
Escritor, historiador y profesor jubilado, Iñaki Bernaola es autor de varias novelas en euskara, como ‘Zugarramurdiko kontesa’ (Elkar, 1989) o ‘Lau idazluma ahizpak’ (Edit. Ibaizabal, 1997). De hecho, ha ganado varios premios literarios como, en 1992, el Julene Azpeitia de cuentos en euskara. Es euskaldunberri, alfabetizado a los 24 años. Escribe indistintamente en ambos idiomas. En castellano, ha publicado una trilogía ambientada en Irlanda, compuesta por ‘El célibe’, ‘Plegaria por un niño olvidado’ y ‘La leona que quiso ser gacela’.
Bilbaino asentado en Berango desde hace décadas, hace ocho años se jubiló. Siempre es un punto de inflexión. «He pasado por todos los trabajos: he sido profesor, secretario de colegio, director y los últimos doce años he sido inspector de educación. Después de jubilarme, retomé la afición y la actividad de escribir, que la tenía abandonada durante un largo paréntesis: desde que tenía 35-40 años hasta los 65, casi no había hecho nada de escritura. Ahora soy un viejo y no tengo perspectivas de futuro a largo plazo, ni en el idioma, ni en la literatura, ni en nada», explica con humor cuando se le pregunta por la elección del idioma.

Apasionado de la historia, ha optado ahora por escribir esta novela en castellano, empujado también por la ambientación y, sobre todo, por los tipos de lenguaje que se entrelazan en la trama debido a los tres planos narrativos que utiliza. Salta del lenguaje actual, por ejemplo, al de la burguesía del siglo XIX-XX, para trazar un relato, ficcionado pero basado en acontecimientos reales, de un cambio de siglo agitado. «A mí me gusta mucho el siglo XX, porque además creo que es mi siglo: cuando cambió el siglo yo tenía 48 años, por eso creo que lo más importante de mi vida lo he vivido en el siglo XX. Además, creo que es un siglo que tiene muchas cosas estupendas desde el punto de vista de la historia más viva», explica.
En la fotografía de la portada de ‘El Palacio de Sotomayor’, aparece el elegante palacio Ikaza de Berango. En la ficción, lo ha convertido en la gran finca abandonada por los ricos del lugar a la que aullaban los lobos y que, bajo la urbanización de lujo para pijos que acoge en la actualidad, esconde una larga historia de división de clases. «Cuando yo llegué a vivir a Berango hace 40 y pico años, la finca del palacio Ikaza estaba cerrada y abandonada. En un momento se hizo una promoción inmobiliaria, se abrió el público y apareció el palacio a la vista de todos. Esa fue quizá mi primera fuente de inspiración, porque, en cuanto lo vi de cerca, pensé que este palacio estaba pidiendo una novela a gritos. ¿Qué tipo de novela? Una, naturalmente, que hable del pasado ligado a esa época. Ha sido una casualidad, pero la fecha de construcción del palacio de Sotomayor coincide con la fecha en la que está datada la veleta del palacio Ikaza», explica.
El segundo punto detonante de la historia fue su visita al Museo de la Escuela Rural, enclavado en Cabranes, una localidad cercana a Villaviciosa, donde se reproducen aquellas escuelas de pueblo en las que vivían y enseñaban los maestros. «Mi madre fue maestra rural, maestra sancionada después de la Guerra Civil, desterrada a Fregenal de la Sierra (Badajoz). Luego estuvo en Miera, la Cantabria profunda. Los inviernos había que quitar la nieve a paletadas de la entrada porque entonces, en los años 40, nevaba mucho más que de lo que nieva ahora, para bien o para mal. Y pensé en mi experiencia personal y familiar, por lo que no solo el palacio pedía a gritos una novela, sino también que fuera una novela sobre maestros», añade.
«A mí me gusta mucho el siglo XX, porque además creo que es mi siglo: cuando cambió el siglo yo tenía 48 años, por eso creo que lo más importante de mi vida lo he vivido en el siglo XX»
Antonio Solana, hijo y nieto de mineros comunistas asturianos –de perdedores de la guerra, en suma–, es destinado a esa aldea asturiana donde está enclavada una urbanización de ricos. A través de sus vicisitudes y encuentros, viajando también por la historia, en sus páginas se desarrollan acontecimientos que van desde la primera mitad del siglo pasado, con la pérdida de las últimas colonias en 1898, hasta la Guerra del 36 y el maquis asturiano, hasta la actualidad, a modo casi de viaje por la frontera entre dos siglos.
«En Asturias no tiene nada de particular que haya comunistas o que los hubiese habido –explica el autor–. Él es hijo y nieto de comunistas en el sentido más clásico, creyentes a pies juntillas de lo que pueda ser la teoría marxista clásica. Pero el hijo ha vivido otro mundo, en el que ha habido un derrumbe ideológico, político y social del llamado socialismo real de la Unión Soviética, también el cambio en China más o menos sutil hacia un tipo de medio capitalismo... Entonces, el hijo ya tiene una fractura ideológica con respecto a lo que fueron su padre y su abuelo. Como mucha gente que ahora tiene entre 20 y 40 años o quizá alguno más, desde el punto de vista de la ideología de la izquierda clásica, están un poco huérfanos, porque, a finales del siglo XX, a la vez que ha caído el Telón de Acero y demás, la ideología comunista clásica también se ha derrumbado y hoy en día casi nadie la suscribe».
Mientras prepara una novela de ciencia ficción –la distopía explica también muy bien el mundo actual–, ha presentado en casa, en Berango, ‘El Palacio de Sotomayor’. Y allí le lanzaron una reflexión: «¿Por qué no hace algo parecido con lo que realmente pasó en Berango? ¿Por qué no se destapa? Lo que aquel asistente a la presentación es que se podía escarbar también en la realidad histórica de nuestro pueblo en un sentido análogo, porque en Berango hay mucho de señorío y de vinculaciones jerárquicas con la propiedad».

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