
El fracaso de la distribución de ayuda en Gaza organizada por Estados Unidos e Israel reforzó el martes la tesis de que el objetivo de llevar hasta la hambruna a la población palestina y luego jugar con su desesperación está lejos de apoyar a los gazatíes, y se acerca más al plan de limpieza étnica proclamado con claridad desde Washington y Tel Aviv.
El sistema militarizado que pusieron en marcha derivó en la deshumanización de los palestinos que ha caracterizado toda la ofensiva israelí desde hace casi 20 meses y en un caos en el que las fuerzas israelíes mataron a diez personas e hirieron a 48.
Miles de personas acudieron a los lugares de reparto en Rafah, en el sur de la Franja, y fueron enjauladas antes del reparto de la «ayuda», después de recorrer decenas de kilómetros bajo el sol. La desesperación derivó en una situación caótica.
Los mercenarios de la empresa estadounidense SRS huyeron, el reparto se suspendió y el Ejército israelí alega que hizo «disparos de advertencia». Ayer GHF anunció que suspendía la entrega de ayuda.
Encubrir el desplazamiento
El encargado de la coordinación de ayuda de Naciones Unidas, Tom Fletcher, ya había advertido de que esta operación sería «un encubrimiento para mayor violencia y desplazamiento» de los palestinos en el territorio.
Encajaría con el plan de Donald Trump –e Israel– de vaciar Gaza de palestinos agrupándolos primero en campos de concentración, después de haber ocupado u ordenado evacuar el 80% de la Franja. Fletcher apuntó también a la denominada Fundación Humanitaria para Gaza (GHF): «Una parodia cínica. Una distracción deliberada que convertirá la ayuda en un arma».
Otras ONG y grupos palestinos también han calificado el nuevo sistema de impracticable y peligroso, y coinciden en que busca el desplazamiento forzoso masivo de la población gazatí.
Jan Egeland, secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados, consideró que esta organización está «militarizada, privatizada, politizada», y que sus responsables son militares, exmiembros de la CIA y exmilitares.
Una fundación opaca y de iniciativa israelí
La GHF fue creada bajo la promoción del Departamento de Estado de EEUU. Registrada en Ginebra en febrero, apenas se conoce nada de ella, ni su estructura, ni su funcionamiento ni quién la financia. Tampoco difunde claramente su actividad.
Según el “New York Times”, la creación de la GHF fue una iniciativa israelí ya propuesta a finales de 2023.
Su supuesto objetivo de «aliviar el sufrimiento» de la población civil de Gaza «mediante la entrega de ayuda vital en estricto apego a los principios humanitarios» fue desmentido por la renuncia del propio director de la organización, Jake Wood –exmilitar– unas horas antes de que comenzara la operación en Rafah. Wood reconoció que era imposible que cumpliera los principios de humanidad, neutralidad e independencia.
El Gobierno israelí afirma que quiere «debilitar a Hamas» estableciendo cuatro puntos en el sur de Gaza donde se entregarían cajas a los cabezas de familia, en lugar de los cientos de comedores sociales, centros sanitarios,... que usa actualmente la ONU.
Por su parte, Safe Research Solutions (SRS), la firma de seguridad estadounidense que participó en la operación, ya controló los accesos entre el norte y sur de la Franja durante el alto el fuego, cuando miles de palestinos regresaban a lo que quedaba de sus hogares.

Pese al fracaso y a las críticas generalizadas, el Departamento de Estado de EEUU defendió ayer el sistema afirmando que «deberíamos abrazarlo». Su portavoz, Terry Bruce, culpó a Hamas de haber intentado parar el traslado de ayuda a estos «centros de distribución». Obvió que es Israel el que ha bloqueado la entrada de cualquier alimento, agua o medicina durante tres meses, provocando una catástrofe humana. Arremetió, además, contra la ONU, calificando sus críticas como «el colmo de la hipocresía».
En la propia sede de Naciones Unidas, Israel emplazó a la organización a «dejar de lado su ego y cooperar con este nuevo mecanismo».
Mientras tanto, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (Unrwa) recordó que tiene miles de camiones de ayuda cargados con suministros a la espera de entrar en la Franja mientras sus almacenes dentro del enclave palestino están vacíos.
A su vez, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, defendió el sistema porque pretende dejar a Hamas «como peces sin agua, sin la herramienta de gobierno que utilizan». Sobre el desastre de Rafah, solo reconoció «cierta pérdida de control momentánea».
Netanyahu negó, además, su política deliberada para matar de hambre a los palestinos así como los datos de instituciones internacionales sobre los niveles de hambre y desnutrición.
Ataques a cocinas comunitarias
Mientras desarrolla la cruel pantomima del reparto de ayuda, Israel ataca los centros gestionados por los palestinos. Entre el lunes y martes atacó deliberadamente más de 20 cocinas comunitarias, y sitios de distribución y almacenamiento de alimentos en toda Gaza. Entre las 43 personas a las que Israel mató ayer se encuentra Mohammad al-Mubayed, director de proyectos de la Fundación de Ayuda Humanitaria IHH de Turquía, dos trabajadores de la organización y un periodista que los acompañaba en Ciudad de Gaza. También se conoció la ejecución sumaria de un miembro de la Unrwa el 23 de marzo, cuando conducía un coche de la ONU perfectamente identificado. El ataque más letal de ayer tuvo lugar contra la casa del periodista Osama al-Arbid, en Ciudad de Gaza, donde perdieron la vida 9 personas.
Fiscal del TPI
El fiscal del Tribunal Penal Internacional, Karim Khan, retirado temporalmente hace menos de dos semanas, preparaba órdenes de arresto contra los ministros israelíes Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir por su rol en la expansión de colonias en Cisjordania.
Cisjordania
Israel prosigue con las operaciones de destrucción y ejecuciones en Cisjordania. Ayer mató al palestino Jasem Ibrahim al-Sada, tiroteado por militares en el interior de su vivienda en la localidad de Jit, situada cerca de Qalqilia. El martes mató a otro hombre en Jericó.
Último avión
Los huthíes de Yemen condenaron como un crimen de guerra el ataque perpetrado por el Ejército de Israel contra el Aeropuerto Internacional de Sana’a, que destruyó el último avión civil en funcionamiento de la compañía Yemenia Airlines. El resto fue destruido en anteriores ataques israelíes.

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