Periodista / Kazetaria

Las milicias kurdas YPG e YPJ no deponen las armas

Integrados en las Fuerzas Democráticas Sirias, los combatientes kurdos de las Unidades de Protección Popular y Unidades de Protección de las Mujeres (YPG e YPJ) también deberían incorporarse, a largo plazo, al futuro aparato de seguridad sirio unificado. Pero no se hacen ilusiones.

Zilan Afrin, comandante de un batallón de las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ), dirige a sus tropas.
Zilan Afrin, comandante de un batallón de las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ), dirige a sus tropas. (Laurent PERPIGNA IBAN)

Hace poco más de diez años, en el contexto del avance del Estado Islámico (ISIS) en el Levante, miles de hombres y mujeres kurdos tomaron las armas en el noreste de Siria. Alistados en las Unidades de Protección Popular (YPG) y en las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ), su rama femenina, estos grupos de autodefensa desempeñaron un papel fundamental en la derrota del grupo islamista y se convirtieron en símbolos de la resistencia en todo el mundo.

Ha pasado tiempo desde entonces. El ISIS ha perdido su «califato», el régimen de Bashar al-Assad ha sido derrocado y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), matriz ideológica de su movimiento, ha anunciado su disolución. Las unidades YPG e YPJ parecen encontrarse en una encrucijada.

En algún lugar del desierto sirio, en una base que antes controlaba el ISIS, se ha instalado un batallón de medio centenar de milicianas de las YPJ. Algunas son combatientes aguerridas, otras no. Pero todas regresan del frente de Tichrine, donde se enfrentaron a las milicias proturcas del Ejército Nacional Sirio (ENS) durante más de cuatro meses, entre diciembre y marzo. Una batalla sangrienta -más de 600 muertos, entre ellos un centenar de combatientes kurdos- por el control de una presa estratégica sobre el Éufrates, en el noreste de Siria. Había mucho en juego: si el ENS se apoderaba de ella, Kobane corría el riesgo de quedar rodeada una vez más, diez años después del ISIS.

Siajine, de 22 años, es originaria de esta ciudad martirizada. Casi simbólicamente, ha sido en Tichrine donde una década después ha librado su primera batalla. «Me quedé allí casi todo el tiempo que duraron los combates. Vivíamos escondidas en los túneles construidos cerca del edificio, porque los drones turcos y los aviones de combate nos bombardeaban. Regularmente subíamos para lanzar ataques contra el ENS», relata.

«UNA GRAN RESPONSABILIDAD SOBRE NUESTROS HOMBROS»

En su cuartel, no mixto, su día a día está organizado al minuto: deporte, clases de política, filosofía y feminismo, comidas de pie, siesta de 25 minutos, más clases, luego debates en grupo, entrenamiento militar, cena y descanso. La comandante Zilan Afrin, de 35 años, dirige a sus tropas con mano firme. Tranquila y sonriente, impone una autoridad natural sobre las jóvenes combatientes.

Esta mañana es ella quien imparte la clase de política. Erguida tras un escritorio, en una sala tapizada con fotos de mártires kurdos, afirma: «Desde la creación de las YPJ, nuestra misión es proteger nuestra tierra y a sus habitantes, en particular a las mujeres. Sí, muchas cosas han cambiado recientemente en Siria. Hoy en día, existe una ideología masculina dominante que emana de Damasco y que nos obligará a continuar nuestra lucha en este ámbito».

Se pide a una joven combatiente, de unos 20 años, que dé su opinión. Se levanta y comenta: «Como mujeres, tenemos una gran responsabilidad sobre nuestros hombros. Todo Gobierno que se diga democrático debe garantizar los derechos de las mujeres de su país».

Zilan Afrin retoma la palabra: «Sabemos que el nuevo poder quiere que las mujeres vayan envueltas en sábanas negras y se ocupen de sus hogares. La historia y los valores de quienes gobiernan hoy se oponen a los nuestros. Nos corresponde a nosotras obligarles a aceptarnos, a nadie más. El cambio para las mujeres solo puede venir de las mujeres».

«No nos aceptarán»

Ser aceptadas por lo que son -mujeres, kurdas y combatientes- es lo que está en juego. Desde la caída del régimen de Bashar al-Assad el pasado 8 de diciembre, las cartas se han vuelto a barajar en Siria y el futuro del territorio autónomo en manos de la coalición kurdo-árabe -y, por tanto, de sus fuerzas armadas- está en boca de todos. Según un acuerdo alcanzado en marzo entre el nuevo presidente sirio, Ahmad al-Sharaa, y el líder de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), Mazloum Abdi, sus tropas deberían integrarse colectivamente, a largo plazo, en el aparato de seguridad del Estado.

La cuestión de las YPG, y más aún la de las YPJ, coloca al nuevo presidente sirio en una posición claramente delicada. Dentro de la Administración Autónoma (Aanes), varias fuentes de alto rango se muestran categóricas: la integración de las unidades femeninas no puede ponerse en tela de juicio. Pero ¿puede Ahmad al-Sharaa, cuyo entorno proviene en parte de grupos salafo-yihadistas, permitirse realmente tal concesión sin debilitar su autoridad?

En este cuartel del noreste de Siria es una pregunta que se hacen muchos, sobre todo porque para las cerca de 5.000 milicianas que componen las YPJ, la idea de incorporarse a unas fuerzas armadas compuestas en parte por grupos islamistas -como el ENS- contra los que hasta hace poco luchaban sobre el terreno, es difícil de aceptar.

«Cuando Jolani [nombre de guerra de Al-Sharaa] llegó al poder, quisimos creer en sus buenas intenciones. Pero tras la masacre de los alauitas y los drusos, nos preguntamos: ¿quiénes serán los siguientes? ¿Los kurdos? ¿Las mujeres?», comenta Siajine.

No hay vuelta atrás

Vian Adar, comandante de las YPJ, se mantiene firme: «Haremos todo lo que esté en nuestra mano para hacer avanzar el debate, para cambiar las cosas, aunque sea difícil. Somos mujeres sirias, pertenezcamos o no a las YPJ. Hemos protegido a la gente aquí y seguiremos haciéndolo en otros lugares, en todo el país».

En la rama masculina, el discurso es prácticamente el mismo: «Que el nuevo Gobierno esté de acuerdo o no, es innegociable para nosotros y para nuestras combatientes. Nos uniremos a las fuerzas de seguridad como YPG e YPJ. ¿Que protestan los grupos proturcos, presionados por Erdogan? Nosotros controlamos una parte muy importante de Siria, ellos no pueden hacerlo, no hay nada que negociar», proclama un veterano de las YPG, originario del Kurdistán bajo administración turca.

Siyamend Ali, portavoz de la formación, mantiene el discurso: «A nuestro lado, y en pie de igualdad, las mujeres han sido la columna vertebral de nuestra revolución. No negociaremos, es una línea roja. No es nuestro problema, es el de Al-Sharaa, que está bajo la presión de los turcos y los grupos proturcos. Creo que va a ser una de las situaciones más delicadas a las que se va a enfrentar».

Porque, en esta difícil ecuación siria, Turquía parece decidida a jugar el papel de aguafiestas. En mayo, el presidente Recep Tayyip Erdogan afirmó que las YPG y las YPJ, a las que considera vinculadas orgánicamente al PKK, estaban afectadas por la disolución de la formación kurda, que se hizo efectiva hace unas semanas. Y, por lo tanto, deben ser desarmadas. «Es absurdo», responde Vian Adar. «Seguimos la ideología de Abdullah Öcalan, pero eso no significa que formemos parte de esa organización», insiste, atribuyendo esta postura del presidente turco «a las presiones de grupos sirios hostiles hacia las mujeres».

En numerosas paredes de todos los cuarteles de las YPG y las YPJ, el retrato de Öcalan acompaña a los de las combatientes caídas en la guerra contra Turquía. Una mujer de unos 50 años, que ha pedido permanecer en el anonimato, echa la vista atrás en su pasado: kurda de Turquía, se unió al PKK tras la detención de Öcalan en 1999, para después incorporarse al frente sirio, a principios de la década de 2010. «La disolución del PKK es algo positivo, habíamos llegado al final. El contexto kurdo e internacional ha cambiado, se han conseguido victorias, especialmente aquí en Siria»., asegura. Y continúa: «Si nuestro futuro solo nos concerniera a nosotras, como mujeres kurdas, como YPJ, sería casi hasta sencillo. Sabemos lo que queremos, conocemos nuestras líneas rojas, lo que estamos dispuestas a aceptar y lo que no. Pero el problema va mucho mas allá de nosotras. Las YPJ forman parte de un todo mucho más grande: el de las mujeres sirias, en toda su diversidad. Y, en este contexto, nuestra formación debe esperar que se encuentren soluciones».

Vian Adar concluye: «Vamos a luchar en el frente ideológico, esa será, espero, nuestra principal batalla. En cuanto a nuestras armas, están ahí para protegernos. No tenemos nada en contra de dejarlas a un lado si la situación lo permite. Pero no las entregaremos».