
Las luces siempre se apagan por la noche. Así ha sido también para Claudia Cardinale, fallecida este martes 23 de setiembre de 2025 a los 87 años. La noticia ha llegado cuando ya la gente estaba empezando a prepararse para dormir.
Nacida en Túnez en una familia de migrantes sicilianos, Claude Joséphine Rose Cardinale (ese era su verdadero nombre) ha sido mucho más que una actriz. Sería facil limitarse a utilizar la palabra ‘icono’ para definirla, pero es que ha sido exactamente así.
No podía ser casualidad que prácticamente todos los mejores cineastas del siglo XX hubieran decidido elegirla. El listado impresionante de artistas comprende, en mero orden alfabético: Bellocchio, Comencini, Fellini, Ferreri, Germi, Leone, Monicelli y Visconti, solamente en Italia, más Blake Edwards, Manoel de Oliveira, Werner Herzog, Claude Lelouch o Fernando Trueba. De hecho hablaba cinco idiomas, todo le salía bastante fácil.
Bellochio, Fellini, Ferreri, Leone, Visconti, Edwards, Oliveira, Herzog... los mejores cineastas del siglo pasado confiaron en ella
Su figura no fue solamente la de una mujer de una evidente belleza, sino también la de una persona comprometida y nunca superficial. Una actitud que se reflejaba en muchos de los papeles que ha representado.
Símbolo de belleza ideal y de firmeza
No hay generación que no haya disfrutado de una película con Claudia Cardinale de protagonista o de coprotagonista. Una carrera que ha ido cambiando con la madurez y en la que, a pesar de llevar el nombre del personaje de ficción de turno, la actriz siempre ha sido en primer lugar ella misma, ‘La Cardinale’. Esto sin duda ha sido su punto de inflexión.
No tenía el físico impactante de Sophia Loren, no era tan veraz como Anna Magnani, ni resultaba tan directa como Monica Vitti; no era esencial como Silvana Mangano o cerebral a la manera de Giulietta Masina (la mujer de Federico Fellini), y tampoco tenía aquel toque noble que caracterizaba a Alida Valli.
No tenía nada de todo eso, o quizás tenía un poco de todas esas características, que enseñaba según el contexto.
Hija de una familia normalísima, creció en un mundo que parecía ajeno ya por aquel entonces, la Túnez de las décadas de los 40-50, adonde numerosos sicilianos se mudaban. Un concurso de belleza resultó decisivo para abrirle las puertas del cine, pero esto no iba a significar que su presencia fuera simplemente decorativa. Gracias a los cursos de dicción y de interpretación finalmente aprendió el italiano, después de haber hablado como mucho el dialecto de Trapani hasta la adolescencia.
Su carácter y su estilo interpretativo estaban moldeados por su vida; la violación cuando tenía 20 años, su relación ‘escandalosa’ con el productor Franco Cristaldi...
«Soy ambiciosa, lo admito», declaraba CC en una entrevista en 1960. Por aquel entonces ya se había estrenado con probablemente su director de cine favorito, el que más importancia le ha dado: Luchino Visconti. En ‘Rocco y sus hermanos’, y sobre todo en ‘El gatopardo’ de 1963, el maestro milanés acertaría poniendo a Claudia Cardinale en el centro de la narración; la escena del vals con Burt Lancaster sigue siendo una de las más conocidas en la historia del cine mundial.
De todas formas, solamente en aquella década los éxitos serían ya tres o cuatro, a veces trabajando simultáneamente en varios sets. Inolvidable el papel en ‘8 y 1/2’ de Fellini, donde interpreta el símbolo de la belleza ideal, o el de princesa Dala en el primer filme de la serie de ‘La Pantera Rosa’, siempre en aquel mágico 1963. Una década que se acabaría con otro personaje poderoso (mi favorito total de su carrera), la viuda Jill McBain que en ‘Hasta que llegó su nombre’ de Sergio Leone intenta defender la tierra heredada por el marido. Una mujer fuerte, muy expresiva, firme, que coincidía con la personalidad de la actriz.
La vida como filtro para la gran pantalla
No hará falta recordar otros personajes interpretados por Claudia Cardinale, sorprendentes como en ‘Fitzcarraldo’ de Werner Herzog o en el ‘Enrique IV’ de Marco Bellocchio, trasposición cinematográfica de la obra maestra pensada para el teatro de Luigi Pirandello. Dramas y comedia, como en la vida misma, características que vuelven siempre y que han cruzado siempre las experiencias artísticas de Claudia Cardinale.
No se puede entender el mito y el icono CC sin hablar de los hechos durante su vida fuera de los escenarios. Crecida en un contexto con evidentes tendencias machistas, Claudia sufrió una violación cuando tenía 20 años pero quiso parir a su hijo, Patrick, fingiendo ser su hermana y sin revelar la verdad de los hechos durante muchísimo tiempo. Luego su relación con el productor Franco Cristaldi representó un escándalo o por lo menos una fotografía de la época, estando el hombre separado de su mujer pero todavía casado, y dado que el divorcio estuvo prohibido en Italia hasta 1974.
Estos obstáculos en la vida fueron una especie de motivación para Claudia Cardinale, cuya capacidad interpretativa fue de menos a más con el transcurrir de los años. Al borde de la presencia ornamental en 1958 en ‘Rufufú’, al lado de pesos pesados como Vittorio Gassman o Marcello Mastroianni, rápidamente mejoró su estilo quitándose de encima todos los miedos o las preocupaciones de ser solamente una chica guapa que, según sus mismas palabras, «no quería ser actriz».
Se comprometió con el medio ambiente y las reivindicaciones LGTBI+ y dijo ‘no’ a Hollywood porque prefería el cine europeo
Claudia Cardinale se convirtió pronto en musa sofisticada de grandes autores y mujer comprometida con el medioambiente o a favor de las revindicaciones LGTBI+, capaz de decir un rotundo ‘no’ a Hollywood porque se sentía más cercana al estilo de cine europeo.
Encontró a un marido como Pasquale Squitieri, jefe de fila de los filmes de denuncia social, y en Francia un lugar para vivir y donde fallecer, mimada por su familia y por un mundo, el de la gran pantalla, que no ha podido hacer nada más que quererle.
«Me gusta entrar dentro de los personajes que tengo que interpretar –explicó en una de sus autobiografías–. Me gusta hacerlo a través de las experiencias de la vida, de mi vida. Me encanta esta posibilidad de vivir, además de la mía, las vidas y las historias de otras personas. Empiezo desde mí e intento inventarme nuevas maneras para ser mujer».

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