‘Oreina’, marismas y procesos creativos
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Cuando una película se acaba, dicen que deja de pertenecer al cineasta, camina sola por las miradas y las emociones que provoca. Como espectadora, como amante del cine y creadora, para mí el resultado final y el proceso de creación son indivisibles, mucho más cuando se trata de piezas que circulan por festivales de cine.
Las películas también son sus dificultades y sus decisiones acertadas, las películas también son su propia gestación y, por esa misma razón, mis ojos disfrutan imaginando el camino por el que ha pasado una obra. Ese proceso se asemeja a las cicatrices y las arrugas en los rostros, me interesan, encuentro historias en ellas. Considerar a Koldo Almandoz un nuevo director es olvidarnos de sus senderos transitados, pero al mismo tiempo cada nueva película nos convierte en alguien distinto, renovado y ‘Oreina’, probablemente, habrá cambiado su experiencia profesional, enriqueciéndola.
Puede decirse que cada filme es un nuevo viaje del héroe, y en la última propuesta del donostiarra, vemos los resultados de un periplo hacia la observación de una marisma animal que sobrevive a su día a día.
La película nos habla, a través de vidas cruzadas, de esas realidades cotidianas a las que pertenecemos. En ‘Oreina’ seguimos los tránsitos de los personajes en su hábitat natural, virtuosamente retratado por Javier Aguirre (‘Handia’, ‘Loreak’), la vida fluye y la delicadeza con la que el autor de ‘Sipho Phantasma’ se aproxima a las historias de la marisma conmueve. El agua, los pájaros, el sexo, la muerte... El viaje de la vida proporciona a cada personaje su papel, todos son necesarios para que se dé la acción y el desamor, la frustración y la rabia en el hábitat de la película. ‘Oreina’ es un texto audiovisual que da cobijo a múltiples miradas sobre lo que fluye, sobre lo que se estanca.