Mariana Leky: «Tenemos una imagen preestablecida de los demás y de nosotros mismos»
Nacida en Colonia en 1973, ha trabajado como librera y periodista. Autora de varias novelas y relatos cortos, se ha convertido en un auténtico fenónemo editorial con «El día que Selma soñó con un okapi», novela que ha sido reconocida con el Premio de los Libreros de su país a la mejor obra y a la mejor autora y que la ha consolidado como una de las voces más singulares de la narrativa europea.
“El día que Selma soñó con un okapi” es un conmovedor relato sobre la muerte y sobre el amor en una pequeña comunidad donde aparentemente nunca pasa nada pero donde, sin embargo, ocurren muchas cosas, tantas como afloran en el alma de sus habitantes, seres condenados a ajustar su pauta de comportamiento a aquello que sus vecinos esperan de ellos. Y es también la historia de Luise, una joven que comienza a cuestionar su propia naturaleza y la de quienes la rodean a partir de una serie de acontecimientos.
Parece que hay una tendencia en la narrativa europea por reivindicar la singularidad de aquellos territorios que, alejados de las grandes urbes, mantienen su propio ritmo de vida.
Sí, la verdad es que hoy en día se están escribiendo muchas novelas que se desarrollan en pequeñas ciudades, pero no creo que sea algo premeditado ni obedezca a una única razón. En mi caso se debe a que con esta novela he pretendido ahondar en dos grandes temas como son el amor y la muerte. Si hubiera ambientado mi libro en una gran urbe siento que esta historia no habría funcionado, necesitaba un espacio más reducido, más previsible, con unas estructuras prefijadas para poner a interactuar a estos personajes.
Pero en esa decisión, ¿no hay también un empeño por manejar unos tiempos muy concretos para la narración?
En un pueblo siempre se puede observar de un modo más detenido y cercano las circunstancias individuales de cada uno de sus habitantes y eso, literariamente hablando, da mucho juego. De todas maneras, creo que actualmente hay una tendencia a revalorizar estos lugares. En Alemania, por ejemplo, hasta hace unos años, todo el mundo quería vivir en Berlín pues era una ciudad llena de vida y, sin embargo, ahora es justamente al revés: la gente busca huir de las ciudades hacia entornos donde la vida es más reposada.
El hecho de soñar con un okapi en un pueblo como Westerwald parece indicarnos que cualquier lugar es bueno para sentir cosas extraordinarias.
Mi idea era retratar un pequeño pueblo donde aparentemente nunca pasa nada y en el que, de repente, comienza a estar presente el mundo entero. Primero a través de esos sueños de Selma en los que se le aparecen okapis, luego a través del padre de la protagonista y sus viajes por los más remotos territorios desde los que envía sus postales y, finalmente, con la irrupción de ese monje budista que trastoca la vida de todos los habitantes de Westerwald.
Ese «abriros al mundo» que repite el padre de Luise y que hoy en día nos viene transmitido como un mantra, ¿tiene forzosamente que ver con la idea de desplazarse o se puede abrir uno al mundo desde su aldea?
Hoy con Internet podemos abrirnos al mundo sin necesidad de movernos de casa, o eso es al menos lo que creemos. Pero a mí me interesaba que a los personajes de mi novela les llevase algo de tiempo afrontar dicho proceso. Por eso, al margen de ambientar la acción en un lugar como Westerwald, quise que esta tuviera lugar durante los años 80, una época en la que nos relacionábamos de otra manera, donde aún se escribían cartas, donde la inmediatez no marcaba la pauta a la hora de comunicarnos. Para abrirse al mundo es preciso un ritmo menos acelerado.
¿La realidad es distinta dependiendo del lugar desde el que uno la observa?
Sí, claro, hay diferencias muy notorias. Incluso dentro de un pueblo tan pequeño como el de la novela la realidad es muy distinta según la perciba uno u otro personaje. No es lo mismo la visión de las cosas que puede tener Selma que la que tiene el tendero. Todo cambia.
Llama la atención ese epílogo con Luise y Frederick invirtiendo sus destinos, ella huyendo del pueblo y él echando raíces tras media vida ausente del país, viviendo a 9.000 km. Da la sensación de que con ese final le interesaba subvertir las expectativas del lector.
Quería poner de manifiesto hasta qué punto las personas podemos vernos inmersos en un proyecto de vida que ni siquiera creemos ser capaces de abordar al considerarlo opuesto a nuestra manera de ser. Todos tenemos una imagen preestablecida de los demás, pero también de nosotros mismos. A mí lo que me interesaba, en esta novela, era contar cómo, en función de con quién nos juntemos y con quién nos relacionemos, podemos ver la realidad desde una nueva perspectiva e incluso llegar a cuestionar nuestra propia naturaleza. Por eso ambos protagonistas, al final de la novela, se ven llevando una vida para la que no se creían programados.
De hecho, el miedo de Luise tiene que ver en parte con el hecho de comportarse de un modo distinto al que lo demás esperan de ella. ¿Por qué hay tanto temor a contradecirnos?
Porque pensamos que al contradecirnos podemos llegar a decepcionar a quienes nos rodean, a aquellos que se han fabricado una imagen de nosotros basada en una serie de certezas. Cuestionar esas certezas implica destruir parte de tu imagen pública, de tu reputación; pero a veces es necesario hacerlo. No puedes vivir cautiva de un perfil con unas características que ni siquiera reflejan plenamente tu personalidad. Es lo que le pasa a Luise. Ella vive creyendo ser quien no es hasta que conoce a alguien que le dice ‘es verdad, tú eres todo eso que crees ser, pero también eres algo más’. Eso la hace abrir los ojos.
A pesar de la melancolía que subyace en la historia que narra, en la novela hay grandes dosis de ironía. ¿Por qué decidió apelar al humor?
Yo es que tengo la íntima convicción de que el humor no le resta gravedad a la tragedia, al contrario, pienso que enfatiza el alcance dramático de cualquier historia. Por otro lado, si en la evocación de determinados sucesos dolorosos, como puede ser la muerte absurda de un niño como la que narro en la novela, se añade algo de humor, eso al final conforta al lector.
Los personajes de su novela son tan entrañables que resulta tentador pensar que están sacados de la realidad, ¿es así?.
No, la novela no tiene ningún tinte autobiográfico salvo el pueblo donde se desarrolla la acción, un lugar que conozco perfectamente, pero todos los personajes del libro y las situaciones que viven son producto de la imaginación. Es curioso porque, al contrario de lo que me hacen llegar muchos lectores, no creo que mis personajes sean buenas personas, hay alguno incluso que me parece execrable. Sin embargo, tal y como te decía, nuestra consideración depende mucho de cómo somos percibidos por los demás, en este caso por Luise, la protagonista del libro, cuya mirada es la que guía al lector y ella percibe con mucho cariño a quienes la rodean, de ahí que ese afecto se traslade al lector. En definitiva, como comentábamos antes: la realidad depende mucho de quien la observa.
¿Cómo ha encajado los premios y el éxito obtenidos?
El hecho de verme convertida en un fenómeno editorial resulta una circunstancia bastante inusual para mí. De entrada, estoy de un lado para otro promocionando el libro y conociendo países que no esperaba visitar a corto plazo y eso, como le pasa a la protagonista de mi novela, me ha hecho abrirme al mundo (risas). Cuando vuelva a casa, me sentaré y podré pensar detenidamente en el verdadero alcance de todo esto.
Lo verdaderamente destacado es que el éxito de su novela tiene un origen popular, han sido los libreros y los lectores los que se lo han proporcionado.
Sí, por alguna extraña razón fueron los libreros alemanes los que pusieron a miles de lectores sobre la pista de mi novela, fue un fenómeno alentado por el boca a boca, lo cual es sorprendente en un momento donde parece que la compra de libros se lleva a cabo, cada vez más, en grandes superficies o en Amazon. Prueba de que la realidad no es siempre como nos la representan es el ascendente que aún mantienen los libreros para determinar el éxito de una obra.