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Elecciones en Portugal: La reacción sin claveles

El centro-derecha luso tiene un dilema estratégico. La izquierda lusa afronta uno existencial en el 50 aniversario de la Revolución de los Claveles. Por qué la rabia llega (Chega) en clave reaccionaria. Entenderlo para tratar de articular una respuesta.

El líder dela ultraderechista Chega, André Ventura, hace la señal de victoria. (Andre DIAS NOBRE | AFP)

Las elecciones tienen un gran perdedor, el PS y, en general, la izquierda, y un incontestable ganador, la ultraderecha populista de Chega. La de la coalición centro-derechista AD, liderada por el PSD, es una victoria pírrica que le puede permitir formar un gobierno débil en minoría, pero que anticipa una posible lucha cainita en su interior entre los sectores que rechazan pactar con Chega y los que defienden hacerlo.

El histórico partido socialdemócrata (PS), que logró la mayoría absoluta en 2022, se deja dos años más tarde casi un tercio de los votos. En unos comicios con mayor índice de participación.

El Gobierno saliente paga por los escándalos de corrupción. El que forzó a finales del año pasado la renuncia de Antonio Costa perdió paradójicamente fuelle pese a que salpicaba a su jefe de Gabinete y sobre todo cuando la Fiscalía reconoció que el investigado no era el primer ministro, sino un sospechoso que se llamaba y apellidaba como él.

Pero era la última de una serie de denuncias que han provocado dimisiones en cascada de sus ministros en los últimos dos años.

Antonio Costa, que nunca ocultó su intención de dar el salto a la política europea, decidió dejar de quemarse y dimitir.

Una decisión que, más allá de cuestiones personales, le honra y dice mucho y bien sobre la política en Portugal, sobre todo en términos comparativos ibéricos.

Parco consuelo para un malestar popular creciente por la profusión de escándalos y que no ha sido canalizado hacia el voto a las formaciones más a la izquierda como el Bloco y el PCP (en coalición con los Verdes), ambas aliadas del PS en el experimento político de la geringonça.

Quizás ha sido el recuerdo de esa alianza, que permitió gobernar al PS entre 2015 y 2022, el que ha llevado a una identificación de aquellos con este último. El pequeño partido Livre ha sido la única formación de izquierda que ha crecido electoralmente.

Con lemas como «Limpiaremos Portugal», la ultraderecha ha capitalizado ese descontento. Chega, una formación que se nutre de jóvenes descontentos con el sistema, del electorado del empobrecido sur renuente a la inmigración, y de nostálgicos de la dictadura salazarista, triplica sus votos y cuadruplica sus escaños.

Y lo hace torpedeando las expectativas de la derecha homologada en torno a una victoria clara. Esa tendencia, que ha venido para quedarse en todo el continente europeo, le aboca al dilema de mantener el cordón sanitario a la derecha extrema o integrarla en sus gobiernos.

Luis Montenegro, el candidato al que el presidente de Portugal, el también conservador Marcelo Rebelo de Sousa, probablemente encargue gobierno (el sistema no exige una mayoría parlamentaria) insiste en que no negociará nada con Chega.

El candidato socialdemócrata, Pedro Nuno Santos, se ha hecho a un lado y ha anunciado que nunca unirá sus votos a los de la extrema derecha para tumbar el futuro Gobierno.

Otra excepción ibérica de Portugal que está por ver si se mantiene cuando el futuro Gobierno intente aprobar los presupuestos.

El centro-derecha tiene un problema estratégico. La izquierda lusa afronta uno existencial en vísperas del 50 aniversario de la Revolución de los Claveles. El de entender por qué la rabia llega (Chega) en clave reaccionaria. Entenderlo, que no justificarlo, para tratar de articular una respuesta