Kelly Reichardt y Josh O’Connor copan titulares en el Festival de Cannes
El certamen cierra su última jornada competitiva con la confluencia perfecta entre las aguas del titular pop y el mar de autor.
Era ‘el día de’ los hermanos Dardenne, que con ‘Jeunes mères’ compiten por undécima vez, en clave de un realismo social poco inpirado. Además, el palmarés de Un Certain Regard ha corroborado que la presencia de grandes estrellas en la sección ‘arriesgada’ del festival no es motivo de preocupación: los debuts de tanto Kristen Stewart como de Scarlett Johansson se han ido de vacío, y sólo Frank Dillane, protagonista de ‘Urchin’ (la ópera prima de Harris Dickinson) ha tenido premio por su interpretación. Por otra parte, la Sala Debussy cierra sus puertas con el estreno mundial de ‘Honey Don’t’, segunda parte de la antología cómica-criminal de Ethan Cohen con Margaret Qualley, ahora acompañada de Aubrey Plaza y Chris Evans.
‘The Mastermind’, o el nacimiento de una nación
Kelly Reichardt y Josh O’Connor colaboran por primera vez en un ensayo seco sobre el profundo desengaño que movía el polar de los setenta. O’Connor da vida a J.B. Mooney, un albañil en las afueras de Massachusetts que roba cuatro pinturas (feísimas) de Arthur Dove y que luego trata, con más esperanza que posibilidades, de salirse con la suya. Acompañamos a la ‘mente pensante’ titular, en todos y cada uno de sus esforzados trabajos para preparar y desempeñar el robo, una pifia de atraco, descacharrado y provinciano, de media en la cara.
Mooney, un currela que se creía más listo de lo que fue, se convierte de hombre a hombrecillo cuando la suerte gira y se encuentra huyendo en un viaje a ninguna parte. El cariño que rezumaba la mirada de la cineasta hacia ‘Wendy y Lucy’ aquí ha desaparecido: en la rigurosa horizontalidad suburbana de su vagabundeo no hay siquiera bazeja moral, sólo una tristura honda, absurda. Sorprenderá a quienes pensaban en Kelly Reichardt como una realizadora ‘cuqui’.
En la trastienda de A24, ‘Sorry, Baby’
Eva Victor: guionista y directore. Su debut, que también protagoniza, es prueba fehaciente del músculo y la frescura que el minimalismo indie puede imbuir en argumentos –desafortunadamente– muy trillados. ‘Sorry, Baby’, que llega a la Quincena de Cineastas tras recibir un aplauso generalizado en Sundance, cuenta los ecos de la agresión sexual de una doctoranda (Victor) sólo con lo necesario. Un puñadito de personajes y apenas dos escenarios, diálogos escritos con delicia, un relato estructurado para el interés pero no el morbo y, sobre todo, ninguna pretensión sorpresiva o bombástica. Como en la fantástica filmografía de Dan Sallitt, su máximo referente, el dolor humano no sirve al arte, sino al revés. Y aun así, cosas de un cine que nos permite vernos en otres: la relación entre la protagonista y su mejor amiga (Naomi Ackie), o su vecino (Lucas Hedges) es de una calidez al mismo tiempo realista y aspiracional. Un caramelo escondido en el fondo del catálogo de A24.
Cannes presenta…
Hay una sala pequeña en un reservado altillo del último piso del Palais des Festivals, la irónicamente llamada Sala Buñuel, donde por las mañanas prácticamente sólo se proyectan películas de pre-estreno de índole muy comercial. Siguiendo el pacto que supone entrar antes del midi, aceptamos con tranquilidad la celebración ligera aun convencida de ‘La venue de l’avenir’, la ‘Medianoche en París’ de Cédric Klapisch (‘Un paso adelante’). Cuatro primos se reúnen para vaciar la casa de su madre en la campiña, un ir indagando que se cruza con el relato de la llegada de la matriarca (Suzanne Lindon), de joven, al París del impresionismo.
Con reparto de colmena de caras conocidas y en su salsa, de Vincent Macaigne a Paul Kircher, y con su buen puñado de ascendencias notorias (Suzanne Lindon es hija de Vincent), ‘La venue de l’avenir’ se resuelve como una celebración ligera sobre el legado, así como un escaparate desenfadado de lo mejor del arte francés. Una guía animadamente turística, que –eso sí– se despliega con gusto, confiada en el brillo de sus vistas. De L’Orangerie a los interiores de época recreados por Marie Cheminal, sobre el magnífico vestuario de Pierre-Yves Gayraud; nunca digan no a la belleza.