Un Mundial para impulsar el fútbol sala femenino
En Filipinas, el primer Mundial femenino de fútbol sala organizado por la FIFA marcó algo más que un título para Brasil: abrió una ventana histórica para un deporte que, tras décadas de lucha silenciosa, exige por fin el lugar y la visibilidad que merece.
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La selección femenina de Brasil cumplió los pronósticos y se proclamó campeona del mundo de fútbol sala. Lo hicieron, además, venciendo en todos sus partidos por una diferencia de tres o más goles. Emilly fue nombrada mejor jugadora y máxima goleadora del torneo y sólo el premio de mejor portera se le resistió al equipo brasileño, para terminar en manos de la portuguesa Ana Caterina.
Así contado podría parecer el relato de cualquier Mundial de fútbol, con la selección favorita imponiéndose al resto y sus jugadoras entre las más destacadas de la competición. Sin embargo, la realidad es bien distinta, porque el relato del Mundial de Filipinas encierra una lucha de varias décadas hasta llegar al momento en el que la brasileña Taty levantó el trofeo de campeonas del mundo.
Hablamos de un deporte que ha vivido históricamente a la sombra del fútbol 11; tratado con indiferencia muchas veces y como una amenaza alguna vez más. Compartiendo federación con una disciplina que le aporta medios, pero, al mismo tiempo, lastra su crecimiento. «El fútbol sala cuenta poco para FIFA», comenta José Manuel Igea, histórico dirigente de este deporte, en conversación con NAIZ. Y si esta es la tónica habitual en el fútbol sala, en este caso tenemos que añadirle las dificultades que acompañan habitualmente a la categoría femenina de cualquier deporte.
Por eso, el fútbol sala femenino no esperó a tener el respaldo de la FIFA para organizar su primer Mundial y ya en 2006, se disputó un primer torneo, no oficial, en Argentina. Dos años más tarde, la Asociación Mundial de Futsal (AMF), independiente de la FIFA, organizaba la primera edición oficial en la localidad de Reus, en la que la selección de Cataluña se impuso en la final a la de Galicia.
La FIFA, siempre recelosa de no controlar algún aspecto que tenga que ver con el fútbol, no parecía, en cambio, muy interesada en desarrollar el fútbol sala femenino y siguieron siendo las propias jugadoras y la gente de este deporte quienes empujaron para presionar a las instituciones. «Sin esa lucha me parece que hubiera sido muy difícil o hubiera tardado más la FIFA en organizar un Mundial de futsal femenino», explica la periodista argentina, Delfina Corti, presente en el Mundial de Filipinas, en conversación con NAIZ.
Después de mucho trabajo por parte del fútbol sala femenino, el año pasado se ponía fin a esta situación anómala y la FIFA anunciaba para 2025 la I edición del Mundial de Fútbol Sala Femenino. «Estuve también en el Mundial masculino de 2024 y en cuanto a la organización, no ha habido diferencias», comenta Corti.
Impulso Mundial
Con el respaldo de la máxima autoridad del fútbol mundial, el fútbol sala femenino cuenta con el apoyo y la plataforma necesaria para darle visibilidad a este deporte. El día de la final entre Brasil y Portugal, fueron cerca de 5000 personas las que asistieron al Phil Sports Arena de Pásig y lo que hasta ahora parecían excusas para no apoyar al fútbol sala femenino, parecen haberse superado.
Es cierto que hay diferencias de nivel entre las selecciones y que en el Mundial ha habido goleadas importantes. Pero ya hay una competición de la FIFA que pueda medir esas diferencias. Las 43 victorias consecutivas que acumula la canarinha ya no son sólo una cifra impactante y tienen su reflejo en la copa que las acredita como campeonas mundiales. También sabemos que Portugal tiene en Ana Caterina a un baluarte en la portería y que la selección española, ganadora de las tres ediciones de la Eurocopa, todavía tiene a cierta distancia a la selección de Brasil.
El Mundial ha dado al fútbol sala femenino una visibilidad en televisión y una difusión en prensa a la que no está acostumbrado y que deberían ayudar a crecer a este deporte. «Los siguientes objetivos deberían ser conseguir una competición de clubes oficial a nivel europeo y lograr que el fútbol sala entre en los Juegos Olímpicos», comenta José Manuel Igea.
El fútbol sala femenino ya cuenta con el mundial de la FIFA y eso contribuye a acercar un sueño olímpico que supondría el espaldarazo definitivo para esta disciplina que todavía vive unas condiciones precarias. Según un estudio de la Asociación Europea de Deportistas de elite (EU Athletes) cofinanciado por la Comisión Europea, solo el 3,4% de las jugadoras de la Primera División española se dedica exclusivamente al fútbol sala y un 90% lo compagina con otras actividades. Un 48% de las jugadoras no reciben compensación económica.
«Desde el movimiento de ‘Ni una menos’, donde se empezaron a conjugar y a convivir varias luchas feministas, el reclamo de las mujeres alcanzó muchos logros en Argentina», comenta Corti. En este sentido, es significativo el caso de Euskal Herria, donde el enorme crecimiento que ha experimentado el fútbol femenino en la última década no se ha visto reflejado en el fútbol sala. Si en los años noventa y principios del siglo XXI, Sanpedrotarrak y Hegoalde de Tolosa competían con solvencia en la máxima categoría, el Orvina navarro tomó su relevo años después, pero desde la desaparición de Bilbo Fútbol Sala en 2020, ningún equipo euskaldun ha vuelto a competir en Primera División.