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‘Make Europe Divided Again’: el viejo ‘aliado’ quiere trocear la UE

La Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU da por cerrado el ciclo de liderazgo global y pivota hacia el Hemisferio Occidental. Washington señala que solo los intereses vitales justificarán su acción exterior. Europa deja de ser aliada y pasa a ser un espacio a disputar y, si conviene, fragmentar.

Foto de archivo del encuentro entre Donald Trump y Ursula Von der Leyen celebrado en septiembre. (Brendan SMIALOWSK | AFP)

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS), publicada el viernes por la Casa Blanca, marca una reorientación de la política exterior estadounidense que ha hecho saltar las alarmas en Bruselas. El documento refleja un cambio doctrinal que redefine las prioridades de Washington y deja atrás el lenguaje liberal que sostuvo el vínculo transatlántico desde la posguerra, siendo reemplazado por una lógica de poder y esferas de influencia bajo el sello de ‘America First’. En este nuevo orden mundial que idea EEUU, Europa ya no figura como aliada, ni mucho menos, más bien es descrita como un continente en declive por sus dinámicas internas en el que EEUU no descarta intervenir políticamente.

Partiendo desde el principio, la Estrategia de Seguridad Nacional es el documento con el que cada Administración define, negro sobre blanco, cómo entiende el mundo y dónde concentrará poder, recursos y alianzas para moldearlo. Desde 1986 ha actuado como brújula estratégica y, con matices, todos los presidentes se presentaron como defensoras del «mundo libre» para justificar sus intervenciones, herederos de la lógica inaugurada por Truman al inicio de la Guerra Fría. La NSS-2025 rompe ese hilo y formula una crítica frontal a los ejecutivos del ciclo posterior a 1989, a quienes acusa de expandir el «interés nacional» hasta volverlo difuso y costoso.

Frente a ello, establece que solo los intereses vitales justificarán la acción exterior, ya que «no todos los países, regiones, problemas o causas, por valiosas que sean, pueden ser prioridad» de EEUU, afirma el documento. Una de las frases que abre el texto es casi un epitafio del siglo XX: «El propósito de la política exterior es la protección de los intereses nacionales básicos; ese es el único foco de esta estrategia». A partir de ahí, dinamita en 33 páginas la narrativa universalista y adopta un lenguaje inusual para un documento de Estado, casi triunfalista pero que no hace más que sugerir su pérdida de hegemonía.

Acto seguido, la Casa Blanca promete «restaurar la grandeza americana», habla de «recuperar la salud espiritual y cultural del país» y presenta a EEUU como «la nación más exitosa de la historia humana» que busca «la paz a través de la fuerza».

En ese sentido, describe a Trump como «el Presidente de la Paz» y celebra su «diplomacia poco convencional» centrada en redes personales y política de vasallaje. La democracia sale de la ecuación y reaparece casi como asunto interno, envuelta en un vocabulario de «salud espiritual y cultural», «glorias pasadas» y «familias fuertes y tradicionales que críen hijos sanos» en un país que es «la cuna de la libertad en la tierra» y que además garantiza «los derechos naturales otorgados por Dios».  

Europa Grande Otra Vez

El documento dibuja sobre el papel un mundo competitivo, fragmentado, tecnológicamente acelerado y regido por Estados ricos y fuertes, donde los organismos supranacionales que Washington impulsó en el pasado son ahora «errores» que subsanar. En ese escenario, Europa aparece como la gran damnificada. La estrategia dedica un apartado explícito a reconfigurar el vínculo con el Viejo Continente, ya no como socio equivalente, algo que nunca fue pero al menos aparentó, sino como un espacio a corregir y disputar.

En su diagnóstico, EEUU afirma que Europa se enfrenta a la «desaparición civilizatoria» debido a «la baja natalidad y la erosión de su identidad cultural por la inmigración», y que muchos gobiernos «restringen la oposición política y censuran el debate público».

Pero la frase que más inquietud ha provocado en las capitales europeas es la que declara la intención de «apoyar a partidos patrióticos» para revertir las tendencias demográficas y políticas que la Casa Blanca considera destructivas para Occidente. De esta manera, abre la puerta a intervenir en la política europea, ya sea respaldando a fuerzas de extrema derecha o influyendo en procesos electorales, algo que resulta irónico tras años de sanciones a Moscú por injerencias en campañas como la de Rumanía o el Brexit.

Como agravante, una información de ‘Defense One’ sostiene que existe un borrador ampliado –que la vicesecretaria de Prensa de la Casa Blanca negó– que iría más lejos en el capítulo europeo y exploraría un trato Estado a Estado para reducir el peso de Bruselas. La filtración menciona un guiño interno bautizado “Make Europe Great Again”, lema que ya han adoptado líderes ultras como Viktor Orbán como versión continental del MAGA trumpista. Nada de ello figura en la versión oficial, aunque la lógica no desentona con la afirmación de la NSS: «la unidad política fundamental del mundo es el Estado-nación. El mundo funciona mejor cuando las naciones dan prioridad a sus intereses. Estados Unidos antepondrá sus propios intereses y, en sus relaciones con otras naciones, las animará a hacer lo mismo».

¿Y cómo ha reaccionado la UE?

Kaja Kallas, jefa de la diplomacia europea, fiel a su servilismo habitual, recordó que EEUU sigue siendo «el mayor aliado» de Europa, mientras Antonio Costa, presidente del Consejo Europeo, admitió lo que ya es evidente: «Lo que Vance dijo en Múnich se ha convertido en doctrina oficial».

Aquel discurso del vicepresidente de EEUU no dejaba lugar a matices pues Vance acusó a Europa de vivir «bajo subsidio estadounidense» y de «sofocar su prosperidad con inmigración masiva». Para colmo, lanzó el aviso que la NSS ahora consagra por escrito respecto a la OTAN, de la que se pretende congelar su expansión y trasladar a Europa el peso principal de su propia defensa si no quiere olvidarse de la «protección estadounidense».

No obstante, la Administración Trump reconoce que «no podemos perder Europa». La razón es menos sentimental que económica, teniendo en cuenta que la UE sigue siendo un mercado de 450 millones de consumidores de alto poder adquisitivo, un destino clave para gas, armas, tecnología y servicios digitales estadounidenses. De ahí que la NSS hable de «ayudar a Europa a corregir su trayectoria», una manera diplomática de decir que Washington prefiere una UE con menos capacidad política y más margen económico para sus corporaciones.

Doctrina Monroe y el corolario Trump

EEUU deja de presentarse como arquitecto del orden global y redefine su acción exterior en torno a tres ejes: seguridad interna –«la era de la inmigración masiva ha terminado», sostiene–, primacía industrial y hegemonía hemisférica. La NSS rompe así con tres décadas de internacionalismo expansivo y sitúa el foco en lo que denomina intereses «vitales y no negociables», lo que supondría un reajuste de tropas para la «protección» del Hemisferio Occidental.

El documento dedica otro capítulo al ‘Trump Corollary’ de la Doctrina Monroe, ahora reactivada bajo el viejo eslogan ‘América para los americanos’ donde América abarca todo el continente, pero americanos se traduce únicamente como estadounidenses.

Allí, en su tradicional patio trasero, donde durante décadas Washington recurrió a operaciones encubiertas para facilitar cambios de régimen, esa lógica se convierte ahora en política abierta y declarada. Y, a tenor de los movimientos recientes en el Caribe, ya está en marcha. Y no solo para derrocar a gobiernos incómodos como el de Nicolás Maduro, sino mediante el despliegue de la mayor presencia naval «en generaciones» con el USS Gerald Ford como joya de la corona, acompañada de la reactivación de la base militar de Puerto Rico, signo de que el retorno estratégico al hemisferio ha venido para quedarse.

Todo ello para controlar rutas marítimas, frenar la migración, bloquear inversiones chinas en puertos, telecomunicaciones y minerales críticos. Para ello, añade el documento, promoverá alianzas pragmáticas con gobiernos afines (de Bukele a Milei).

Rusia y China

La nueva estrategia marca distancia incluso con la que articuló el propio Trump en 2017, mediante la que inauguró la era de la «competencia entre grandes potencias» y situó a China y Rusia como «potencias revisionistas» decididas a «moldear un orden antitético a los valores e intereses de EEUU». Biden, en 2022, profundizó esa línea con un marco explícito de «democracias versus autocracias», lecturas que desaparecen ahora casi por completo.

De hecho, Moscú apenas aparece mencionada y no como enemigo existencial, sino como actor con el que EEUU debe «restaurar la estabilidad estratégica» mediante «un cese rápido de las hostilidades en Ucrania». La prioridad, por tanto, ya no es la victoria ucraniana, sino congelar el conflicto en términos que garanticen un Estado ucraniano «viable» y permitan a EEUU centrarse en Asia-Pacífico.

Allí, Washington define a Pekín como «el competidor estratégico más significativo para Estados Unidos», pero evita el enfrentamiento ideológico. El desafío se formula en términos materiales y estructurales: semiconductores, minerales críticos, cadenas de suministro, IA, control de rutas marítimas y superioridad naval. El objetivo, por tanto, no es promover reformas internas, sino evitar que China domine Asia y condicione la economía mundial. La estrategia descansa por tanto en disuasión, equilibrio y promover una ventaja industrial, no en cambio de régimen ni en choque civilizatorio.

Si el Indo-Pacífico es el escenario prioritario, su pieza crítica es Taiwán. La NSS afirma que prevenir un conflicto en el Estrecho, «idealmente preservando la superioridad militar», es una prioridad, manteniendo el tradicional rechazo a cualquier «cambio unilateral del statu quo». También menciona en dos ocasiones a India, con quien parece que quiere volver a estrechar relaciones tras un distanciamiento y la aplicación de aranceles a Nueva Delhi.

Oriente Medio ya no es una prioridad

Tras «debilitar» a Irán con la operación ‘Midnight Hammer’, EEUU se congratula de «lograr avances para una paz duradera» entre Israel y Palestina. Sumando la estabilización de Siria, afirma, su estrategia bien merece relegar Oriente Medio a un plano secundario.

Más bien porque su «suministro energético se ha diversificado considerablemente», señala el documento, la región ya no es territorio para «reformas democráticas». Seguirá siendo un espacio de intereses concretos (energía, rutas marítimas) gestionado con acuerdos transaccionales. Washington mantendrá cooperación con monarquías del Golfo y regímenes petroleros sin aspiración transformadora.

El contraste es evidente: la presión normativa y el discurso sobre valores se aplican casi exclusivamente a Europa mientras que en en otras esferas prima el negocio, pues el fin último de la diplomacia ‘America First’ tiene como objetivo «reequilibrar las relaciones comerciales mundiales».