MIKEL INSAUSTI
CINE

«Borg McEnroe»

El cine europeo se le ha adelantado a Hollywood a la hora de llevar a la gran pantalla uno de los grandes acontecimientos de la historia deportiva, nada menos que el llamado “partido del siglo” que enfrentó en 1980, en la final del torneo de Wimbledon, a los tenistas Björn Borg y John McEnroe. “Borg McEnroe” es una coproducción entre Suecia, Dinamarca y Finlandia que ha costado unos modestos siete millones y medio de dólares, un presupuesto más que suficiente para recrear con precisión una época perfectamente documentada, añadiendo al relato aspectos estilísticos y sicológicos a los que el cine comercial estadounidense no es muy dado. En ese aspecto sale ganando el espectador acostumbrado a acudir semanalmente a las salas de arte y ensayo a ver películas, sin que tampoco el aficionado al tenis vaya a salir defraudado, porque la tensión narrativa y la puramente deportiva van de la mano hasta el momento mismo del desenlace, por más que se sepa cómo acabó aquella reñida competición.

La realidad vivida entre Borg y McEnroe da para mucho en la ficción, porque el sueco y el norteamericano eran el Yin y el Yan del tenis, eran los extremos que se tocaban. No es de extrañar que sus nombres aparezcan unidos dentro de una simbiosis en el título internacional, aunque, para la distribución en los EEUU, se haya preferido poner un versus (vs.) entre ambos, a sabiendas de que allí son más competitivos, recalcando así que el uno juega contra el otro. Y en el mercado nórdico han hecho un cartel en el que destaca en solitario el actor sueco que encarna a Borg, mientras que el coprotagonista queda relegado a un segundo término. No parece una injusticia chovinista si tenemos en cuenta que era el tenista sueco quien aspiraba a su quinto triunfo consecutivo sobre el verde de Wimbledon, situación pintiparada para encumbrarse al Olimpo de los héroes del deporte de todos los tiempos. A su rival del otro lado del charco le quedaba más tiempo para convertirse en ganador, al ser tres años más joven y, de hecho, al año siguiente tendría la revancha en sus manos.

Al margen de lo que pueda hacer creer un determinado póster, la película se centra más en la figura de Björn Born, al tiempo que la caracterización del actor sueco Sverrir Gudnason está más trabajada. Su parecido físico es asombroso, y no tanto el que guarda el californiano Sea LaBeouf en relación con el verdadero John McEnroe, al que hemos conocido sobre las pistas. Desde el punto de vista biográfico se cuentan también menos cosas del estadounidense, sobre la base de que Hollywood no tardará mucho en dedicarle un biopic entero para que podamos saber detalles personales sobre su vida, como sus sucesivas relaciones con la actriz Tatum O’Neal y la cantante Patty Smyth, con quienes tuvo familia.

En cambio, a Borg se le dedica más espacio dentro del largometraje, sobre todo a la estrecha y compleja relación con su entrenador Lennart Bergelin, papel personificado por el internacionalmente conocido actor sueco Stellan Skarsgard. Los conflictos entre ambos tuvieron que ver con el emparejamiento sentimental de Borg con la tenista rumana Mariana Simionescu, a la que da vida la sueca Tuva Novotny, pues fue ella la que le hizo ver que el tenis no lo era todo, y que también tenía derecho a disfrutar de su existencia sin dedicarse única y exclusivamente a los entrenamientos. De dicha perspectiva se deriva un interesante estudio de lo importante que es el factor sicológico en un deporte de máxima concentración como el tenis, donde, además de necesitar una gran resistencia física (la final duró casi cuatro horas), se exige un autocontrol sobrehumano. Y por ahí, el denominado “hombre de hielo” pudo con el temperamental Big Mac, aunque los expertos dirían que la técnica del passing-shot pudo con la de las voleas sobre la red.