Mikel ZUBIMENDI
DoNOSTIA

Retorno de Sarkozy, «pasokización» del PS y «dulce fracaso» del FN

Los resultados de las elecciones departamentales celebradas ayer en el Estado francés tuvieron un derrotado sin paliativos: el Partido Socialista. Tras los golpes de las municipales, las senatoriales y las europeas, la de ayer fue la cuarta derrota humillante que reciben. Eliminado de un cuarto de los cantones en la primera vuelta, perdidos sus feudos históricos, el PS aparece en los mapas postelectorales como una especie política en extinción. El espectro de la «pasokización», que ha visto en Grecia como el Partido Socialista desaparecía literalmente tras treinta años de dominio absoluto, recorre el cuartel general de su dirección.

Más a su izquierda, la división y dispersión impera y las fuerzas progresistas se muestran incapaces de construir una alternativa política que sume y se presente ante la gente como una opción viable.

El día después del desastre, ¿puede seguir Valls al frente del Gobierno? Muy cuestionado desde hace tiempo, su figura aparece como la de un ministro en condicional, con múltiples operaciones desde su propio partido que buscan mandarlo a casa. Hollande, por su parte, sigue en caída libre, sin carisma, capacidad de aglutinar ni perspectiva de salvación.

Doble victoria para Sarkozy

La derecha agrupada en torno al tándem UMP-UDI y encabezada por Sarkozy obtiene unos magníficos resultados gracias a la debacle del PS. Recuperan muchos departamentos, alguno de ellos históricamente de izquierdas, y el liderazgo de Sarkozy sale fortalecido. Su «operación retorno» de cara a las elecciones presidenciales de 2017 se dispara. Y puede cantar victoria en un doble sentido: su estrategia de unidad con el centrismo por arriba y fuerte discurso de derecha por la base ha funcionado. Así mismo, el «ni-ni» – consigna de no votar al FN ni al PS en segunda vuelta– le ha salido bien.

Pero a pesar de tener motivos para la satisfacción, derivados sobre todo del duro revés de los adversarios, en términos de voto absoluto está muy lejos de sus mejores registros. De hecho, ha conseguido movilizar a poco más de un tercio de su base electoral tradicional. Con esos datos, en una perspectiva hipotética de una izquierda medianamente renovada y unida y con unos números del FN –aunque no haya conseguido ningún departamento– que dan mucho respeto, podría tener muchas dificultades en unas elecciones de más perfil «político», especialmente en las presidenciales.

FN, una nueva era política

El número dos del FN reconocía ayer «el fracaso» de no haber conseguido hacerse con ningún departamento –confiaban en su victoria en el de Vaucluse–. Pero lo hacía con una especie de sonrisa, sabiendo que el voto del partido de Marine Le Pen ya no tiene, como antaño, un fuerte contenido coyuntural que variaba en función del tipo de escrutinio. Consciente de que un 26% de electores no necesitan saber quién es su candidato, ni siquiera su programa, para votarles.

El FN es ya un elemento estructural del paisaje político. Su anclaje es muy fuerte y sus resultados le sitúan en una posición de tú a tú con los partidos del bipartidismo tradicional.

Al margen del debate sobre si el avance del FN es fruto del buen trabajo de un partido fuerte o de un país enfermo, el hecho es que no solo han conseguido cambiar el paisaje político francés e incrustarse en él, sino que su suelo electoral le permite pensar en que pueda ganar en la primera vuelta de las presidenciales.

Visto en perspectiva, su progresión es imparable y sostenida –un 7% más en los cinco años de Sarkozy y otro 7% en los tres años de Hollande–. La estrategia de estigmatizar y combatir al partido de Le Pen no parece funcionar. Al contrario, a ojos de sus partidarios –que siguen aumentando sin cesar– el FN sigue siendo cada vez más útil.