Jakes PARROU
DONOSTIA
A VISTA DE CATALEJO

Meones bajo un ataque sicológico y bacteriológico

Alguien debería estudiar científicamente si nuestras finas pituitarias donostiarras están menos preparadas para la fiesta que las del resto del país. Ahí tenemos a los valientes navarros, capaces de soportar nueve noches seguidas de olor a choto viejo y pacharán Zoco sin boquear un segundo, o a los intrépidos bayoneses, resistiendo como titanes ante un Aturri y un Errobi por los que bajan orines de Ricard de media Francia. Ni siquiera está muy claro que en Donostia huela peor en fiestas que el resto del año, cuando del Urumea salen esas pestilencias de sardina vieja revenida y las alcantarillas escupen efluvios de corcón con diarrea. En cualquier caso, tranquilos y tranquilas, que el Ayuntamiento ha declarado guerra bacteriológica (¿o es solo sicológica?) a los meones incontrolados.

Superando todas las plagas de la era Bildu, la Bella Easo resurge. Aquellas terroríficas ratas gigantes vuelven a ser entrañables coipús. Manos a la obra están Ernesto Gasco, alias Don Limpio, y Miguel Angel Díez, Devorolor Jauna, que han traído a la ciudad Bioactryn DC-100, la bacteria que se come las pestilencias. Dice la prensa partidaria que está siendo «un éxito», así entre comillas, bien porque no lo acaban de creer o por darle más realce a la cosa. Y dicen las gentes de la Parte Vieja que no, que ahí huele más o menos igual. Parte Zaharrean Bizi añade que en el barrio «solo hay cinco cabinas autolimpiables ¡y todas en la Trini!» Y llueve (o mejor orina) sobre mojado, ¿dónde iba a evacuar la masa del Jazzaldia si los baños públicos cerraban antes del concierto?

Ninguna crítica desanimará al equipo municipal, que contraataca con tecnología aún más puntera: una pintura que dicen que impregnará lugares de alto riesgo, a 50 centímetros del suelo, de modo que al meón de turno la micción le rebote a las zapatillas. Bejondeila Don Limpio eta Devorolor Jaunari! Eso sí, como es invisible, será cuestión de fe. Por si tampoco funcionara, no vienen mal unos carteles amenazando a los incontrolados con cambiarles el chiflo por un grifo. Debe doler eso.