Pablo CABEZA
BILBO

El Rolling Stones Keith Richards publica el discreto «Crosseyed heart»

Desconocemos cómo rellena un día de su vida un multimillonario como Keith Richards cuando no está de gira ni grabando. Con euros es posible que no haya lugar para el aburrimiento, pero quizá tampoco demasiada pasión emocional por escribir un disco. «Crosseyed heart» es su tercer disco en solitario, un álbum prescindible, de fan o de usar y depositar.

Es poco probable que el álbum de un músico curtido y con todos los medios posibles a su servicio grabe un disco infame, mal tocado, con músicos primerizos... Keith Richards parte, por tanto, con todo a su favor, pero lo que no puede comprar el dinero es otra voz, la capacidad para arreglar canciones bajo su responsabilidad ni mejorar las composiciones. Desde este punto de vista “Crosseyed heart” es un disco entre lo correcto, el tedio y el peso de una leyenda.

Richards es un gran guitarra rítmico, de lo mejor, pero como vocalista es un matado. Si los años perjudican, salvo excepción, que no es la de Richards ni la de Dylan, a la garganta y lo que pueda dar de sí, el resultado es una retahíla de canciones planas porque llana es la voz de Richards, incapaz de matizar, de inflexionar.

Con todo, carencias de voz se pueden compensar con composiciones lustrosas, buenos arreglos, tensión instrumental y atmósfera. Y eso que Richards se ha tomado 23 años desde su anterior disco en solitario, “Main offender”, notablemente mejor que este “Crosseyed heart”. Recordemos que su primer álbum en solitario data de 1988 con “Talk is cheap”.

Richards abre disco con “Crosseyed heart”, dos minutos de blues primitivo pirateados a cualquiera de los bluesmen desde los años 20 hasta los 50. Dirá que es un homenaje.

En “Heartstopper” el guitarrista recupera el rock and roll y muestra una canción que podría ser algo en otra voz. Suena stoniana, un punto, pero transcurridos sus tres minutos se difumina en un recuerdo imposible. Cualquier músico guarda en su ordenador veinte canciones con o mayor potencial.

Si Richards siempre fue un mal cantante (con todo, Jagger le permitió compartir micro en algo más de media docena de canciones) no va a arreglar las cosas a sus 71 ños, o al menos no es su caso, porque Johnny Cash, por ejemplo, a pesar de sus problemas pulmonares, diabetes, la dolida muerte de su esposa, y una edad próxima a Richards grabó cuatro o cinco discos admirables antes de su muerte y cerca de sesenta canciones a meses de su fallecimiento. Sí, voz cascada, rozando la quiebra, pero transmitía de tal forma, con tanta solemnidad y fuerza que solo su recuerdo momentáneo deja con el trasero al descubierto a este sospechoso “Crosseyed heart”.

“Amnesia” quiere sonar de nuevo a Stones, intento baldío. “Robbed blind” es una hermosa balada propia de un Knopfler y coros como si Neil Young estuviese en el estudio. Fondo campero y steel guitar, un buen camino que Keith no mantiene. “Trouble” fue el single que se dio a conocer en agosto. Stoniano, quedón, buenas guitarras y salvable instrumentalmente.

Los Beatles

En agosto, precisamente, y para apoyar la promoción de lo que llegaría, “Crosseyed heart”, Richards llamó la atención de la prensa con declaraciones amarillentas apuntando que el “Sgt. Peper’s” de los Beatles era «basura». «Los Beatles sonaban enormes cuando eran los Beatles –dijo–. Cuando eres los Beatles en los 60 te dejas llevar, y olvidas lo que querías hacer. Hay quien piensa que es un álbum genial, pero creo que es un revoltijo de basura, un poco como nuestro “The satanic majesties”. ‘Oh, si tú puedes hacer un montón de mierda, también nosotros», agregó. Para Richards, «las chicas acabaron con esos chicos. Dejaron de hacer giras en 1966, ya estaban acabados. Estaban listos para irse a la India y esas mierdas», recalcó.

También apuntó que «no hay una pieza de música popular que no haya sido influenciada por el blues». Sin embargo, en su nuevo álbum lo mejor son las baladas y lo más zafio lo que se parece al ritmo y blues, por pura copia burda y reiterativa. “Suspicious”, de hecho, es una gran balada y “Blues in the morning” ese blues que Keith reclama y que él vulgariza en este mismo corte.

“Something for nothing” en otras manos se salvaría. El ejemplo más claro al respecto se encuentra en “Illusion”, otra balada de entidad. Aquí cuenta con la colaboración de Joss Stone. Cuando canta él se percibe que hay material para trabajar en una canción soberbia (en nuestra primera escucha virginal se ignoraba que participara Joss como invitada). El caso es que cuando entra Stone se reafirma la idea de que con una buena voz, otra voz, muchas de las canciones de “Crosseyed heart” serían defendibles. Lástima que no la cante al completo y que Richards se dedique a emular a Serge Geinsbour con Jane Birkin, pero molestando. El infortunio continúa con “Just a gift”, sí, otra buena balada arrugada en la garganta de Keith.

En “Goodnight Irene” es posible que tribute a Dylan. Versiona a Gregory Isaacs (reggae), se vuelve malote (rockero) en “Substancial damage” y termina flojeras y tierno con “Lover’s plea”.