Golpear, aguantar, rematar
Australia se mete en la final tras un arranque explosivo y una posterior exhibición defensiva ante Argentina (29-15).

El pasado jueves se cumplió un año exacto desde que Michael Cheika se hacía con las riendas de la selección australiana. El técnico de Sidney, que venía de ganar el Super Rugby con los Waratahs, heredaba un combinado nacional desnortado, sin plan de juego, sin resultados y con problemas internos.
Doce meses después, Australia disputará frente a su eterno rival, Nueva Zelanda, la final de la octava Copa del Mundo de rugby. Ambas buscarán llevarse a tierras oceánicas su tercer entorchado.
Cheika puso en la pizarra los cimientos de su triunfo ante Argentina en semifinales (29-15). Sabedor de la querencia albiceleste a salir jugando desde atrás, ordenó una presión alta que dio fruto en menos de dos minutos. Mitchell cortó la primera y se le cayó el balón, pero en la siguiente Simmons leyó las intenciones de Nico Sánchez, cortó su pase y se marchó directo a la marca.
Antes de los diez minutos, Cordero se precipitó en una salida de 22. Avant y melé favorable a Australia para que Ashley-Cooper la posara junto al banderin (14-3). Los Wallabies pagaban a Argentina con la misma moneda con la que estos habían recibido a Irlanda siete días antes, una salida fulgurante.
El tercer mazazo llegaba pasada la media hora. Lavanini veía la amarilla por un placaje ilegal sobre Israel Folau y Australia sacaba partido de sus diez minutos de superioridad con su tercer ensayo, el segundo de Ashley-Cooper.
Para mayor desgracia, Daniel Hourcade ya se había visto obligado a cambiar por problemas físicos a su mejor anotador de ensayos, Juan Imhoff, y a su capitán y líder de la melé, Agustín Creevy. Además, Juan Martín Hernández andaba renqueante tras un recadito de Pocock en las costillas, y tuvo que ser sustituido más adelante.
Nada acompañaba a los Pumas, pero estos forman un conjunto mayor de edad y no perdieron la calma en ningún momento. A base de generar golpes de castigo –forzaron hasta cuatro en las melés– llegaron al descanso solo diez por debajo en el marcador (19-9).
Defensa y más defensa
El decorado cambió en el segundo acto. Los sudamericanos se plantaron en campo rival y se hicieron con el dominio del encuentro. Fue entonces cuando Australia exhibió su descomunal defensa. En la primera fase Gales ya se topó con una muralla estando en superioridad, y Argentina llegaba hasta la zona de 22 metros pero no conseguía ir más allá. Los amarillos placaban como posesos y se lanzaban a la pesca de los balones en el suelo, con Pocock siempre con el gancho preparado.
Con 22-15, Argentina buscaba a la desesperada un ensayo que le diera el empate. Pero a falta de nueve minutos, Mitchell tomaba un balón cerca de la línea de medio campo, recorría 40 metros en diagonal sentando a media docena de rivales y servía a Ashley Cooper para que este se apuntara un hat trick (29-15).
Ahí se terminó un choque intenso, brutal en lo físico, en el que las cámaras enfocaban una y otra vez a jugadores con sangre en el rostro: Pocock, Tuculet, Fardy, Isa… Eso y las lágrimas de un Daniel Hourcade al que nada se le puede reprochar. Ni a él ni a sus jugadores. Argentina se codea con los grandes y si mantiene la línea en 2019 será candidato a lo más alto.

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