Daniel Galvalizzi
ELECCIONES PRESIDENCIALES EN ARGENTINA

Macri gana con lo justo y se enfrenta a la difícil encrucijada económica

Un triunfo menos holgado de lo esperado ante el kirchnerista Daniel Scioli sirvió al líder de la coalición Cambiemos para convertirse en el primer presidente electo ajeno al peronismo y a la UCR

El alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, fue elegido presidente el domingo por casi 13 millones de argentinos, poniendo fin a 12 años de kirchnerismo y 14 de gobiernos peronistas. Con su coalición Cambiemos, sus aliados de la tradicional UCR vuelven a formar parte de un gobierno después de quedar en la periferia del poder tras el enorme fracaso de Fernando de la Rúa en 2001.

Desde 1918, cuando Argentina sancionó el sufragio universal (de los hombres) y se acabó el fraude impuesto por los conservadores, es la primera vez que este país vota un presidente que no sea ni radical ni peronista.

Sin embargo, el triunfo más ajustado de lo esperado al obtener un 51,4 % contra el 48,6% de Scioli le restó épica a la jornada y despertó las alarmas en el equipo de Macri.

En diálogo con GARA, el jefe de campaña política de Cambiemos, Emilio Monzó, explicó que «las encuestas una vez más se equivocaron» y que estaba sorprendido por el margen acotado en la distancia con Scioli. «Esto es una preocupación, porque la ‘campaña del miedo’ que hizo el kirchnerismo caló hondo en algunas zonas como el área suburbana de Buenos Aires y el norte del país. Es un problema porque, además de restar votos, provoca una restricción política a futuro», admitió. También dijo que, a la vista de que un triunfo que avizoraban por más del 10 % se redujo al 3%, Macri y la vicepresidenta electa, Gabriela Michetti, hicieron interpelaron a quienes no los votaron y a los que tienen temor a una deriva neoliberal. «Hay muchos hogares humildes que están sintiendo hoy una nueva esperanza. Pero seguramente habrá otros preocupados, con temor tal vez, y para ellos vamos a trabajar muy especialmente. No hay nada que temer, todo será alegría», dijo Michetti en forma enfática.

Y es que en las últimas cuatro semanas el kirchnerismo llevó adelante una campaña basada más en el pronóstico apocalíptico de lo que se convertiría Argentina si se definía por Macri que en resolver su crisis interna y explicar sus propuestas.

El miedo infundido repercutió favorablemente y Scioli acortó la diferencia en forma notable. Su mejor aliado fue el recuerdo pavoroso sobre la última experiencia de un gobierno no peronista en Argentina, además del perfil liberal-económico de Macri y su origen empresarial.

Si bien la gestión económica de Cristina Fernández de Kirchner no cuenta con el mayor de los respaldos, el temor a perder lo conseguido es grande, especialmente en un país que sufrió hace no mucho una década de neoliberalismo salvaje.

El discurso de Scioli también anunciaba un giro a la derecha, pero montado en el relato propagandístico kirchnerista, el electorado lo veía menos proclive a un ajuste brutal.

Macri se enfrentará a una maraña económica cuyos focos de mayor conflicto son la inflación de 25 %, el déficit fiscal superior al 8 % del PIB, la escasez de dólares por la caída del superávit comercial y la existencia de cuatro tipos de cambio.

Pero el triunfo escueto, sumado a que será el presidente con la menor cantidad de diputados y senadores propios desde el regreso a la democracia en 1983, le deja un margen de maniobra acotado. Por lo pronto, ya anunció que tendrá un gabinete económico de seis ministros. Igualmente, se descuenta que Macri recorte subsidios en servicios públicos (en campaña prometieron que será solamente a la clase media-alta y alta) y que aplique una devaluación del dólar oficial para unificarlo con el tipo de cambio diferenciado que hay para ahorro y turismo (más el de adquisición ilegal, que supera en 50% al oficial).

Como contraparte, disminuirá los impuestos a los ingresos del 95% de los asalariados y los tributos especiales que pagan los exportadores de materias primas (solo permanecerá el de la soja), con lo que espera dinamizar la economía interna y dotarla de ingreso de dólares, además de un ambicioso plan de obras de infraestructura para mejorar la alicaída competitividad argentina.

Más allá de la propaganda tanto del kirchnerismo como de Cambiemos, la economía no es el campo en el que mayores diferencias entre ambos estaban previstas. El gobierno de Macri acarreará mayores transformaciones en el mapa político interno y en la política exterior. Ante todo, Macri y su entorno dejaron en claro que no sería un cogobierno y quien ganara las primarias (las disputó con la UCR y Coalición Cívica) asumiría la conducción del gobierno.

Igualmente, Macri buscó congraciarse con los radicales y tiene previsto otorgarles al menos dos ministerios. Su apoyo será clave para aprobar las leyes en el polarizado Parlamento (el Senado tiene una robusta mayoría peronista). La UCR tomó en la campaña un rol subsidiario pero clave: sin fisuras –inusual en su estilo–, los históricos socialdemócratas argentinos apoyaron a Macri, muchos de ellos a regañadientes debido a su impronta liberal. El respaldo más vehemente provino, claro está, de los que serán gobernadores bajo su mandato y precisarán de la ayuda de los fondos federales.

La UCR, el partido político más antiguo de Argentina y que coprotagonizaba el bipartidismo junto al peronismo hasta la crisis de 2001, entra en una nueva fase. Fortalecido (en la alianza con Macri ganó la mayor cantidad de provincias e intendencias desde 1999), ahora deberá definir la postura que tomará en un gobierno al que tendrá que asistir a la vez que dirimir un nuevo liderazgo, ya que su presidente, Ernesto Sanz, dejará su cargo.

Por su parte, el peronismo, en sus polifacéticas vertientes, entra en una etapa sin precedentes, porque desde 1987 siempre tuvo en sus manos uno de los dos principales gobiernos de la República: el nacional o el de la provincia de Buenos Aires. Ello hizo que siempre se estructurara alrededor del poder, hasta que quien lo ostentaba era devaluado y los respaldos viraban en torno al dirigente que garantizaba su mantención.

Sin tejido político propio, Daniel Scioli parece condenado a desaparecer, porque cuenta con el desprecio de ala más radicalizada del kirchnerismo y con el desamor de varios barones del peronismo que quieren liderar la oposición (y no cuentan con él para hacerlo). Los dirigentes con mayores posibilidades de conducirlo son Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey, lo que sería un giro a la derecha notable. Ambos representan la vertiente más liberal de ese andamiaje ideológico heterogéneo que es el peronismo, aunque el primero ya anunció que busca conformar una fuerza política diversa, manteniendo su partido (el Frente Renovador) por fuera de la estructura del PJ tradicional. Urtubey es gobernador reelecto de la norteña provincia de Salta. De perfil conservador –impuso la educación religiosa obligatoria–, era el elegido por Scioli para la Cancillería o jefatura de gabinete, y es visto con buenos ojos por la generación peronista más joven, especialmente del interior del país.

En cuanto a Cristina Fernández, muchos le auguran un lugar gradualmente residual, liderando solamente al grupo de kirchnerismo más ideologizado agrupado en la organización La Cámpora (que preside su hijo, Máximo Kirchner), que contará con 25 diputados y varios senadores. El peronismo tradicional desea que su luz se apague.

Pero dar por terminada la carrera de la presidenta sería un error. Logró el mayor liderazgo político de los últimos 20 años y cuenta con el apoyo irrestricto de un tercio del electorado (aunque también con una altísima imagen negativa). De la forma en que ella se posicione ante los primeros meses de gestión de Macri dependerá su futuro.

Macri aún no ha dado a conocer el nombre de quien será su ministro de Relaciones Exteriores, aunque se descuenta que tendrá un perfil económico para encabezar una agresiva búsqueda de nuevos mercados, por la imperiosa necesidad argentina de abastecerse de divisas. Pero el presidente electo ya anunció un giro con respecto al kirchnerismo en dos aspectos. El primero, con respecto al gobierno bolivariano de Venezuela: reclamará la liberación del opositor Leopoldo López y, en caso de no prosperar, pedirá la exclusión de Venezuela del Mercosur por violar la denominada «cláusula democrática».

En cuanto al Mercosur, Macri señaló que buscará fortalecerlo y, con el bloque aduanero como plataforma, buscar nuevos mercados: comenzar un acercamiento gradual con la Alianza del Pacífico e intentar una apertura comercial con ellos y Asia. También tiene definido flexibilizar la postura respecto a un posible TLC con la UE.

Macri se cuidó de prácticamente ni mencionar a EEUU. Sabe que su país es, junto a Uruguay, el país sudamericano con el sentimiento más adverso a Washington. De él dependerá demostrar que los liberales argentinos aprendieron las lecciones del pasado y no se desentenderán más de su región ni buscarán la subordinación a la gran potencia de su continente.