Voto estratégico, voto sanción y voto volátil
Las elecciones generales del 20 de diciembre se han caracterizado por importantes variaciones de votos, tanto a nivel estatal como a nivel del País Vasco sur. Así, el Partido Popular ha perdido 3.655.680 votos y el PSOE 1.472.132, a pesar de estar en la oposición, mientras que Podemos ha irrumpido con fuerza con 5.160.709 papeletas, así como Ciudadanos. Las variaciones no han sido menores en la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra, puesto que EH Bildu ha perdido 115.186 sufragios, todo lo contrario de la formación morada, que gana 397.000. La comprensión de estas oscilaciones, a veces notables, supone distinguir tres tipos de votos: el voto estratégico, el voto sanción y el voto volátil.
El voto estratégico significa que el votante, en un cálculo coste-beneficio y en función del contexto marcado por oportunidades y obstáculos, decide votar por uno u otro partido. Ese voto se ha manifestado en la CAV en estas elecciones donde una parte no desdeñable del voto de la izquierda abertzale se ha transferido a Podemos pensando que, en unas elecciones generales marcadas por un retroceso del bipartidismo y la irrupción de partidos emergentes, el voto a favor de la formación liderada por Pablo Iglesias propiciaría la reforma de la Constitución española para posibilitar el ejercicio del derecho a decidir tanto en Catalunya como en el País Vasco y la flexibilización de la política penitenciaria. La apertura mostrada por Podemos sobre la cuestión territorial ha favorecido esa transferencia de votos, especialmente en Gipuzkoa y Araba, donde ha llegado en primera posición. Pero lo propio del voto estratégico es que puede variar sobremanera de una elección a otra en función de las circunstancias y de lo que está en juego.
El voto sanción traduce una voluntad del elector de castigar a un partido, a menudo en el gobierno, por su gestión y/o su mala conducta. El PP ha padecido de manera manifiesta ese voto como consecuencia de sus políticas de austeridad, sinónimas de recortes en las políticas y prestaciones sociales y de incrementos sucesivos de impuestos, y de los casos de corrupción. El voto sanción se traduce bien por la abstención de antiguos electores, bien por la elección de otras opciones, como Ciudadanos. A través de ese voto, el elector desea trasladar un mensaje de desaprobación y condena por las políticas llevadas a cabo y las conductas mantenidas por los dirigentes de esta formación. El voto sanción puede igualmente afectar a un partido de la oposición por su incapacidad a encarnar una alternativa atractiva y creíble.
Y el voto volátil da cuenta de un voto poco asentado que puede variar notablemente en función de los acontecimientos, de la personalidad de los candidatos o de la exposición mediática de los mismos. Propio de los electores poco politizados, que no han interiorizado profundamente una cultura política determinada y que no se identifican con ningún partido en particular. Ese voto conoce importantes oscilaciones según aspectos que no se corresponden con las variables clásicas que manejan los politólogos y sociólogos, como la edad, el sexo, el lugar de nacimiento, el nivel de estudios o la profesión. No en vano se observa una mayor prevalencia de la volatilidad del voto en electores jóvenes, poco cualificados y urbanos. Ese voto es manifiesto en los partidos emergentes a nivel estatal, dado que Podemos apenas existe desde hace 18 meses y Ciudadanos limitaba su presencia electoral a Catalunya hasta hace un año.
En definitiva, a la hora de realizar una lectura sosegada de esos comicios, es preciso distinguir estos tipos de votos para evitar cualquier error de interpretación y poder extraer conclusiones pertinentes.

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