Un señor de Murcia... y la Real
La Real Sociedad le ha cogido el gusto a los derbis con el Athletic. Cuatro victorias suyas y cuatro empates en las últimas ocho ocasiones en que se han visto las caras. Ayer, triunfo por méritos propios y deméritos también de un Athletic sin frescura que nunca supo cómo hincarle el diente a un buen conjunto donostiarra al alza.

ATHLETIC 0
REAL SOCIEDAD 1
«Ganar es mejor que empatar y empatar es mejor que perder», decía ese ‘refranero de la pelota’ que era Vujadin Boskov. El Athletic, ayer, nunca estuvo en disposición de lo primero, ganar, y apenas sí le dieron las ideas para lo segundo, empatar. Porque enfrente tuvo a una buena Real, plantada, con la lección bien aprendida, de subidón, que fue superior hasta que se adelantó en el marcador para después nadar y guardar la ropa con solvencia, sin conceder apenas un solo disparo a puerta de los bilbainos entre los tres palos. Una Real a la que el Athletic nunca supo cómo hincar el diente, por dónde atacar, dónde detectar su debilidad, un querer y no saber preocupante. Y para rematar esa inoperancia, los bilbainos jugaron desquiciados por un señor de Murcia, trencilla del encuentro, al que, según se quejaría después Munian, en caliente, «le vino grande el partido».
Lo que sucede en el campo se queda en el campo. No lo dijo Boskov, pero podría. Por mucho que la afición rojiblanca hoy se escude en el posible penalti cometido sobre Williams, con el 0-1, y que derivó en su lesión, o la segunda amarilla que debió haber visto en la segunda mitad Jonathas por su segundo brazo que sacó a pasear, la terca realidad es que el Athletic del derbi se asemejó en parte al de Marsella apenas tres días antes, falto de frescura mental para encarar choques tan exigentes física pero sobre todo anímicamente, máxime después del desgaste que arrastra de la dura cuesta de enero-febrero. En el Velodrome fue Aduriz el que iluminó una noche oscura en lo futbolístico; ayer, en San Mamés, no apareció ningún electricista que alumbrara a un conjunto rojiblanco que corre el riesgo de cojear justo cuando llega el mes clave de la temporada, marzo, y encima rivales que caminaban a trancas y barrancas hasta ahora como la propia Real o el Valencia, parecen coger aire y empezar a enderezar el rumbo en la Liga.
El Athletic, sin respuesta
El parte meteorológico amenazaba viento sur para la hora del partido, con lo que ello conlleva de maldición entre la parroquia de San Mamés, por mucho que la tradición tenga menos sustento científico que las témporas. Pero no hizo falta echar mano del pronóstico. La Real, con Rubén Pardo en el banquillo, se plantó mucho mejor que el Athletic sobre el campo, y aunque los locales avisaran con un gol anulado a Aduriz a los 52 segundos, la presión alta donostiarra acogotaba la salida de los bilbainos, que no conseguían dar ni media puntada. Sí lo hacían los de Eusebio Sacristán, mejor situados, siempre con una opción de pase, llegando un segundo antes, todo lo contrario de un plano Athletic.
Un remate a bocajarro interceptado por Gurpegi y un manso disparo de Jonathas a Iraizoz fueron el preludio de la jugada del 0-1. La Real percutía bien por banda derecha hasta entonces y sin embargo el medio gol de Vela con su centro a Jonathas vino desde la izquierda. El balón supera a Gurpegi, Laporte llega tarde a tapar el agujero y el brasileño supera con su magnífico disparo a una adelantado Iraizoz. El ariete blanquiazul iba a perdonar a la media hora de juego el segundo, en una contra que estropeó más por demérito suyo que por mérito de Gorka.
Los leones se veían incapaces siquiera de hacer cosquillas, sin bandas, sin Beñat, sin ideas, apenas una jugada trenzada que Muniain desaprovechó. Nada de nada. ¿Y San Mamés? San Mamés comía pipas. Apatía con la que la grada observó la impotencia de los suyos, solo sobresaltada por la teatralidad de los rivales para perder tiempo y un colegiado que parecía tener una nueva tarjeta amarilla y quería ver si funcionaba. Hasta doce cartulinas mostró. «No puede venir con chulería y con amenazas», se quejó después San José.
Si la primera mitad fue un quiero y no puedo de los bilbainos, la segunda fue un puedo pero no sé cómo. El Athletic salió como era de esperar, dando un paso adelante, y la Real uno para atrás. Lo malo para los locales es que a la falta de claridad de ideas, de precipitación en los pases y las jugadas, de ausencia de sangre fría como la que tuvo Laporte a la salida de un córner o un apático Aduriz que remató flojo, incluso una contra con marchamo de empate que Beñat malgastó, se sumó una Real que no quiso que se jugara el tiempo reglamentario e impidió hilvanar con sus parones un juego continuado que terminó por exasperar a los rojiblancos.
Continuas pérdidas de tiempo, tarjetas para rellenar dos actas, un Athletic bien liderado por Muniain desde la mediapunta pero lastrado por la falta de bandas y un desacertado Beñat, sin un Williams que quizá se hubiera activado en la segunda mitad como sucediera en la remontada ante el Villarreal, y un Raúl García que no fue el Cid a caballo después de muerto y que necesita aún rodaje... Incluso en ese vuelco desesperado hacia la meta de Rulli estuvo a punto de hacer Xabi Prieto el segundo, pero el cansancio se alió esta vez con Iraizoz. Hubiera sido excesivo.
Puede decirse que el Athletic lo intentó, pero lo cierto es que tampoco tuvo claridad en los últimos metros ni siquiera a la hora de aprovechar uno de tantos barullos en el área realista. Demérito bilbaino, mérito donostiarra. Derrota que duele, no tanto porque sea ante el vecino, sino porque impide por ahora reengancharse a la Liga y, lo más preocupante, que denota un cierto cansancio mental cuando más falta le hace esa frescura. El Athletic de ayer casi ni compareció en el derbi, eso sí, ¿y San Mamés qué, y San Mamés qué?

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