Alberto PRADILLA
MADRID
PROCESO DE INVESTIDURA DEL PRESIDENTE ESPAÑOL

Sánchez deja su investidura en manos de la abstención del PP

Pedro Sánchez solo será presidente español si el PP se abstiene en la segunda votación, que tendrá lugar el 5 de marzo. No hay más margen después de que el PSOE presentase su acuerdo con Ciudadanos, forzando a que Podemos abandonase la mesa de negociación. Por ahora, Mariano Rajoy descarta permitir otro gobierno que no sea el suyo.

Parecía que la representación matutina de Pedro Sánchez y Albert Rivera se iba a limitar a la solemnidad de la nada, con la firma de un acuerdo que no da para investir a nadie por mucho que se sellase bajo ‘‘El abrazo’’ de Genovés. No fue así. Sirvió para sacudir ese bucle en el que había entrado el juego a dos bandas en el que se había acomodado el PSOE. Hasta ahora, Ferraz alimentaba el «carril a cuatro» junto a Podemos, Compromís y Unidad Popular mientras que sus técnicos avanzaban en pactos con Ciudadanos. Tras firmarse el documento y conocerse la letra pequeña de sus 66 páginas, Podemos anunció que paralizaba las negociaciones hasta después del 5 de marzo, cuando Sánchez haya fracasado en su investidura. El aspirante solo tiene una alternativa: que el PP se abstenga y le permita gobernar. Una opción que Mariano Rajoy, presidente en funciones, ya descartó antes de conocer el texto. Cierto es que a estas alturas nada es absoluto, pero a día de hoy solo es seguro que Sánchez no tiene fácil el camino que él mismo escogió para alcanzar la Moncloa.

Lo paradójico de todo es que, a pesar de que el documento es uno, parece que PSOE y Ciudadanos hubiesen firmado textos distintos. Aunque también es verdad que su público es diverso y que cada uno apuntaba a un sector para garantizarse investidura o futuros votos en elecciones anticipadas. Primero fue Rivera, que tendió la mano al PP y celebró haber colocado «el 80% de su programa». Según afirmó, el texto estaba hecho para sacar a Podemos de la carrera, ya que era «incompatible» con sus propuestas económicas y con planteamientos como el referéndum en Catalunya. Sánchez, que salió inmediatamente después, no le enmendó. Hizo como si no hubiese escuchado a su socio, se puso el traje de «progresista» y comenzó a lanzar promesas. «Derogaremos la reforma laboral». «Derogaremos la Ley Mordaza». «Pararemos los desahucios». El problema para el líder del PSOE es que al mismo tiempo que lanzaba sus consignas, todo el mundo tenía en sus manos los papeles que matizaban sus palabras.

Contradicciones

Al margen de la previsible apelación a la «unidad de España» a través del veto a cualquier referéndum en Catalunya u otra nación sin Estado, el texto contradice abiertamente a lo que aseguraba Sánchez. No es que sea interpretable, es que muchos de los puntos que mencionó en su rueda de prensa no aparecen en el documento. No se habla de derogar la reforma laboral; el fin de la Ley Mordaza se convierte en «estudio» de los puntos denunciados ante el Tribunal Constitucional y el «adiós» a la LOMCE pasa a una «paralización» de los elementos que no estén ya en vigor.

Posteriormente, fuentes del PSOE restaban importancia a las palabras y ponían énfasis en el espíritu. No obstante, discusiones como la generada en torno al abaratamiento del despido no permiten tener mucha esperanza en la transparencia de las propuestas. Iñigo Errejón, en el momento de anunciar que dejaban la mesa de negociaciones, denunció que el pacto permitía un despido más barato. Antonio Hernando le respondió acusándole de mentir y negando tajantemente que esto ocurriese. Pues bien, no solo era cierto, sino que a última hora fuentes del PSOE anunciaban una nueva redacción del texto que, esta vez sí, incluía la frase «la indemnización será la misma que en el actual contrato temporal».

Es probable que durante la jornada de ayer se diese excesiva importancia a un documento que no tiene recorrido si no es con el PP. Pero también es cierto que apunta una dirección. Aunque hasta en la elección de aliados Ciudadanos y PSOE lanzaban mensajes contradictorios. Mientras que Rivera no se cansó de invitar a Génova a sumarse, Hernando afirmó que el acuerdo estaba hecho para «echar al PP». Y si Ciudadanos hacía otra cosa, era su problema.

Con estos «mimbres» Podemos dejó la negociación de la que dijo que no se marcharía. Con gesto serio, Iñigo Errejón denunciaba que el pacto estaba hecho «pensando en el PP». «No se puede mantener la ficción de que uno puede ir en dos direcciones opuestas. Hay que elegir. Con pesar decimos que Sánchez ha elegido», aseguró. Parecen haber asumido que manteniéndose en la dinámica de escenificar un pacto con un interlocutor que no lo quiere no les da rédito. Poco después, Unidad Popular se sumaba a este rechazo.

El final de la historia estaba escrito. Hernando salió para denunciar que Podemos había decidido ubicarse con el PP y se había convertido en el «principal aliado de Rajoy». Tiene escaso margen, pero no olvidemos que su socio Rivera, que no descarta entrar en el Ejecutivo, se reúne con el PP el día 4. El día antes de la segunda votación.

 

El PSOE vende un acuerdo «avanzado» con el PNV pese a blindarse contra el soberanismo

Antonio Hernando, portavoz del PSOE, salió por la tarde a apuntalar la idea de que el «cambio» es que todos los partidos voten distinto que el PP. Para esa ecuación necesitaba proponer más acuerdos que el que había suscrito con Ciudadanos. Con Unidad Popular y Compromís en estampida, optó por asegurar que el pacto con el PNV estaba «muy avanzado». Sin embargo, fuentes jelkides lo desmentían posteriormente. Puede ser cuestión de interpretaciones, pero según estas fuentes la última novedad en la relación entre Ferraz y Sabin Etxea se había producido la víspera, cuando Aitor Esteban entregó a Pedro Sánchez el documento del Euskadi Buru Batzar en el que se detallaban los puntos de lo que han denominado «agenda vasca». Ni se ha celebrado una reunión posterior ni estaba fijada por el momento.

Lo cierto es que la redacción del documento entre PSOE y Ciudadanos no pone fácil el apoyo del PNV. En primer lugar, porque veta explícitamente cualquier referéndum similar al que se reivindica en Catalunya. En concreto, ambos se comprometen a «oponerse a todo intento de convocar un referéndum con el objetivo de impulsar la autodeterminación de cualquier territorio de España». Cierto es que los jelkides no apuestan por esta vía actualmente. Pero la defensa de la «unidad de España» en estos términos choca con los principios mantenidos por Sabin Etxea.

Además, no se puede olvidar el carácter centralista que Ciudadanos ha querido dotar al documento. En uno de sus párrafos se apunta al blindaje de competencias del Estado y a delimitar claramente cuáles corresponden a cada institución. Es decir, dejar por escrito que el actual «statu quo» no va a poder modificarse. Un planteamiento que chocaría con la defensa del autogobierno, el primer punto de esa «agenda vasca» que Esteban reivindica como condición para sumarse a cualquier acuerdo. Por el momento, el PNV ha decidido no pronunciarse hasta estudiar el texto.

Al margen de los planteamientos negociadores jelkides, no son pocos los elementos centralizadores del texto. Por ejemplo, en el ámbito de las relaciones laborales, donde se prevé priorizar las negociaciones a nivel de empresa o bien sectorial, pero en ámbito estatal, lo que busca eliminar las denominadas «provinciales». Un formato que beneficiaría a UGT y CCOO y trataría de restar incidencia a la mayoría sindical vasca.A,P.