Miguel Ángel CONEJOS MONTALAR Arainfo
CRISIS MIGRATORIA EN EUROPA

UN VIAJE INTERRUMPIDO EN LA FRONTERA SERBOCROATA

CIENTOS DE REFUGIADOS PERMANECEN EN EL CAMPO DE SID, EN LA FRONTERA DE SERBIA Y CROACIA, ESPERANDO LA SOLUCIÓN A ALGÚN TRÁMITE ADMINISTRATIVO QUE LES PERMITA CONTINUAR VIAJE HACIA EL NORTE DE EUROPA. DESDE ALLÍ, LA MAYORÍA PARTIRÁ EN TREN HASTA SU SIGUIENTE DESTINO, EL CAMPO CROATA DE SLAVONSKI BROD.

El campo de refugiados de Sid incluye una enorme casona en la que duermen casi un centenar de personas; dos grandes carpas alojan a más de cien personas cada una, y otra pequeña caseta que ha terminado por habilitarse como dormitorio para más de 30 refugiados, y dispone de baños, duchas y guardería.

La comida diaria se reparte por la mañana. Una pequeña bolsa de papel con un panecillo, un envase de comida precocinada o una lata de atún, y un paquete de galletas. Un reparto lógico para un campo stop and go, en el que los refugiados deberían estar unas pocas horas.

Sin embargo, las nuevas trabas administrativas fijadas por los países de los Balcanes hacen que cada vez más refugiados que queden días en Sid. El campo, a diferencia de los del sur del país, es totalmente permeable. Las familias entran y salen, pasean por Sid, toman café en sus bares y conviven sus habitantes.

La mayoría de los refugiados incumple alguno de los requisitos fijados por los países de la ruta balcánica. Todos tienen un sello turco en el pasaporte, sin embargo, su antigüedad puede suponer ahora un problema. Muchos abandonaron Siria y estuvieron meses en Turquía, algunos en campos de refugiados y otros trabajando para conseguir más dinero que les permitiera alcanzar Europa.

«Mi familia se queda»

Los nuevos requisitos, que cambian continuamente, dejan a los refugiados en Sid, a expensas de gestiones administrativas y, en ocasiones, separando familias. El domingo, en un tren casi repleto y en un ambiente de cansada felicidad, un joven sirio miraba con nostalgia la estación. «Mi familia se queda. Mi mujer y mi hija no pueden seguir el viaje», se lamenta. Su hija de seis años no tiene pasaporte, lo que te puede dejar varado a mitad de camino.

Como esta madre y su hija, muchos refugiados quedan atrapados en el campamento de la frontera serbocroata debido a unos trámites administrativos que en ocasiones rozan el surrealismo de forma cruel.

En una carpa hallamos a una familia de nueve miembros, retenida en Sid desde hace más de una semana. Su situación es extraordinaria. Los nuevos requisitos exigen presentar el mismo formulario en Macedonia, Serbia, Croacia, Eslovenia y Austria. Necesitan tres formularios, uno por adulto y otro para los menores a su cargo. En uno falta el sello de salida de Macedonia, lo que ha provocado que queden retenidos en Sid, esperando una solución administrativa. Consta la entrada en Serbia de sus siete hijos, pero no que hayan salido de Macedonia. Absurdo. «¿Si no hemos salido de Macedonia como estamos en Serbia?», se preguntaba el padre, ante una situación incomprensible.

Esta realidad provoca desesperación y aburrimiento casi por igual. Mustafá, un joven iraquí, aseguraba que «los días aquí parecen semanas». Una sensación que rompe el griterío de las decenas de niños que corretean imaginando nuevos juegos que les saquen del tedio.

Los problemas administrativos que les mantienen en la frontera serbocroata, y quizá también el aburrimiento, provocaron una improvisada protesta el domingo. Los refugiados querían recorrer las calles de Sid, lo que la Policía impidió sin esfuerzo. Así, pidieron la apertura de la frontera sin poder salir del campo. Los refugiados volcaron sus críticas contra Croacia, desconocedores, en cierto modo, de que los responsables de su situación son el conjunto de países de los Balcanes y la propia Unión Europea, incapaz de dar una respuesta a la crisis.

Las familias retenidas desconocen, en muchos casos, los motivos que les mantienen en Sid. Los continuos cambios generan desasosiego, pero sobre todo incredulidad, ante un tránsito que se prolonga ya demasiados días.

Esa ansiedad genera protestas que, quizá, comiencen a extenderse de campo a campo a lo largo de la ruta de los Balcanes. Manifestaciones de unos refugiados impacientes por la excesiva y cambiante burocracia. La misma que ya ha considerado a miles «migrantes económicos» y que complica la vida de los solicitantes de asilo.