Dabid LAZKANOITURBURU
EL SUPERMARTES EN EEUU PREMIA A LOS FAVORITOS

Clinton y Trump afilan los cuchillos

El magnate inmobiliario y showman Donald Trump y la ex primera dama Hillary Clinton se perfilan como los favoritos para disputarse la presidencia de EEUU tras el supermartes. Sus respectivos rivales, el establishment republicano y el socialista demócrata Bernie Sanders, luchan contra el reloj para evitar un duelo Clinton-Trump en noviembre.

Trump, prototipo acabado de outsider, ha ganado 10 de las 14 primeras primarias republicanas sin ser republicano. Clinton, forzada a mostrarse como émula de un Barack Obama que le venció en las primarias de 2008 y se convirtió en el primer presidente negro de la historia de EEUU, ha superado al socialista Bernie Sanders en 11 de los 16 estados donde se han celebrado comicios internos. Tras el supermartes, ambos han certificado su popularidad entre sus respectivos votantes del este al oeste y del norte al sur del país.

Sobre el papel, y según los sondeos, la exsecretaria de Estado parte como favorita ante un candidato heterodoxo como Trump. Pero destacados analistas demócratas ya han advertido que no conviene subestimar a un aspirante oficialmente republicano que ha roto con todos los pronósticos. «Debemos tomar en serio a Donald Trump», reconoció el director de campaña de Clinton, John Podesta.

Quien ríe último...

Cuando Trump se postuló a la presidencia de EEUU el 16 de junio en Nueva York, todo el mundo se lo tomó a broma, pero el magnate inmobiliario ha demostrado que su carrera hacia la Casa Blanca va muy en serio.

Aquel día, el periódico neoyorquino “Daily News” publicaba en portada a toda página una foto de Trump, con una nariz roja postiza de payaso adosada al rostro, junto a un enorme titular que rezaba: «Un clown se postula para presidente».

El showman se convirtió en una mina de oro para cómicos que imitan su voz ronca y sus gestos irreverentes, y dio pie a infinitas chanzas en las redes sociales. «Quiere controlar el país y ni siquiera puede controlar su pelo», afirmaba un «meme» que mostraba a Trump con su inconfundible tupé rubio – que algunos toman por un peluquín, pese al desmentido del magnate– muy alborotado.

Hasta el respetado rotativo “The Washington Post” concluía que el magnate, famoso por colarse en millones de hogares como estrella del programa de telerrealidad “The Apprentice”, afrontaba «una ardua batalla para que le tomen en serio».

Ocho meses después, este populista de derechas sin integridad ideológica y un verbo incendiario que le conecta con parte de la enajenada clase trabajadora blanca, podría sorprender a una mujer de Estado (exprimera dama, ex secretaria de Estado) muy rodada pero cuya disciplina se confunde con rigidez y que encarna, como pocos, el establishment, aunque sea demócrata. Todo ello sin contar con los escándalos que la persiguen: el asalto contra la misión diplomática de Bengasi (Libia) en 2012, que se saldó con cuatro muertos –entre ellos el embajador de EEUU– y la controversia sobre el uso de su cuenta de internet privada cuando dirigía la diplomacia del país.

Trump ya advirtió ayer de que «no voy a dejar pasar la historia de los emails».

La flexibilidad de Trump

Paradójicamente, Trump cuenta con la ventaja de su flexibilidad ideológica y oportunismo, que le ha permitido virar de un extremo a otro del ya escorado espectro político estadounidense a conveniencia, lo que le sitúa en una posición de «centro» por lo que toca a cuestiones como el aborto y las armas de fuego.

Pero su principal valor es su distanciamiento de la ortodoxia republicana. Al punto de que Trump está convencido de que en unas presidenciales podría ganar incluso en estados demócratas como Michigan, donde la población trabajadora blanca podría ser sensible a su discurso «antisistema» y proteccionista.

Las élites del propio partido republicano parecen crecientemente resignadas ante el terremoto Trump. Los grandes magnates del Viejo Partido, los hermanos Koch y Sheldon Adelson (el multimillonario de los casinos) se han negado hasta ahora a sumarse a la campaña contra Trump. Y figuras como Mitt Romney, quien disputó la presidencia a Obama en 2012, se están quedando solos en su advertencia de que no se puede permitir una candidatura republicana del magnate showman.

El apoyo a Trump del ya exaspirante republicano y gobernador de New Jersey, Chris Christie –posible aspirante a la vicepresidencia en una candidatura de Trump– no es el único. “The New York Times” reveló el fin de semana que Paul LePage, exgobernador de Maine, pasó en una semana de protagonizar un intento de rebelión contra Trump a pedir el voto de los republicanos al histriónico candidato. Y seguro que habrá mas, porque casi todos prefieren taparse la nariz con Trump que asistir a –otro – triunfo de la dinastía Clinton.

Encuestas y primarias

La mayoría de las encuestas auguran un triunfo de la exprimera dama en caso de duelo Trump-Clinton. Pero antes tienen que ser nominados.

El único enemigo del primero sería un golpe de estado en las primarias o en la convención republicana de Cleveland, pero un ataque en toda regla contra Trump podría suponer un tiro en el pie para los republicanos

Y Clinton no ha logrado que su rival, Bernie Sanders, muerda definitivamente el polvo.

Tras una derrota digna, Sanders aspira a alargar la carrera

El aspirante demócrata Bernie Sanders aspira a seguir vivo en el largo calendario de primarias de EEUU para intentar finalmente desbancar a Hilary Clinton.

El senador socialista mantuvo dignamente el tipo en el supermartes, al vencer en cuatro estados frente a las siete victorias de Clinton y exhibir músculo en el norte y el medio oeste del país, sobre todo con su victoria en Colorado.

Fue toda una reivindicación para Sanders, al que muchos dieron por vencido tras sus derrotas en Nevada y Carolina del Sur y al que, pese a ello, la campaña de Clinton espera acorralar antes de que acabe este mes, gracias a la quincena de estados que celebran primarias en marzo.

Por contra, la estrategia del rival de Clinton es alargar la contienda hasta junio, cuando vota California, el estado que más delegados otorga, y cosechar por el camino triunfos en territorios afines como Michigan y Nueva York. «Vamos a llegar hasta la convención nacional en Filadelfia en julio» cuando se elegirá al candidato demócrata, anunció Sanders.

El problema, y la paradoja, es que el mensaje de este senador blanco y de origen judío contra las desigualdades y la alianza entre los lobbies económicos y la clase política no parece encontrar suficiente eco entre las minorías latina y negra, las más castigadas económicamente y que forman un bloque crucial para el electorado demócrata.

Más de un 80% de los negros han votado por Clinton en los estados del sur. En Texas, el estado más importante en cuanto a reparto de delegados del supermartes, la aspirante demócrata cimentó su victoria al cosechar dos tercios del voto de los electores latinos «Sanders habría necesitado grandes victorias en los estados que ha ganado, con mucho más que un 20% de ventaja, para tener la opción de superar su enorme déficit en el sur, donde la mayoría de los demócratas son afroamericanos», opina Nate Cohn, de “The New York Times”.

Pero la exsecretaria de Estado sigue sin atraer a los más jóvenes y los más progresistas del partido, lo que deja entreabierta la puerta a Sanders para seguir marcando el tono del debate. A medida que más estados del norte y el oeste celebren sus primarias, quedará claro si Sanders puede mantener viva su esperanza de hacerse con la candidatura.

Clinton cuenta además con otra ventaja. Y es que tiene asegurado el voto de 453 superdelegados (un sexto de los delegados en la convención no son electos sino dirigentes del partido), frente a los escasos 20 que apoyan a Sanders. Eso aumenta su desventaja en el total de apoyos frente a la exprimera dama (347 frente a 984).D. LAZKANO

Rubio pierde pie y Cruz no logra arrastrar ni a los suyos

Tras el incontestable triunfo de Trump en siete de los once estados en juego el martes, el tiempo corre en contra de los que, desde el Old Party, aspiran a desbancar al showman y magnate inmobiliario.

Trump ha ganado diez de las 14 primarias republicanas celebradas y a partir del 15 de marzo, el vencedor en la mayor parte de los estados en juego se llevará la totalidad de los delegados, al punto de que para finales de mes se habrán distribuido el 62 %.

Marco Rubio, esperanza del establishment republicano, decepcionó al ganar solo en Minnesota –estado del Medio Oeste donde el voto republicano es reputado como más moderado– y se quedó a las puertas en Virginia, estado bisagra en el que se habría presentado como el candidato que podría atraer a votantes de más amplio espectro. Rubio lo fía todo a un triunfo, indispensable, el 15 de marzo en su Florida natal –que le disputa Trump– pero el argumento de que es el único capaz de unir al partido se debilita con cada una de sus ya 13 derrotas.

Ted Cruz, senador ultraconservador y evangélico de Texas, venció en su estado. Su victoria sorpresa en Oklahoma y su triunfo por la mínima en Alaska, donde superó a un Trump que había recibido el apoyo de la que fuera gobernadora de la península, Sarah Palin, le llevó a pedir al resto de aspirantes republicanos que se retiren. El gobernador John Kasich, quien perdió por la mínima frente a Trump en Vermont (este último ha ganado hasta ahora todas las primarias en Nueva Inglaterra) ha prometido que lo hará si no vence el día 15 en su estado, Ohio. El problema no es ya que Cruz sea un enemigo jurado del establishment y más conservador que Trump, sino que no está logrando el impacto que esperaba en los estados del sur. «¡Es el sur! Y aún así, solo ganó primarias muy regionales. La razón es que no ha podido ampliar su atractivo a los votantes evangélicos en todo el país» después de conquistarlos en febrero en Iowa, explica el analista Aaron Blake, del “Washington Post”.D.L.