Evaluación de los daños causados por drones

AAndrew Niccol le gusta tanto la anticipación que se adelantó con “Good Kill” (2014) al actual debate sobre los drones, en una interesante película protagonizada por Ethan Hawke, y que ni siquiera se ha estrenado en cines. En cambio, al sudafricano Gavin Hood y su “Eye in the Sky” le pilló el estreno en los EEUU, justo cuando se discutía en los medios sobre el centenar y medio de muertes recientes provocadas por esos aparatos teledirigidos, a pesar de que oficialmente la potencia que preside Obama no se encuentra en guerra con ninguna nación del mundo. Ahí es donde está el eufemismo, porque para bombardear territorio extranjero a distancia ya no es necesario ocuparlo o invadirlo militarmente.
Los drones de “Eye in the Sky” sobrevuelan una zona de Kenia, como parte de una misión destinada a acabar con una célula islamista, sobre la que se dice tener información relativa a un futuro atentado suicida. Por eso la acción es calificada como de tipo preventivo, y nunca como intervencionista o nada parecido.
Todo transcurre sobre el plan establecido, hasta que una niña entra en el radio geográfico del bombardeo, con lo que se advierte sobre la posibilidad de víctimas inocentes entre la población civil. Esto abre un dilema de tipo supuestamente mora l en torno a los daños colaterales y su evaluación final, en el que se obliga a la audiencia a un posicionamiento con las reglas del juego bien marcadas. La pregunta interesada a la que hay que responder es: ¿Está justificado sacrificar una vida inocente para salvaguardar la de muchas otras teóricas víctimas?
Se dejan en el tintero otras incógnitas más trascendentales, como la de la cuestionable necesidad de la utilización de vuelos no tripulados con fines bélicos. Después de tantos años estamos otra vez frente al loco que aprieta el botón del “Dr. Strangelove” (1964) de Stanley Kubrick.

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