Ingo Niebel
ELECCIONES EN AUSTRIA

Unos comicios que influyen en toda Europa

¿Alternativa derechista o continuación del centro? ¿Nacionalista o abierta al mundo? ¿Joven o mayor? Son algunas de las preguntas que se hace el electorado ante una cita que puede cambiar Europa.

Austria está polarizada. Que su tradicional sistema político de Grandes Coaliciones se halla en crisis ya se sabe desde abril, cuando tanto el candidato de la ÖVP (Partido Popular Austríaco) como el del SPÖ (Partido Socialdemócrata de Austria) obtuvieron sólo el 11% cada uno y no lograron meterse en la segunda vuelta, que se disputan el favorito, Norbert Hofer, del derechista Partido Liberal de Austria (FPÖ), que logró el 35% de los votos, y Alexander Van der Bellen, del Partido Verde (21%).

La victoria del primero supondría para Austria, y para Europa occidental, un giro hacia la derecha que podría allanar el camino del FPÖ hacia el Gobierno en las generales de 2018. A nivel nacional, el partido podría consolidarse como primera fuerza.

Si vence el segundo, un sistema político a la deriva ganaría tiempo para buscar al menos algún plan de contingencia. Pero le pasa lo que sucede en muchos estados de la UE: los partidos demócristianos y socialdemócratas se han erosionado en las últimas décadas y carecen de soluciones para los problemas que ellos mismos han causado.

 

Ahí entra el FPÖ con cierto cariz de partido «antisistema» a la diestra, que con su mensaje nacionalista y antiislamista no sólo atrae a votantes de todos los ámbitos, sino que ha logrado que el canciller socialdemócrata Werner Faymann diera un giro de 180 grados cambiando su política de fronteras abiertas por la de cerrar y blindarlas. Tras la debacle del 24 de abril, dimitió. Su sucesor Christian Kern opta por el optimismo buscando una amplia alianza para frenar a Hofer, respaldando a Van der Bellen. El problema es que su mensaje no es coherente, ya que su SPÖ gobierna en coalición con el FPÖ. A este último en principio le benefician el desgaste y la incoherencia política de sus competidores: los electores prefieren el original a la copia.

Hofer es un derechista que brilla por sus 45 años –Van der Bellen tiene 72– y por su elocuencia. Lleva pistola y a veces un aciano en el ojal, símbolo usado por los nazis cuando estaban ilegalizados en la Austria de hace 80 años. El jefe del FPÖ, Heinz-Christian Strache, quiere que Hofer actúe con dos caras, como hace Marine Le Pen, del Front National francés: con la moderada va a por el voto burgués; con la de los gestos ambiguos comunica con los ultras.

En el caso de que llegue a ganar mañana, utilizaría su cargo de presidente para polarizar al país y para más. Hasta ahora sus antecesores en el cargo han optado por un papel de árbitro, manteniendo distancia con respecto a los partidos. «Se asombrarán con lo que se podrá hacer», vaticinó en televisión. Hofer ya ha dejado caer que podría hacer uso de las competencias del presidente y adelantar las elecciones a otoño, disolviendo el Parlamento y nombrando un canciller en funciones. Que el jefe de Estado sea también el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas amplía su margen de maniobra.

En Roma saltaron las alarmas cuando Hofer dijo que intervendría en favor de la reunificación de Austria con Tirol del Sur. Sus comentarios eurocríticos son aplaudidos por la Alternativa para Alemania (AfD), que espera una nueva subida en las encuestas si el FPÖ triunfa en Viena. Para evitarlo, el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, a la sazón presidente del SPD (Partido Socialdemócrata alemán), ya intervino en abril en la campaña austríaca llamando a «la unidad de los demócratas» contra Hofer. No obstante, el SPD padece la misma pérdida de importancia política que su partido hermano en Austria.

Dado que las encuestas hechas antes de la primera vuelta señalaron a Van der Bellen como gran favorito, ahora nadie se fía de ningún pronóstico. Entonces Hofer obtuvo 1,5 millones de votos y Van der Bellen 913.000. ¿Pueden atraer a los votantes de los candidatos eliminados? El factor incalculable son los indecisos. Los sondeos, si esta vez aciertan, auguran un desenlace ajustado. La decisión está en manos de los 6,4 millones de ciudadanos con derecho a votar. Hace un mes, 68 de cada 100 acudieron a las urnas.