Iñaki ZARATIEGI
JAZZ

El concierto de Eska subrayó la plural genética de la cantante de Zinbawe

La geografía del Jazzaldia permite dar con tesoros fuera del cartel de pago. Es el caso de la morena Eska Mtungwazi, británica nacida en Zimbabwe. Tras colaborar con altos apellidos, la experta vocalista-instrumentista y bien versada compositora debutó en disco el año pasado con “Eska” y es un personal cruce entre, por ejemplo, Kate Bush y Erykah Badu.

En la terraza central de la Zurriola, el sol dio de lleno a una mujer rotundamente redonda, de 45 años y madre, que lució largas rastas y maquillaje y adornos en plan indio y trabajó bien arropada por tres jóvenes colaboradores. El recital enganchó a una variada concurrencia que aguantó a algunos padres que creyeron estar en el Txikijazz. De entrada, rock sicodélico y primeros desgarros, endulzados después por el adorno reggae de “Heroes & Villains” y el tentador soul-gospel de “Rock of Ages”, con pregrabados vocales, o el íntimo “Boundaries”. Y preguntas de carácter social o personal en los mensajes.

Afronteriza, Eska escarbó también en la raíz folk con la simpática, pero tensa y hasta rota “Gatekeeper” y se adornó con una especie de mandolina (“To Be Remembered”).

Con el tintineo afro-pop de “She's in the Flowers” el concierto subrayó la plural genética musical de la cantante. “So Long Eddy”, nubosamente triste, precedió a “Shades of Blue”, que ahuyentó las penas del amor con salero rítmico. La señora Mtungwazi se despidió con la positiva caricia de “This Is How a Garden Grows”. Una hermosa flor del vivero musical londinense.