Dabid LAZKANOITURBURU

Una guerra con frentes volátiles pero sin salida

La victoria, parcial pero simbólica, de la contraofensiva rebelde en Alepo evidencia, de un lado, la determinación, nacida de la desesperación, de la miríada de grupos insurrectos, que no han dudado en hacer causa común y en utilizar todas las armas a su alcance, incluidas las acciones suicidas, para burlar el cerco total a sus posiciones y evitar lo que hace 72 horas se anunciaba como el asalto definitivo del régimen para devolver a Damasco la totalidad de la segunda gran ciudad –y capital económica– del país.

El protagonismo de la «ex»filial oficial de Al Qaeda en Siria y sus aliados salafistas confirma, más allá de que los sitiados no están en condiciones de rechazar ayuda alguna, el ascendiente rigorista suní de los rebeldes, lo que refuerza la tesis que defiende el no menos sectario (en términos más sociopolíticos que religiosos) régimen sirio.

Lo que esa contraofensiva revela a su vez es la falta de pulso militar de un régimen incapaz de consolidar sus posiciones incluso con la ayuda de los bombarderos rusos y el apoyo sobre el terreno de la alianza chií.

El Ejército sirio sufrió una derrota similar en la provincia de Raqa hace semanas y tuvo que huir en desbandada ante la contraofensiva del ISIS –Rusia se vio obligada ayer a utilizar sus bombarderos estratégicos Tu-22M3 para atacar a los yihadistas, que siguen amenazando la «liberada» Palmira–.

¿Qué futuro le espera a un país cuyo régimen militarmente exhausto aguanta con forceps extranjeros y por el miedo de muchos a que el remedio (rebelde) sea peor que la enfermedad? Seguro que Putin y Erdogan hablan de ello hoy en San Petersburgo.