Vaya noche la de aquel 14 de agosto. Duelo de gallos en Donostia. Gernika contra Gernika, en la Bella Easo. En la punta este de la city, Ken7, melosos ellos, entre luna y mar. Y al abrigo del puerto, Gatibu, algo más patibularios. Llenazo allí y llenazo aquí. Pero de los de época ¿eh? En la Flamenka, arriba cuatro filas de gente en la pasarela de los mirones, desde el cuartel de los marines españoles hasta el Akerbeltz, y abajo ínfimas posibilidades de llegar a la barra, donde había peña acampada, musturrek sartunde hasta fin de existencias. En Sagues, una marea de gente diversa, incluida esa peculiar tipología donostiarra que son las cuadrillas de jubiletas que siempre-siempre-siempre se dan el paseito nocturno, preguntando cada veinte pasos a ver quién toca hoy. Como si les importara.

Los foranéos pensaréis que el resto estaba vacío. Bai zera! Las escaleras de Santa María no tenían nada que envidiar a la Nabarreria a mediodía del 6 de julio, hasta con sus efluvios a orín y todo. A las 2.30 de la mañana, cuando la música ya se había callado, todavía había unas cuantas cuadrillas bañándose en la Zurriola, adolescentes a refresco tras los sudores del empalagosillo euskal reggaeton de las terrazas del Kursaal.

También se habían callado los cláxones en esta Donostia hecha un asco de coches. Habría que ver los datos de separaciones matrimoniales tras una mala ocurrencia: meterse en la boca del lobo en vehículo para ver los fuegos, con familia entera, nevera, mecedora playera para la amona, helado de Pitufo del niño amenazando la tapicería... y una cola kilométrica para coger la salida hacia la bendita provincia. Los hay masoquistas, sí. Pero dejad de martillear la bocina, leñe.

Está todo petado, así que la marabunta se angustia para no perderse nada. Con decir que ayer a las 12.00 ya había unos cuantos frikis acantonados en Sagues para escuchar a Fangoria once horas después... Véte a saber si el jabalí ese que han pescado entre Getaria y Zarautz no venía también al abordaje.