Javier OTAZU
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Rabat no piensa compartir mesa en su «vuelta a África» con los saharauis

Marruecos se ha fijado la cumbre de la Unión Africana (UA) de enero en Addis Abeba como la fecha de su retorno al organismo panafricano, pero sus últimos movimientos indican que quiere cobrarse una víctima: la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), miembro desde 1984.

Había dudas sobre si Rabat, una vez de vuelta en la UA, aceptaría sentarse con sus enemigos para combatirlos desde dentro o exigiría su salida como condición previa, pero los hechos parecen apoyar la segunda opción.

El martes, en Malabo, Marruecos se retiró de la cumbre árabe-africana y arrastró también a ocho países árabes aliados, entre ellos todas las monarquías del Golfo Pérsico salvo la kuwaití.

El motivo fue la presencia en la mesa de la bandera de la RASD, según el Ministerio marroquí de Exteriores, que consideró que la asistencia a aquella sala de reuniones «debió limitarse solamente a los países miembros de la ONU» y no contar con presencia del «emblema de una entidad fantoche».

El incidente de Malabo se suma al registrado hace dos semanas en Marrakech, cuando la vicepresidenta del Parlamento Panafricano, la saharaui Suelma Beiruk, que iba a participar en la cumbre sobre el clima, fue expulsada en el aeropuerto por haber intentado entrar en el país «con un pasaporte no reconocido por Naciones Unidas».

En ambos casos Marruecos ha apelado a la falta de reconocimiento de la RASD en la ONU, obviando que es miembro de pleno derecho de la UA. Por ello, el previsto retorno de Marruecos a la UA se anuncia tormentoso, ya que antes incluso de su regreso, Rabat quiere dejar claro que no habrá coexistencia.