Raimundo Fitero
DE REOJO

Los hechos

Alos hechos me remito, pero no puede pasar un día sin que el señor naranja nos haga temblar nuestro esqueleto convivencial. Nadie me cree, pero me tragué la primera rueda de prensa del nuevo portavoz de la White House y es como para poner las barbas, los sobacos, las ingles y todo cuanto sea susceptible de rasuramiento a remojar. Sean Spicer es un prototipo de vendedor de biblias que contesta con una frialdad que podríamos calificar de radical o patológica. Y que lanza mensajes tan evidentes como que «nuestra intención es no mentiros nunca».

Es un ultra, enfrentado de manera directa con la prensa, capaz de relatar sin un mohín una sarta de mentiras sobre acontecimientos que todo el mundo ha visto por televisión de tal manera que otra asesora del hombre naranja tuvo que referirse a esta tendencia a la mentira y la falsedad documental como que están en su derecho de presentar «hechos alternativos». O sea, la cosa empieza de manera más alarmante que lo previsto. Y anuncian que cambiarán la sede de su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, es decir más gasolina al fuego. Una provocación terrible. Además ha suspendido convenios económicos que están colocando a varios países suramericanos al borde del colapso. Y no lleva ni una semana. La que nos espera.

Pero estos acopios que se nos hace al lenguaje de camuflaje, desde la contabilidad extra-contable a estos hechos alternativos, nos vuelven a recordar que estamos viviendo en la posverdad, que es un concepto que debe acaparar más la atención. La verdad es una cuestión de fe. Ahora nos formamos opiniones a base de eslóganes, de susurros, de pajaritos que silban y de relatos de la realidad acoplados a unos contendores flexibles pero dogmáticos. Y los hechos son interpretables. Como los penaltis en el fútbol.