Carlos GIL
Analista cultural

En defensa de los animales racionales

Se está legislando de manera incesante para acabar con el uso de animales salvajes domesticados en los circos. Es una decisión coherente con los tiempos. La protección de los animales se va instaurando en el pensamiento contemporáneo. Un día se reconocerá que también tienen alma. Será un acontecimiento cultural global, universal. No afectará solo a los circos modestos sino que la gastronomía, esa expresión subliminal de la necesidad vital convertida en arte y exhibición impúdica deberá reconvertirse de inmediato. Y de manera absoluta.

Los mismos que reclaman con argumentos loables el buen trato a los elefantes que malviven en cuadras rodantes, tiene problemas para encontrar en una quisquilla un animal doliente. Los que de forma rotunda claman contra la tortura y muerte de un bovino superior en las plazas redondas a ritmo de pasodoble, no consideran que los perros humanizados a base de complementos de moda y trato íntimo estén siendo abusados en su confianza. Resolveremos el enigma del huevo y la gallina.

Mirando hacia el futuro, uno se plantea cuetsiones básicas: ¿valdrá la pena vivir si no podemos comernos una gilda los mediodías de primavera? Vale, escucharemos una sonata dedicada a los urogallos sosteniendo un zumo de papaya con panela y ron azul, miraremos al infinito y las gaviotas suplicarán atención. Dentro de un tiempo descubriremos que las plantas también sienten y merecen acabar sus ciclos vitales. Para entonces ya no quedarán circos ni payasos. De pequeño hablaba con gestos con mi periquito. Hoy suspiro soledades.