Power OFF

E stá el freaky inventor que sufre bulling en el instituto. Está la chica popular, en horas bajas tras un paso en falso en las redes sociales. Está el cafre que pasa de todo; el que solo quiere vivir la vida a tope. Está la rarita, siempre al margen de las convenciones... Y está, por último, el líder. El capitán del equipo del fútbol, el bala perdida con aptitudes de super-dotado y corazón de santurrón.
Son, en esencia, las fichas de toda la vida. Cada una asignada a un color que de algún modo u otro viene a reflejar su personalidad. Pues menuda tontería, ¿no? Exacto, tal y como lo era aquella serie original de 1993... que a su tiempo bebía de otra memez japonesa de 1988. “Power Rangers”, ya lo ven, es testigo de una de esas muchas historias interminables que rondan por Hollywood. Algo así como una fuente de recursos naturales que se puede explotar ad eternum. El comandante de esta enésima prospección es Dean Israelite, director de la sobrevalorada pero interesante “Project Almanac”, film donde coexistían las tramas habituales de la high-school moderna con la sci-fi y la acción ochenteras.
Una mezcla de géneros y épocas no demasiado lejana a la propuesta por la nueva película de los “Power Rangers”. Y es que pagar una entrada de cine para verla es lo más cercano que hemos estado últimamente de viajar (atrás) en el tiempo. La nostalgia encuentra en Dean Israelite a otro de sus sicarios de cabecera, pues lo que hace aquí el realizador sudafricano es no salirse ni un milímetro del marco trazado por la serie de 1993. Se conserva todo lo bueno y –especialmente– lo malo de aquella propuesta. Un tono alegre y despreocupado... pero también dejado. Resultado: una película ruidosa, aparatosa, cutre y fea. Una super-producción de serie B... que en realidad nos lleva a la última letra del abecedario.

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