Los innombrables

Si algo nos recordaron las estupendas “It Follows” y “La cabaña en el bosque” es que una buena película de terror fantástico se fundamenta en el establecimiento y respeto de unas reglas que van a determinar el –macabro– juego al que van a jugar los protagonistas, cuyo retrato robot responde normalmente al de un grupo de adolescentes dominados por su sistema hormonal. En este caso, tenemos a unos estudiantes universitarios que establecerán contacto con un ente sobrenatural, de carácter hostil y cuyo poder depende de que sus futuras víctimas conozcan su nombre.
En este marco normativo se mueve “Bye Bye Man”, especie de hombre del saco con la habilidad de meterse en la mente de la gente, y que además pone título (original) al nuevo trabajo de Stacy Title, directora de aquella divertida comedia negra titulada “La última cena”, y que desde entonces, se ha movido por las oscuras cloacas de la serie B. Desde estos mismos territorios nos presenta “Nunca digas su nombre”, sub-producto terrorífico no por las sensaciones despertadas en el espectador, sino más bien por los resultados artísticos que acaba ofreciendo.
Haciendo balance, la película tiene a su favor la fantasmal aparición de ese monumento al botox conocido antes como Faye Dunaway, además del despliegue en la puesta en escena de un plano secuencia de apertura en que parece que la producción no va a resentirse demasiado de su carácter low-cost... Solo que, en realidad, esta tiene tantas carencias que el hundimiento del barco es inevitable. El desastre se debe básicamente a la peor dirección de actores de la temporada, la cual convierte al producto en blanco demasiado fácil de las burlas. Reprimir la carcajada es misión imposible, sobre todo en los momentos supuestamente más tensos. El terror convertido en –involuntaria– comedia por obra y gracia de unos innombrables que no merecen llegar ni a la categoría de “intérpretes”.
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