Pablo CABEZA
BILBO

Quinientas páginas repasan los primeros años de Cicatriz

El escritor bilbaino Roberto Ortega publica «Hay un grupo en la ciudad que se llama... Cicatriz», libro de más de quinientas páginas con los márgenes aprovechados al máximo. Con todo, el recorrido que realiza Ortega solo recoge el periodo que va de 1982 a 1985, en un proyecto que concluirá con la publicación de dos libros más.

Roberto Ortega es un inquieto aficionado a la música alternativa que lleva desde joven agitando la escena desde diversos fanzines. Con una paciencia eterna y sistemática hace unos años escribía “Rock y violencia” un doble volumen sobre Eskorbuto, extinta formación que tendrá en unos días un segundo libro de Ortega, de nuevo extenso y detallado. No obstante, lo más reciente es “Hay un grupo en la ciudad... que se llama Cicatriz”, libro que supera las 500 páginas y que con márgenes normales se hubiese ido a las seiscientas bien pasadas. Ortega subtitula esta primera parte “De la Matriz a los inicios del RRV”, lo que conlleva atender a los cuatro primeros años del grupo, con el aliciente de conocer el periodo menos conocido del grupo, el tiempo, en parte, en el que se llamaron Cicatriz en la Matriz, con Natxo y Poti a las voces.

Ortega recorre la línea del tiempo para documentar la historia de una de las formaciones más vitales que ha tenido el punk-rock vasco. Desmenuza el entorno por el que se fueron moviendo los primeros Cicatriz, cómo de la nada van surgiendo conexiones y una primera banda con músicos que aún no lo eran, pero repletos de ilusión y ganas de emular. Describe ambientes, calles, los primeros bares del rollo en Gasteiz, los grupos del entorno punk-rock que existían en ese inicio de la década de los ochenta. De hecho, Ortega no sigue solo el hilo de Cicatriz, sino que describe acontecimientos y situaciones que se desarrollan en Gasteiz y Euskal Herria. Apuntes sociales, la desindustrialización, la entrada masiva de diferentes drogas, las frustraciones... son también parte del relato. Narrar un primer concierto no es solo apuntar las penurias del grupo y sus ganas, sino revisar lo que ocurría a su alrededor. Un festival se convierte en un acto más amplio, con nervios conectados por toda la escena punk. Así que no solo es la historia de Cicatriz, sino de los pioneros que les acompañaron en una historia de una densidad extrema.

Sitúa Ortega: «El primer concierto de Cicatriz en la Matriz iba a ser uno de los últimos que se celebrase en 1982. De forma casi fortuita surge la ocasión para que el grupo actúe en el Desván, bar situado en el fondo de la calle Cuchillería. Entre sendos vasos bien llenos, acuerdan tocar en unos días. Se corre la voz por la calle. Poco más arriba del Desván está el bar de las Nenas, donde paran mucho Natxo, Poti, el Pesca y varios más que están con ellos (...). Quizá se han dado mucha prisa en decir sí, cuando en realidad con el equipo que tienen no pueden hacer ese concierto. Les falta una caja para la batería, un amplificador... Para salir del paso intentan que Piruleta de Hormigón, compañeros de local, les solucione la papeleta pero estos no están por la labor (...). Viendo lo complicado de la situación, optan por pedir sopitas a Josu Zabala y van hasta el local de Hertzainak situado en Gamarra (...). Como esperaban, Josu les presta lo que piden pero también la batería completa y un juego de voces. Será pues gracias a él por lo que debutará Cicatriz en la Matriz en directo. Naturalmente Josu tampoco piensa perdérselo, faltaría más».

Los detalles son prolijos, pero las 500 páginas se disfrutan línea a línea. Roberto Ortega (autodidacta y su propio gestor), cuenta con la página www.zonaediciones.com (sin guion), web en la que expone el denso trabajo que realiza: desde serigrafía a venta de fanzines, libros... y múltiples discos.