Luismi UHARTE
Parte Hartuz Ikerketa Taldea
PUERTO RICO, LA ÚLTIMA COLONIA (Y II)

Retos y oportunidades del movimiento independentista

El objetivo del análisis es reflexionar en torno al futuro del independentismo, poniendo en valor su trayectoria histórica y señalando las dificultades para materializar su proyecto ante un adversario que, como recuerda Lourdes Santiago, vicepresidenta del PIP, es «el imperio más poderoso de la historia».

El eufemísticamente denominado Estado Libre Asociado de Puerto Rico se enfrenta en el siglo XXI al reto de superar su condición colonial, barajando sobre la mesa tres opciones políticas: el mantenimiento del actual status y/o su mejora, la anexión a Estados Unidos como el 51 Estado de la Unión, o la conversión en un Estado realmente independiente.

La primera opción la sigue defendiendo medio siglo después el Partido Popular Democrático (PPD), mientras que la segunda es la promesa del derechista Partido Nuevo Progresista (PNP). La última, la promueven el Partido Independentista Portorriqueño (PIP) y un abanico de diversas organizaciones sociales y políticas no electorales.

Primera etapa de la colonización. La independencia de la América Latina continental trajo como consecuencia la huida y el asentamiento de un sector de la elite colonial española en Puerto Rico y Cuba. España convirtió a sus islas del Caribe en un bunker de resistencia, retrasando los procesos independentistas. Los movimientos soberanistas cubano y portorriqueño se articularon desde el principio, alzándose simultáneamente en 1868. Sin embargo, mientras el «Grito de Yara» cubano fue el pistoletazo de salida para la posterior independencia 30 años después (1998), el «Grito de Lares» fue sofocado en poco tiempo, evidenciando la mayor fragilidad del movimiento independentista portorriqueño.

La derrota española frente a EEUU trajo como consecuencia la entrega de Puerto Rico en 1898 como botín de guerra. Dos años después, el Congreso estadounidense aprobó la Ley Foraker, que legalizaba su posesión de la isla, la ponía bajo su control legislativo y dejaba en manos de la Casa Blanca la designación de un gobernador. En 1917, la Ley Jones otorga la ciudadanía estadounidense a los residentes en la isla, entre otras razones para frenar el posible auge del independentismo. Además, se amenaza con suprimir el acceso «preferente» al mercado norteamericano si se promueve la independencia.

En la década del los veinte surge el Partido Nacionalista de Puerto Rico que, de la mano de su líder, Pedro Albizu, articula la oposición a EEUU. Alejandro Torres, abogado y profesor de derecho laboral de la Universidad de Puerto Rico (UPR), destaca la habilidad de Albizu para insertar al partido en el movimiento obrero, sustituyendo en la vanguardia al Partido Socialista, que era anexionista. La mítica huelga de los trabajadores de la caña fue dirigida por el Partido Nacionalista y por Albizu. Es un momento clave, agrega Torres, porque Albizu articula el «nacionalismo antimperialista con la ideología proletaria».

A partir de ahí Washington redefine su estrategia para intentar frenar el auge nacionalista, combinando la represión con asistencia económica. Por un lado, según Fernando Martín, expresidente y exsenador del PIP, Estados Unidos «le declara la guerra al nacionalismo», lo que implica persecución, prisión e incluso asesinatos de independentistas.

La masacre de Ponce de 1937, en la que la policía colonial masacró a una veintena de militantes nacionalistas, es el símbolo represivo de una época. Por otro lado, el mismo Gobierno de Roosevelt que mata y bautiza a Puerto Rico como «Gibraltar del Caribe», crea los primeros programas de asistencia social y promueve la industrialización del país.

La estrategia de Washington se completa con la cooptación del Partido Popular Democrático (PPD) y de su carismático líder Luis Muñoz Marín. Lourdes Santiago recuerda que el PPD en sus orígenes (1938) albergaba un sector independentista y tenía posiciones muy progresistas (su lema era «Pan, Tierra y Libertad»). Pero en 1945, en el marco del inicio de la guerra fría, los yanquis consiguen cooptar el PPD, que termina expulsando a los nacionalistas. Muñoz Marín se convirtió, como dijo Neruda en un poema que le dedicó, en el «traidor», el «chófer del whisky norteamericano».

La estrategia del palo y la zanahoria tiene otros dos episodios significativos, ya que por un lado en 1944 EEUU permite por primera vez que la ciudadanía portorriqueña elija directamente a su gobernador, pero por otro lado, en 1948, impone la «Ley Mordaza», que castigaba con cárcel la mera defensa discursiva de la independencia, lo cual llevó a prisión por enésima vez a Pedro Albizu.

A pesar de todo esto, el recién creado Partido Independentista Portorriqueño (PIP) (1946), queda en segundo lugar en las elecciones parlamentarias de 1948. El rechazo a la vía electoral y la apuesta por la vía armada del Partido Nacionalista había impulsado la creación del PIP.

El Estado Libre Asociado (ELA). A fines de los cuarenta, la recién creada ONU exige que se inicie un proceso de descolonización en todo el mundo, lo que obliga a EEUU a reinventar su modelo de dominación sobre Puerto Rico, sacando de la chistera la propuesta del Estado Libre Asociado popularmente conocido como ELA. Martín señala que con el ELA –proclamado en 1952– se permite redactar una Constitución portorriqueña, pero el poder supremo sigue en manos del congreso de los EEUU.

Además, los sectores clave continúan bajo control yanqui: aduanas, telecomunicaciones, moneda, comercio exterior, inmigración y relaciones laborales. Se impone incluso el servicio militar obligatorio.

Para denunciar la farsa que suponía el ELA, en 1954 cuatro activistas portorriqueños asaltaron con armas el Congreso de EEUU en una mítica acción de propaganda armada.

Rafael Cancel, uno de estos activistas y expreso político independentista que pasó 25 años en cárceles estadounidenses, no se arrepiente de aquel hecho y afirma que sirvió para «desenmascarar la mentira» que representaba el Estado Libre Asociado.

La represión posterior contra el independentismo fue feroz, recuerda Cancel. En su caso, no olvida las deplorables condiciones y el alejamiento en las cárceles estadounidenses. Él y sus compañeros salieron un cuarto de siglo después –a pesar de que la condena era a cadena perpetua– gracias al canje que Fidel Castro hizo con Carter en 1979.

Hubo miles de detenidos, y Washington puso en marcha la práctica del «carpeteo», la apertura de expedientes (carpetas) secretos a toda persona relacionada con el independentismo, para hacerle un seguimiento policial exhaustivo. Más de 100.000 personas tuvieron su «carpeta» abierta y sufrieron represión explícita y sutil (imposibilidad de trabajar en muchos lugares, no acceso a ayudas sociales…), denuncia Wilma Reverón, copresidenta del MINH (Movimiento Independentista Nacional Hostosiano).

De hecho, el «carpeteo» fue paralelo a los programas de beneficencia social: «Si eras independentista represión, pero si te portabas bien, accedías a los fondos federales», puntualiza la vicepresidenta del PIP.

Ante esta situación, en los setenta y ochenta diversos sectores independentistas apostaron por la lucha armada, destacando grupos como Los Macheteros y las FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional). Paralelamente, el independentismo se volcó en el movimiento popular en defensa del medio ambiente (contra las petroquímicas, contra la minería…). Iván Rodríguez, profesor de la UPR, recuerda que al principio el independentismo reclamaba que la explotación minera estuviera bajo control nacional y no yanqui, y luego la toma de conciencia ecológica les llevó a oponerse totalmente al proyecto. Una lucha que, por cierto, se ganó.

Los «estadistas». El desgaste del modelo ELA permitió que el PNP y su propuesta de promover la anexión a EEUU tomara cierta fuerza. Sin embargo, en la práctica, las cuatro consultas (1993, 1998, 2012, 2017) realizadas fueron un fracaso, porque como agudamente apunta Julio Murientes, catedrático de Ciencias Sociales de la UPR, los anexionistas sufren un «síndrome de amor no correspondido». La «cruda» realidad es que EEUU nunca aceptará a Puerto Rico como nuevo Estado de la Unión.

El independentismo en el siglo XXI. La actual estructura organizativa del independentismo es muy heterogénea, destacando tres variables: por un lado, la existencia de un partido electoral, el PIP, con una representación muy minoritaria en el Parlamento (menos de un 5%); por otro lado, la presencia de diferentes partidos y movimientos políticos no electorales, entre los que destacan el citado MINH, el Frente Socialista y el histórico Partido Nacionalista; por último, una fuerte presencia de militancia independentista en los movimientos sociales.

Un componente sociológico muy relevante que todas las personas entrevistadas destacan es que a pesar de la baja representación parlamentaria, el sentimiento nacionalista en la población es muy superior. Murientes destaca la pasión nacionalista que los y las deportistas portorriqueñas provocan en competiciones internacionales y el fuerte vínculo emocional con la bandera nacional portorriqueña.

Santiago, por su parte, resalta la resistencia al aprendizaje del inglés, después de 120 años de colonia yanqui. Mientras en Arizona y Nuevo México aprendieron inglés en tres décadas, en Puerto Rico ha sido imposible después de un siglo, apunta José Alameda, profesor universitario en Mayagüez.

Otro aspecto relevante es el gran respeto ciudadano hacia la militancia independentista. Torres asegura que «mucha gente no independentista prefiere un abogado independentista porque sabe que no se va a vender. Ven al independentismo como una fuerza moral, con una alta ética». La vicepresidenta del PIP subraya que a la vez que se fue reduciendo el apoyo electoral, «continuó aumentando nuestro prestigio», porque «somos asociados con la honestidad y con la defensa de causas justas, nos ven como gente que vamos a dar la cara». De hecho, en las luchas comunitarias la militancia independentista es mayoritaria y se han logrado importantes victorias, como por ejemplo el cierre de la base militar yanqui en Vieques en 2003.

La clave, reconoce Santiago, es que EEUU logró inyectar en un gran parte de la población el miedo a la independencia. «Amenazan con que nos convertiremos en otro Haití», además de repetir de manera reiterada que «somos un país pequeño con pocos recursos». Para Alejandro Torres, el error ha sido que hemos invitado a la gente «a subir al avión, pero no le hemos garantizado un paracaídas». La clave es que «hay que garantizarles que la calidad de vida va a ser superior en la independencia». La actual crisis económica aparece, por tanto, como una gran oportunidad para el crecimiento del movimiento independentista portorriqueño.