Deshojando la margarita existencial con mucha ligereza

En la anterior colaboración entre el director Eric Lavaine y la actriz Alexandra Lamy con “Vuelta a casa de mi madre” (2016), ella dominaba el papel de la ejecutiva de mediana edad que pierde su trabajo y se ve obligada a regresar al hogar materno, pues posee el don de identificarse con el público de su edad y de su género dentro de una tipología muy coyuntural. En “Historias de una indecisa” vuelve a representar a la perfección las características reconocibles de la generación de mujeres que ahora han entrado ya en la cuarentena, y que son las primeras víctimas de una educación sobreprotectora. Son personas a las que se lo han dado todo hecho, y que no han aprendido a valerse por sí mismas. Coincido con los y las colegas que han escrito que se trata de una versión francófona de la anglosajona Bridget Jones.
Nuestra Juliette perdió a su madre muy pronto, por lo que se acostumbró a delegar en su padre (Lionnel Astier) a la hora de tomar decisiones. De ahí pasó a apoyarse en sus dos mejores amigas (Sabrina Ouazani y Anne Marivin) para poder relacionarse, por lo que la inscriben en la famosa página de contactos y citas Tinder. Pero llegado el momento de elegir un amor nadie puede ayudarla a decantarse por un cocinero parisino (Arnaud Ducret) o un broker escocés (Jamie Bamber), entre los que no sabe con cuál quedarse. Sus dudas se alargan hasta el día mismo la boda, a fin de que esta comedia romántica se vaya enredando al más puro estilo vodevilesco, mientras la contrariada protagonista va deshojando la margarita existencial con suma ligereza.
La película en sus debilidades manifiestas resulta adorable porque Alexandra Lamy también lo es, al mostrar a una Juliette llena de entrañable fragilidad, al contrario de esas personas seguras y pagadas de sí mismas que terminan siendo odiosas. Ella no esconde sus defectos, que quedan tan a la vista como los de este divertimento.

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